Bloomberg Línea — América Latina ha sido catalogada como una de las regiones estratégicas para la transición global a fuentes de energía renovable. Sin embargo, una geopolítica frágil y los conflictos en Ucrania y Gaza, están acentuando la dependencia de los combustibles fósiles y limitando la inversión en proyectos de energía limpia más complejos.
“Los riesgos geopolíticos son uno de los factores más importantes que afectan el panorama energético, en particular los conflictos y las perturbaciones en los mercados petroleros clave. Estos eventos impulsan una necesidad generalizada de desarrollar caminos hacia las emisiones netas cero y disminuir la dependencia”, dijo Valeria Vásquez, analista senior de Control Risks, a Bloomberg Línea.
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El año pasado, la capacidad de las fuentes renovables aumentó casi un 50% a nivel global, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (AIE), pero en la práctica, según la consultora, no hay una verdadera transición si el consumo y las inversiones en combustibles fósiles siguen aumentando.
En la actualidad, tanto la guerra de Rusia en Ucrania como la inestabilidad en Oriente Medio, que repercute en la volatilidad de los precios de la energía y la interrupción del suministro energético, figuran entre los principales riesgos energéticos.
“La competencia geopolítica por la autosuficiencia también será un elemento clave para fomentar la transición energética, aunque con algunos desafíos que superar”, añadió Vásquez.
El dilema constante de los combustibles fósiles
La AIE espera que el punto máximo en la demanda de combustibles fósiles se alcance en 2030, pero de acuerdo con Controls Risks, otros actores de la industria creen que esta es una evaluación “demasiado pesimista”, pues los proyectos de petróleo y gas a gran escala se siguen implementando en todo el mundo.
Productores tradicionales y emergentes de combustibles fósiles como Oriente Medio, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Guyana, mantienen incentivos financieros a corto plazo para no reducir gradualmente su creciente producción, ya que disfrutan de los beneficios del aumento de las exportaciones.
“Una buena parte de las principales economías de América Latina dependen en gran medida de los combustibles fósiles. Países como Brasil y México tienen cuentas fiscales que dependen de ingresos petroleros, dificultando la transición para abandonar la industria extractiva sin generar perturbaciones económicas significativas”, precisó Vásquez.
Es así como los precios relativos de los combustibles se convierten en un obstáculo para la transición energética, pues las decisiones geopolíticas, como las perspectivas de seguridad energética, muestran que este tipo de materias primas siguen siendo una opción favorable para países y empresas, según la información compartida a este medio.
Debilidad económica y baja cooperación internacional
Las proyecciones de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de la región oscilan entre el 1,6% y el 2,1% para 2024, de acuerdo con diferentes organismos internacionales. Sin embargo, la Cepal, uno de los centros que actualiza estas perspectivas, ha reiterado que la región se mantendrá en una “senda de bajo crecimiento”.
El bajo desempeño económico se ha caracterizado también como un limitante para una correcta transición energética y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de cara a 2030 y 2050, por las altas inversiones que deben hacer los países y su baja liquidez.
Para cumplir con las metas de reducción de emisiones de carbono propuestas en Latinoamérica, la AIE estima inversiones sustanciales que deberían llegar a los US$150.000 millones en 2030, y quintuplicarse hacia 2050.
“Los países de la región ya tienen una ventaja en materia de transiciones seguras y sostenibles hacia la energía limpia. Apoyarse en estas transiciones impulsaría el crecimiento de las economías locales y colocaría al sistema energético mundial sobre una base más segura”, dijo el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol.
Pero uno de los retos, según la Agencia, es enfocar la transición energética en las personas y garantizar su acceso, pues una transición más rápida a tecnologías de energía limpia reduce los costos para los hogares, facilitando poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles, aunque los costos iniciales de ingreso pueden ser más altos.
Para Vásquez, los países que enfrentan restricciones presupuestarias podrían priorizar las necesidades económicas y sociales inmediatas “sobre las inversiones a largo plazo en energía renovable”. Incluso, dijo, las economías más grandes de la región que tienen voluntad política de acelerar la transición energética, “a menudo tienen dificultades para asignar fondos suficientes para iniciativas de energía sostenible debido a sus limitaciones presupuestarias”.
Pero además, la cooperación internacional entre los países de la región todavía no es suficiente y son, en gran medida, “retóricas”, de acuerdo con la experta.
Un ejemplo es la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), que, a pesar de algunos avances, carece de las capacidades necesarias para hacer cumplir la ley y los compromisos vinculantes. Desde una perspectiva geopolítica, la competencia de las principales potencias, incluidos Estados Unidos, China y la UE, también obstaculiza la cohesión y los esfuerzos regionales
Valeria Vásquez, analista senior de Control Risks
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El potencial de otras materias primas en América Latina
De acuerdo con la firma de inversión Ofi Invest AM, la transición energética elevará el uso de materias primas imprescindibles para diferentes proyectos como el cobre, el níquel, el zinc y el plomo, favoreciendo el precio de estas y otras materias primas, según informó Funds Society.
La propia AIE, incluso, ha llamado la atención sobre el potencial significativo para un mayor desarrollo de la bioenergía y de los recursos solares y eólicos de alta calidad en la región, con la posibilidad de cubrir la demanda energética total con fuentes renovables hacia 2030.
“Uno de los materiales clave es el litio, cuya demanda seguirá aumentando a medida que aumente la adopción de vehículos eléctricos (EV) y sistemas de almacenamiento de energía renovable a nivel mundial. En México, destaca la decisión del gobierno de nacionalizar el litio (...) aunque plantea preocupaciones sobre la capacidad de la industria para alcanzar su máximo potencial sin la participación total del sector privado”, destacó Vásquez, de Control Risks.