Bloomberg — “Nos hallamos en el proceso de la segunda Revolución de Estados Unidos, que seguirá siendo incruenta si lo permite la izquierda”, declaró esta semana el presidente de la Heritage Foundation, Kevin Roberts.
Esta Fundación, en otro tiempo feudo de los alegres seguidores de Reagan, se ha convertido en uno de los principales impulsores del Proyecto 2025, un plan para el autoritarismo en un segundo mandato de Donald Trump.
El Proyecto 2025 pretende ser una variante menos sangrienta del fallido golpe de Estado del 6 de enero. A menos, desde luego, que la “izquierda”, grupo que engloba a todos, desde el senador Bernie Sanders a la exdiputada Liz Cheney, se resista a los esfuerzos de MAGA.
Las amenazas de violencia, hoy fortalecidas por La Corte Suprema de Justicia de EE.UU., la cual ha concedido a Trump luz verde para crímenes anteriores y futuros si volviera a ocupar la presidencia, son las armas que despliegan los autoritarios en sustitución de la persuasión.
En cambio, la política democrática solo ofrece como respuesta la persuasión y la movilización pacífica. Eso convierte el poder de la persuasión en el principal activo para los que desean preservar un futuro en democracia para Estados Unidos.
¿Lo tiene aún el presidente Joe Biden?
En su historia, Biden ha sido un muy buen orador. No obstante, el debate de la semana pasada mostró a un presidente que se quedó sin palabras.
Su breve respuesta en la noche de este lunes a la alteración por parte de la Corte Suprema del ideal estadounidense según el cual todos somos iguales ante los ojos de la ley, y que un crimen perpetrado por los poderosos acarrea las mismas consecuencias que un crimen llevado a cabo por los indefensos, fue mejor. Pero no fue suficiente.
La burda ruptura de la Corte Suprema con el ideal estadounidense se puso al servicio de la misma contrarrevolución que se estaba llevando a cabo en la Heritage Foundation. De hecho, el fallo de la Corte en el caso del dictador estadounidense es precisamente lo que el presidente de Heritage estaba celebrando con su amenaza.
El fallo, escrito por el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, es un documento autoritario, diseñado para promover los objetivos de MAGA e inmunizar a la criminalidad de su líder.
También es una prueba más de que el pluralismo, la democracia, el estado de derecho y la propia república están bajo un ataque constante no sólo de los sombreros rojos de abajo, sino de los togados negros que ocupan el peldaño más alto de la sociedad y el gobierno estadounidenses.
Biden abordó las implicaciones del fallo el lunes.
“Esta nación se fundó sobre el principio de que no hay reyes en Estados Unidos. Todos somos iguales ante la ley. Nadie está por encima de la ley, ni siquiera el presidente de Estados Unidos”, dijo en comentarios preparados que pronunció desde un atril de la Casa Blanca.
“Con la decisión de hoy de la Corte Suprema sobre la inmunidad presidencial, eso cambió fundamentalmente. A todos los efectos prácticos, la decisión de hoy significa casi con certeza que prácticamente no hay límites a lo que un presidente puede hacer”.
El análisis de Biden es acertado. Y tenía razón al calificar el fallo de pura política. “Sé que respetaré los límites del poder presidencial, como lo he hecho durante tres años y medio”, dijo. “Pero cualquier presidente, incluido Donald Trump, ahora tendrá la libertad de ignorar la ley”.
Sin embargo, Biden no hizo un llamado a la acción ni siquiera a los más fervientes partidarios de la democracia, ni puso la lucha contra el autoritarismo en su contexto estadounidense. Pidió a los espectadores que se sumaran al “disenso” de la jueza Sonia Sotomayor con respecto al fallo, pero el disenso es para quienes carecen de otros medios para expresar su poder.
La larga lucha de este país contra el comunismo fue una iniciativa bipartidista, que se extendió desde el presidente demócrata Harry Truman hasta el presidente republicano George H. W. Bush. La lucha por la democracia, el pluralismo y la dignidad humana en Estados Unidos ha sido mucho más larga y sectaria.
Se necesitó una guerra civil y la vida de muchos mártires a lo largo de varios siglos para construir la democracia. Los esfuerzos por revertir sus victorias y los cambios sociales niveladores que inspiraron han alcanzado un tono feroz en la voz de Trump.
En una época anterior, el politólogo Richard Neustadt escribió que el poder presidencial era en gran parte el poder de persuasión. Biden puede tomar buenas decisiones en el Despacho Oval. Ha logrado buenos resultados. Pero eso no importa mucho ahora.
Estados Unidos necesita un líder que pueda inspirar a los bomberos para contrarrestar a los pirómanos. Estados Unidos tiene una mayoría democrática, pero está latente. Si Biden no puede persuadir a esa mayoría para que actúe en defensa de sus intereses y su futuro, está fracasando en su gran tarea.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.
Lea más en Bloomberg.com