A la revolución colombiana de Petro se le acaba el tiempo

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Bloomberg — Escuchando últimamente al presidente Gustavo Petro, uno podría pensar que Colombia está a punto de enfrentarse a una revolución.

“Si pretenden dar un golpe de Estado, se enfrentarán al pueblo en las calles”, afirmó Petro refiriéndose a sus rivales políticos en el discurso que pronunció el 1 de mayo en la capital bogotana. “Cuanto más nos retan a la confrontación, más gozo nos da. No retrocederemos”.

El presidente tiene ahinco ya que en el mes de agosto estaría a mitad de su mandato. Como primer presidente de izquierda colombiano, obtuvo el poder con la promesa de solucionar los antiguos déficits sociales del país e iniciar una agenda a favor del medio ambiente.

No obstante, su denominado “Gobierno del cambio” no ha logrado transformar mucho al país, y ya ha gastado una buena parte de su capital político. Si esto le llama una revolución, despiértenme por favor cuando se haya terminado.

Algunas de las grandes reformas que propuso, enfocadas en dar a Colombia más control económico, fueron bloqueadas por el Congreso o disueltas en los tribunales.

Otras, como las reformas pensional, laboral y de educación, enfrentan perspectivas legislativas inciertas. Petro perdió tiempo al inicio de su mandato con un gabinete demasiado al centro para su gusto, y aun critica a ciertos de sus actuales ministros por no ser lo bastante audaces.

La actividad económica continúa siendo moderada en medio de una alta inflación y poca confianza de los inversores. La inseguridad empeora nuevamente en un país con un historial de violencia, crimen organizado y conflictos internos.

Y además su administración se ha visto envuelta en graves escándalos de corrupción. Mientras el índice de aprobación dePetro es de aproximadamente un 34%, luego de llegar un mínimo de 26% en le mes de diciembre, y el 60% de sus ciudadanos desaprueba de su Gobierno.

Como resultado, se ve a un líder cada vez más impaciente y frustrado, cuya estrategia parece errática y a veces contradictoria.

El mismo Petro que denuncia golpes imaginarios en su contra puede pedir a la oposición que trabaje unida para alcanzar un gran “acuerdo nacional”, todo ello durante el mismo discurso.

Tan solo en los últimos meses, ha planteado la idea de cambiar la Constitución, ha arremetido contra el Banco de la República por mantener las tasas de interés demasiado altas, ha tildado de “terrorista” a su predecesor Iván Duque y ha roto las relaciones diplomáticas con Israel por la guerra en Gaza.

La semana pasada, amenazó con un “cese de pagos” si los legisladores se negaban a aprobar un aumento del techo de la deuda nacional, poniendo en duda sus compromisos fiscales y dejando momentáneamente en peligro la moneda y los bonos colombianos.

En cierto modo, la radicalización de Petro es casi inevitable si vemos las cosas a través de sus ojos. Dentro de un año, Colombia empezará a prepararse para las elecciones presidenciales de 2026.

El riesgo para el exguerrillero de 64 años es que su poder se evapore a medida que los actores políticos se posicionan para la carrera (en Colombia no se permite la reelección, de ahí el esfuerzo de Petro por cambiar la Constitución). Al resurgir su retórica polarizadora de lucha de clases, al menos puede movilizar a sus partidarios y a aquellos del electorado que aún simpatizan con sus ideas.

Anteriormente este año, esta estrategia pareció aliviar su índice de aprobación. Pero también tiene límites claros: si la economía no avanza y las preocupaciones por la inseguridad siguen creciendo, es poco probable que la posición de Petro mejore lo suficiente como para marcar la diferencia.

Las estadísticas vitales de la economía ofrecen poco consuelo: a pesar de la desaceleración, la inflación se mantiene por encima del 7%, lo que perjudica el poder adquisitivo y solo permite reducciones moderadas de las tasas por parte del banco central. Se prevé que la economía crezca solo un 1,5% este año, tras expandirse solo 0,6% en 2023, en medio de restricciones fiscales y una contracción de la inversión fija al nivel más bajo desde 2005.

El desempleo subió más de dos puntos porcentuales hasta el 11,3% en marzo, frente al 10% del año anterior. El panorama fiscal del país a largo plazo es cada vez más turbio, ante dificultades cada vez mayores para cumplir sus reglas fiscales.

“Con este nivel de crecimiento y déficit fiscal, la deuda de Colombia es completamente insostenible”, me dijo Felipe Hernández, de Bloomberg Economics. “No necesariamente habrá una crisis fiscal ahora porque la carga de la deuda y sus vencimientos aún son manejables, pero el panorama está empeorando”.

Con ese telón de fondo, la gran pregunta ahora es cómo un líder que luchó toda su vida para llegar al poder, que se cree el verdadero y único representante del pueblo, acepta la irreductibilidad del ocaso de su Gobierno.

El proyecto político de Petro es tan ambicioso y potencialmente hegemónico como otros proyectos nacionalistas de la región, desde los Kirchner en Argentina hasta Andrés Manuel López Obrador en México. El propio Petro ha hablado varias veces de la necesidad de que su movimiento progresista se mantenga en el poder “porque 200 años de olvido no se arreglan en cuatro años”.

Por desgracia para él, Petro no tiene la mayoría en el Congreso de la que goza López Obrador, ni su autodisciplina y el impulso para trascender la historia. Sus negociaciones con un Congreso dividido han sido torpes, y se enfrenta a otros rivales poderosos con una importante capacidad de movilización.

Sin duda, un superviviente político como Petro no caerá sin dar la pelea. Es de esperar que aumenten los enfrentamientos con la clase dirigente y que se convoquen manifestaciones más multitudinarias en las calles.

Podría poner a prueba los límites de sus poderes presidenciales, como impulsar el gasto para apuntalar la economía y tratar de aplicar su programa a toda costa, aun a riesgo de una mala gestión fiscal.

Pero por mucho que algunos colombianos especulen con giros inesperados en esta historia y se permitan comparaciones con el autócrata venezolano Hugo Chávez, no veo cómo el presidente puede permanecer en el poder más allá de 2026 en las circunstancias actuales.

El mejor camino para Petro es que su Gobierno empiece a dar resultados, sobre todo en los frentes de la economía y la seguridad, para que un aliado de su movimiento político tenga la oportunidad de defender su legado y sucederle.

Si no logra estos resultados, lo más probable es que no solo sea el primer presidente de izquierda elegido por los colombianos, sino que termine siendo el único en el futuro inmediato.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

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