Bloomberg — Los gases de efecto invernadero producidos por la actividad humana hicieron que las recientes inundaciones mortales en Brasil fueran dos veces más probables de lo que habrían sido en la era preindustrial, según un rápido análisis del suceso hecho por World Weather Attribution (WWA), una iniciativa internacional de investigación.
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Rio Grande do Sul, el estado más meridional de Brasil, se encuentra en una zona climática lluviosa y subtropical. Pero las precipitaciones de hasta 543 milímetros (21 pulgadas) que cayeron en algunas zonas entre el 26 de abril y el 5 de mayo casi no tenían precedentes, afirman los investigadores de la WWA. Las inundaciones afectaron a más del 90% del estado, dejando al menos 172 muertos.
Otros factores, además del cambio climático - como las deficientes infraestructuras de control de inundaciones y la deforestación - contribuyeron a que las inundaciones fueran más destructivas. Pero fue la interacción entre el cambio climático y El Niño, el calentamiento ocasional del Pacífico ecuatorial oriental, lo que aumentó drásticamente la probabilidad de las precipitaciones, así como su intensidad.
“El cambio climático está amplificando el impacto de El Niño en el sur de Brasil al hacer más frecuente e intenso un acontecimiento extremadamente raro”, declaró en un comunicado Regina Rodrigues, investigadora de la Universidad Federal de Santa Catarina y una de los 13 científicos que colaboraron en el estudio de atribución climática.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, la frecuencia y la intensidad de los fenómenos de lluvias extremas están aumentando en todo el mundo a medida que suben las temperaturas. Por cada 1C de aumento de la temperatura, el aire puede contener alrededor de un 7% más de agua.
Las inundaciones de Brasil continuaron mucho después del periodo cubierto por el análisis de la WWA; a finales de mayo, casi 600.000 personas se habían visto obligadas a abandonar sus hogares. Los científicos de la WWA se centraron en un periodo de 10 días porque incluía las lluvias más severas. Compararon las temperaturas actuales del aire y del mar con las medias históricas para modelizar el impacto de la quema de combustibles fósiles.
La combustión de combustibles fósiles multiplicó por dos la probabilidad de que se produjeran las precipitaciones extremas, y la intensidad de la lluvia entre un 6% y un 9%. En el clima actual (que se ha calentado 1,2C), se espera que un acontecimiento como éste se produzca una vez cada 100 a 250 años, es decir, raramente. Pero si el calentamiento global supera los 2C, la probabilidad será el doble que ahora.
Maja Vahlberg, consultora de riesgos climáticos del Centro del Clima de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, afirmó en un comunicado que los gobiernos deben estar mejor preparados para este tipo de catástrofes en un mundo que se calienta. “Aplicar políticas que hagan a la población menos vulnerable, aumentar la protección contra las inundaciones y restaurar los ecosistemas naturales para amortiguar el impacto de las lluvias torrenciales son algunas de las formas en que los gobiernos pueden evitar muertes humanas y limitar los daños”, afirmó.
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