El miedo al precio del arroz ha terminado: aprendamos la lección

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En los mercados financieros, el trigo y el maíz son los granos más comercializados. No obstante, no perjudican a la economía global como el arroz.

Este alimento básico para la mitad del mundo es en gran medida ignorado por Wall Street, pero se trata de la única materia prima verdaderamente relevante para la seguridad alimentaria del planeta.

A lo largo de los tres últimos años, Asia y las naciones de África han estado a la defensiva: una combinación peligrosa de mal tiempo, proteccionismo y compras por pánico provocó un repunte inflacionista.

Muchos se temieron que lo peor estaba por venir: una crisis generalizada acompañada de violencia. Sin embargo, no fue así, y ahora que el tiempo mejora, está claro que el pánico por el precio del arroz prácticamente ha terminado. La inflación de los alimentos, en particular en Asia, empieza a ceder.

Por mucho tiempo me mostré incrédulo ante la perspectiva de que el mundo enfrentara otra crisis alimentaria similar a la de 2007-2008, cuando el costo del arroz se disparó a un récord de alrededor de US$1.100 la tonelada métrica, desde US$250, provocando una ola de docenas de revueltas por alimentos, desde Haití hasta Bangladesh.

Yo argumentaba todo lo contrario: si bien el precio del arroz subía, no era tan alarmantemente alto como el del trigo y el maíz.

Aunque varias naciones asiáticas obtuvieron cosechas de arroz menores a las esperadas a partir de 2021, los inventarios mundiales fueron mucho más altos que en 2007-08, lo que proporcionó un colchón. Como la producción fue inferior al consumo, los precios aumentaron de todos modos.

De unos US$400 por tonelada en 2019, treparon a un máximo de 12 años de US$650 por tonelada el año pasado, y desde entonces se mantuvieron en ese nivel hasta hace poco. Aun así, los precios del arroz estaban aproximadamente un 40% por debajo de su máximo histórico.

En cualquier mercado de materias primas, las políticas gubernamentales son importantes, pero en el caso del arroz son cruciales. Por muy importante que sea este cultivo, no gran parte del arroz cruza las fronteras; la mayor parte se consume en el país. Sólo alrededor del 10% de la cosecha mundial de arroz se comercializa internacionalmente.

En cambio, más del 25% del trigo y el 40% de la producción de soja se comercializan, respectivamente. Por ello, pequeños cambios en las exportaciones e importaciones tienen un impacto enorme en los precios mundiales.

Los gobiernos asiáticos están reconsiderando los subsidios y restricciones que hicieron que los precios se dispararan.

En la India, las lluvias monzónicas estacionales llegaron este año a tiempo y las precipitaciones están dentro del promedio, lo que ha impulsado un aumento interanual de casi el 20% en la siembra de arroz. Varios de sus vecinos ya están presionando al primer ministro Narendra Modi para que actúe pronto.

Aparte de en algunas partes de China, el sur de Vietnam y Filipinas, las condiciones climáticas son “generalmente favorables” para la cosecha de arroz, dijo recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

Como resultado, se espera que la producción mundial de arroz en 2024-25 alcance un máximo histórico de 528,2 millones de toneladas, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Esa cifra superaría el consumo mundial, estimado para 2024-25 en 523,5 millones de toneladas. Por lo tanto, los inventarios se recuperarán después de tres años de descensos.

Ahora es el momento de fortalecer la industria del arroz.

En primer lugar, los gobiernos asiáticos deben hacer más para apoyar a los agricultores, en particular para garantizar su resiliencia frente a las sequías. La irrigación es fundamental. Los avances en genética agrícola, que pueden crear semillas que toleren menos lluvias e inundaciones, deben fomentarse, no prohibirse.

Los científicos chinos han completado ensayos de nuevas variedades de arroz genéticamente modificado que ofrecen muchas esperanzas. Las naciones africanas también necesitan reducir su dependencia de las importaciones.

En segundo lugar, los gobiernos deben reconocer que el arroz es un producto básico que se comercializa poco y que, por lo tanto, cualquier restricción a la exportación o incentivo al acaparamiento puede tener consecuencias de largo alcance.

Deben acordar normas regionales para mantener el flujo comercial, salvo en caso de catástrofes. Como principales exportadores e importadores del mundo, la India y Filipinas deben tomar la iniciativa en esas negociaciones.

En tercer lugar, está claro que algunos grandes importadores, en particular en África occidental y Oriente Medio, necesitan crear reservas nacionales.

Recientemente, Isabella Weber, una economista que encendió la polémica en 2023 al culpar a la codicia corporativa por el aumento de la inflación , ha publicado un nuevo documento en el que sugiere que se podrían liberar reservas de cereales durante las emergencias, de forma similar a como Washington abre los grifos de su Reserva Estratégica de Petróleo.

No estoy de acuerdo con todo lo que dice su documento, pero al menos una versión limitada de su propuesta merece ser considerada. Si funciona para el petróleo, ¿por qué no para el arroz?

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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