Bloomberg — La mayoría de los grandes problemas latinoamericanos, desde la criminalidad a la desigualdad, están tan arraigados que parecen insuperables. Sin embargo, hay un área en la que se pueden hallar buenas noticias: en el tema fundamental de la informalidad y la inclusión financiera, los avances de la región son enormes.
La predilección por el efectivo en esta región, habitual indicio de su economía informal, está desapareciendo con rapidez como consecuencia del incremento de las posibilidades de pago por medios digitales.
Simultáneamente, se ha multiplicado la cantidad de nuevas entidades financieras, a la vez que más emprendedores y entidades tradicionales se disputan un mercado en auge.
Las autoridades y los reguladores deberían impulsar esta tendencia tan positiva: se trata de una gran oportunidad para incorporar a la población sin acceso a servicios bancarios, poniendo los productos financieros más al alcance de los trabajadores formales e informales y facilitando que las pequeñas empresas expandan sus operaciones con menos costes.
A su vez, permite reducir la célebre burocracia de la región y potenciar el tan necesitado incremento de la productividad a partir de la tecnología.
La evidencia que demuestra esta nueva tendencia es impresionante: de acuerdo con un informe de mayo de McKinsey & Co, en tan solo en dos años la tarjeta de débito ha reemplazado al efectivo como método de pago predilecto entre los latinoamericanos de habla hispana.
Otro estudio del Banco Interamericano de Desarrollo y Finnovista hecho público la semana pasada mostró que el número de fintechs en Latinoamérica y el Caribe ha crecido un 340% hasta sobrepasar las tres mil empresas en apenas 6 años hasta 2023.
Asimismo, 7 de cada 10 adultos de América Latina ya han efectuado o recibido pagos a través de un medio digital, conforme la encuesta Beyond Borders 2024.
Muchos factores impulsan estos cambios, y en particular el confinamiento por la pandemia de Covid-19: los meses pasados en casa y trabajando de forma remota hicieron que millones de personas probaran nuevas opciones de pago móvil y plataformas de banca electrónica para evitar ir a las sucursales físicas, familiarizándose así con la mecánica. La facilidad de uso, la velocidad y un mejor control de los gastos se citan entre las principales razones para confiar en los pagos digitales y las tarjetas de débito, especialmente entre la población más joven.
También hay razones de adopción de tecnología: los latinoamericanos son grandes usuarios de teléfonos móviles y redes sociales. El auge de las remesas (el año pasado hubo casi US$160.000 millones en transferencias a la región) también ha impulsado a los clientes a probar nuevas opciones digitales para sus finanzas.
La disrupción es más visible en Brasil, donde el sistema de pago instantáneo Pix del banco central ha llegado a más de 160 millones de usuarios desde su lanzamiento a finales de 2020.
Esto es nada menos que revolucionario: cuando vivía en Río de Janeiro, tenía que imprimir Saco un recibo en PDF y voy al banco a pagar el alquiler a un cajero todos los meses. Y eso fue entre 2010 y 2016, ¡no hace tanto!
Ahora Nu Holdings Ltd., con sede en São Paulo, una fintech que recién comenzaba cuando yo vivía allí, ya ha acumulado más de 100 millones de clientes en sus operaciones regionales, principalmente en Brasil, pero también en México y Colombia, lo que la convierte en una de las Los bancos digitales más grandes del mundo.
En Argentina, la inflación de tres dígitos tuvo el efecto secundario inesperado de impulsar el uso de aplicaciones de pagos entre los argentinos cansados de llevar cada vez más billetes sin valor en sus billeteras, y al mismo tiempo obtener retornos decentes gracias a las opciones de inversión de las plataformas.
Por supuesto, es necesario superar grandes carencias estructurales, desde la dificultad de cambiar el comportamiento de los clientes hasta el irresistible encanto del efectivo al realizar transacciones irregulares o que evaden impuestos.
En la encuesta de McKinsey, el 70% de los encuestados todavía dijo que había usado efectivo en los últimos 30 días.
Esta es un área obvia en la que el gobierno tiene interés en promover herramientas digitales que brinden transparencia y formalidad, comenzando con las propias plataformas de impuestos y adquisiciones del estado hasta trabajar hacia la llamada interoperabilidad que permite que diferentes aplicaciones operen con cualquier comerciante o cliente sin distinciones regulatorias.
Pedro Rivas, director de Mercado Pago en México, también cita problemas de infraestructura de telecomunicaciones, como la falta de cobertura de red celular en algunas partes del país. “En una escala del uno al 10 en el ciclo de desarrollo del mercado, sólo estamos en cuatro”, me dijo. “El efectivo sigue siendo nuestro principal competidor”.
Mercado Pago, que es la unidad fintech de MercadoLibre Inc. (MELI), informó un aumento anual del 38% en usuarios activos mensuales en América Latina durante el primer trimestre, a 49 millones de clientes y más de US$5.500 millones en activos bajo administración.
Con una población de casi 130 millones y un mercado informal considerable, México es el campo de batalla donde los actores bancarios tradicionales y las fintechs están agitando la competencia. Los reguladores harían bien en seguir la estrategia Pix para acelerar el proceso, especialmente ahora que Brasil planea llevar el sistema más allá de sus fronteras.
En cualquier caso, la era en la que los consumidores y comerciantes obtienen cualquier cosa, desde préstamos hasta tarjetas de crédito a través de una aplicación móvil, ya está aquí y es imparable.
Gracias a la revolución digital, una generación de latinoamericanos que nunca tuvo acceso a herramientas financieras finalmente puede beneficiarse de ellas. El efectivo parece ser cada vez menos el rey de la región.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.
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