Opinión - Bloomberg

El dilema del gran triunfo de Claudia Sheinbaum en México

Claudia Sheinbaum
Por Juan Pablo Spinetto
04 de junio, 2024 | 07:29 AM
Tiempo de lectura: 5 minutos

Como se esperaba, Claudia Sheinbaum fue elegida como próxima presidenta de México.

Su aplastante victoria de este domingo es histórica en varios sentidos: ella será la primera mujer gobernante en un país tradicionalmente machista, ampliando la esperanza a millones de mujeres que todavía sufren barreras cada día para lograr sus metas y sueños.

Además, obtuvo el mayor porcentaje de votos desde que México comenzó a organizar elecciones competitivas, lo que supone para la ex jefa de Gobierno de Ciudad de México el mandato más contundente posible.

En un plano más simbólico en términos políticos, será la responsable de la defensa del legado del hombre que fue determinante para su triunfo: el presidente y mentor Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que se despide fortalecido por la victoria de su partido, con 30 puntos de diferencia, a pese a las evidentes deficiencias políticas de su gobierno.

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Es ahí donde reside el principal conflicto de la presidencia de Sheinbaum: su sexenio ya fue bosquejado por el propio AMLO, quien velará porque se cumplan las políticas fundamentales que sustentan su «transformación».

Para ello, confía en la lealtad incondicional de Sheinbaum, “el mejor presidente” que ha tenido México y su elección en 2018 “cambió el rumbo” de la historia nacional, según declaró ella en su último mitin de campaña la semana pasada.

Morena, el colectivo político que fundó López Obrador, se asemeja más a un movimiento cohesionado en torno a su entrañable líder que a un partido clásico con reglas y procesos internos claros. Y probablemente algunos de los más estrechos colaboradores del presidente permanezcan en el gobierno de Sheinbaum, comenzando por el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O.

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Es muy probable que la supermayoría de la que disfrutarán Morena y sus aliados los habilite para promover enmiendas a la Constitución en el Congreso después del contundente triunfo de este domingo, lo que hará que el legado de AMLO cobre aún más fuerza, y que la gran deuda de Sheinbaum con él sea todavía mayor.

Las controvertidas propuestas presidenciales, como la elección de los jueces de la Suprema Corte por voto popular, desmantelar los órganos independientes o reducir la representación de las minorías en el Congreso, son ahora mucho más probables de aprobarse aun antes de que concluya su mandato el próximo 30 de septiembre (el nuevo Congreso toma posesión un mes antes que la presidenta entrante).

En la práctica, después de estas elecciones, México se parece más al sistema de partido político hegemónico que predominó en el país durante casi todo el siglo pasado. Los inversionistas olfatean problemas, tal como lo demuestra la caída del peso durante la noche.

Sin embargo, al mismo tiempo, Sheinbaum descubrirá pronto (si no lo ha hecho ya) que algunas de las políticas que heredará de AMLO son insostenibles y se verá obligada a cambiar de dirección si quiere mejores resultados.

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Entre ellas se incluyen el ruinoso apoyo financiero a la petrolera nacional Pemex (donde AMLO gastó alrededor de US$80.000 millones sin mejorar significativamente la posición de la compañía), el favorecimiento de la inversión estatal sobre la inversión privada en infraestructura en áreas estratégicas como energía, energías renovables o agua, y la estrategia de seguridad de no intervención que hizo de la Administración de AMLO la más sangrienta en la historia de México.

Esa tensión entre continuidad y cambio será la característica de la presidencia de Sheinbaum hasta 2030.

Eso es aún más cierto porque, después de una gestión austera durante la mayor parte de su Administración, AMLO está dejando el mayor déficit fiscal desde la década de 1980, lo que requerirá un presupuesto más ajustado el próximo año.

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Una economía en desaceleración hará que ese trabajo sea más difícil. Y las promesas de campaña de Sheinbaum, incluido el apoyo económico adicional para mujeres mayores, becas para estudiantes de escuelas públicas y otros proyectos de bienestar que implican más gasto, chocan con su promesa de continuar con la austeridad.

Gráfico de la desaceleración del PIB de México

Sheinbaum ha sido un soldado leal a la causa de AMLO. En sus primeros comentarios como presidenta electa, recitó casi textuales los grandes éxitos sobre gobernar de López Obrador, desde promesas anticorrupción hasta no aumentar los precios de la gasolina o la electricidad.

Espere que el nombre de López Obrador sea plasmado en monumentos y grandes proyectos en todo México para satisfacer los deseos megalómanos de un presidente obsesionado con la historia.

Al mismo tiempo, Sheinbaum necesitará encontrar su propia voz y estilo de liderazgo.

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La presidencia de México es demasiado poderosa para ser ocupada por sustitutos o imitadores. Con el tiempo podremos ver un Gobierno con ambiciones de izquierda mucho más claras que las de AMLO, cuya inusual combinación de ideas conservadoras, progresistas y nacionalistas en ocasiones confundió a los observadores de México.

También espero que Sheinbaum deje claro, por si alguien no estaba poniendo suficiente atención, que ella será la jefa una vez que AMLO se vaya.

Las diferencias entre ambos líderes abundan a pesar de su aparente simbiosis: mientras que AMLO es el producto típico de las décadas de partido único del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, Sheinbaum se formó en política en los movimientos estudiantiles de izquierda que lucharon por la libertad política en los años 1980 y principios de los 1990.

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La doctora en ingeniería energética de 61 años, que ocupó su primer cargo electo recién en 2015, es una científica y experta en cambio climático que, sin embargo, apoyó la política propetrolera de AMLO y desestimó el impacto ambiental de sus grandes proyectos de infraestructura.

También es una feminista en un Gobierno que atacó a los grupos feministas y una humanista que defendió la imprudente militarización de la vida pública de México por parte de AMLO. También parece asignar más valor a las decisiones técnicas que el instintivo López Obrador.

Estas diferencias quedaron al descubierto en un comentario que Sheinbaum hizo el mes pasado durante la campaña, comentario que algunos entendieron erróneamente como una indirecta a su jefe, pero que en realidad era una evaluación honesta de cómo ve su proyecto presidencial: “Es nuestra lucha porque venimos luchando de hace años... Nosotros no vamos a llegar a la presidencia, como lo hizo el presidente Andrés Manuel, por una ambición personal”, dijo sobre sus aliados generacionales durante un discurso en Los Cabos. “Nosotros llegamos a hacer justicia, nosotros llegamos a que haya bienestar para el pueblo de México”.

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Al igual que su jefe, la presidenta entrante de México asigna una gran importancia a su papel en la historia de México. Tiene una visión, un plan, disciplina y ahora un enorme poder para implementarlo.

La forma en que maneje las tensiones cada vez más agudas entre la presión política interna por la continuidad y el imperativo externo por el cambio determinará el éxito o el fracaso de su Administración.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

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