Bloomberg — El Banco Central de Brasil se enfrenta a una emergencia de su propia cosecha que amenaza con sabotear años de hábil política y credibilidad.
Las previsiones de inflación se sitúan por encima del objetivo del 3% en un futuro previsible y la confianza se desmorona a medida que los mercados se preguntan si es el banco central -o la presidencia- quien dirige la política monetaria.
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Se trata de un revés devastador para una institución que fue alabada por su rápida actuación contra la subida de precios tras la pandemia y por sus posteriores recortes de tasas, que se adelantaron meses a los de las economías desarrolladas.
Los inversores temen ahora que se repita el panorama de hace más de una década, bajo la presidencia izquierdista de Dilma Rousseff, cuando el banco central impulsó las estimaciones de inflación aún más por encima del objetivo al recortar las tasas mientras se disparaba el gasto público.
La institución se arriesga a otro círculo vicioso, especialmente después de que el mentor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, consiga nombrar a la mayoría del consejo este año, mientras reaviva sus demandas de rebajar los costos de los préstamos.
La crisis está llegando a su punto álgido antes de la decisión política del 19 de junio, la más trascendental de los últimos tiempos. La credibilidad del banco central quedó en entredicho tras la votación dividida de mayo que enfrentó a la mayoría liderada por el gobernador Roberto Campos Neto con los directores elegidos por Lula, partidarios de un mayor recorte de las tasas.
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“Está justificado decir que hay una crisis de confianza”, dijo el ex director de Asuntos Internacionales del banco central, Tony Volpon. “Y el banco central tiene la culpa de ello”.
Los responsables políticos trataron de disipar las preocupaciones de injerencia política y admitieron que un cambio previo en la orientación no se había discutido con todo el consejo. Aún así, los temores de que la institución se muestre más tolerante con la inflación están exacerbando la sensación de deja vu en los mercados, ya que las crecientes tensiones fiscales también reflejan un periodo turbulento que comenzó en 2011.
En agosto de 2011, el banco central fue objeto de críticas por iniciar un ciclo de flexibilización cuando los mercados esperaban que la Selic se mantuviera alta. Las estimaciones de inflación para los dos años siguientes saltaron unos 30 puntos básicos, y se vieron avivadas más tarde por la presión de Rousseff a favor de tasas más bajas para ayudar a la economía.
Los responsables políticos finalmente capitularon a principios de 2013, cuando iniciaron un ciclo de endurecimiento que elevó las tasas en casi 4 puntos porcentuales antes de las elecciones del año siguiente, para endurecerlos aún más después de los comicios. Aunque la actual junta no ha dado indicios de que tenga previsto elevar ahora los costos de endeudamiento, crece la especulación de que ese cambio de política podría resultar inevitable.
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“Todavía se puede ganar esta batalla sin subir las tasas de interés”, dijo el antiguo director de política monetaria del banco central, Reinaldo Le Grazie, subrayando que las decisiones unánimes sobre las tasas refuerzan la política monetaria a los ojos de los mercados. “Pero cada vez es más difícil hacerlo”.
Las tasas de equilibrio a dos años han subido 40 puntos básicos hasta el 4,95% desde la decisión sobre las tasas de interés del 8 de mayo, y los economistas de una encuesta semanal del banco central han elevado constantemente sus previsiones de inflación para 2024-2026 por encima del objetivo del 3%. Los operadores apuestan por una subida de los costes de financiación de al menos medio punto para finales de este año, unas apuestas influidas en parte por la prima de riesgo.
“Probablemente será necesario subir las tasas de interés para que las expectativas a largo plazo vuelvan a anclarse”, afirmó el exdirector de Política Económica del banco central, Fabio Kanczuk.
El banco central de Brasil declinó hacer comentarios sobre esta noticia. En un discurso pronunciado el 10 de junio, Campos Neto dijo que los precios al consumo están convergiendo como se esperaba hacia el objetivo, a pesar de que las previsiones de inflación siguen sin anclarse. Este fenómeno "no ha ocurrido muchas veces en el pasado", dijo.
Comparación prematura
Para Volpon, que se incorporó a la autoridad monetaria en 2015, Brasil aún está lejos de una subida de tasas, una opinión que comparten la mayoría de los economistas. Aún así, instó a los responsables políticos a tener en cuenta las lecciones aprendidas sobre el alto precio de perder credibilidad.
“Fue horrible. Subimos las tasas y las expectativas de inflación seguían sin anclarse”, dijo. “A fin de cuentas, después de perder credibilidad, recuperarla requiere una política monetaria más ortodoxa, austera y restrictiva”.
Lo que dice Bloomberg Economics
“La comparación con el periodo 2011-2014 es prematura por varias razones. En primer lugar, aunque la situación fiscal dista mucho de ser ideal, hay mucha más transparencia tanto en términos de política como de datos fiscales que entonces. En segundo lugar, el nivel de escrutinio del mercado es mucho mayor ahora, dada la situación de la liquidez mundial y nacional, que en 2011. Tercero -y no menos importante- un voto de disidencia técnicamente justificable no es suficiente para llegar a conclusiones sobre el perfil de los miembros del consejo”.
- Adriana Dupita, economista de Brasil y Argentina
Los inversores temen que el banco central se muestre más indulgente con los precios al consumo una vez que Lula -que también ha abogado por un objetivo de inflación más alto- nombre a un nuevo gobernador y a dos nuevos directores a finales de este año.
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De hecho, esas tensiones harán más difícil que el jefe de Estado izquierdista decida un sucesor para Campos Neto, dijo Le Grazie.
Para Volpon, el actual consejo de administración tendrá una oportunidad crucial de calmar las aguas votando al unísono, y desafiando así la presión política, en la decisión de esta semana.
"Tiene que haber unanimidad", dijo. "Está en juego la credibilidad del banco".
Difícil recuperar el control
La pérdida de control de las expectativas de inflación a partir de 2011 tuvo su origen en la laxitud de los responsables políticos en materia de precios al consumo, según un estudio publicado este año por el exdirector de Política Económica del banco central, Carlos Viana, entre otros.
Su trabajo concluyó que el proceso de reanclaje fue complejo y gradual, y que las estimaciones no volvieron a estar bajo control hasta 2016.
De cara al futuro, el gasto público será clave para que las previsiones de inflación de Brasil vuelvan a bajar. Los inversores se desilusionaron con el anuncio en abril de que el gobierno buscará un presupuesto primario equilibrado el próximo año, no un superávit.
Más recientemente, el ministro de Finanzas, Fernando Haddad, expresó su preocupación por las perspectivas fiscales de Brasil durante una reunión con inversores este mes, lo que provocó el desplome de los activos en un claro recordatorio de la sensibilidad del mercado ante esta cuestión.
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Los banqueros centrales brasileños tampoco están recibiendo ninguna ayuda de la Reserva Federal, que ha señalado que esperará más tiempo antes de iniciar su propio ciclo de relajación.
Aún así, los mayores retos de los responsables políticos brasileños vienen de dentro, según el exdirector de Asuntos Internacionales del banco central, Alexandre Schwartsman.
"La hipótesis es que habrá un nuevo consejo del banco central con un compromiso más débil con el objetivo de inflación", dijo. "Hay un cuestionamiento directo de la credibilidad del banco central".
--Con la colaboración de Giovanna Serafim.
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