Elon Musk ha provocado una vez más una tormenta, esta vez en Brasil.
El pasado fin de semana, este multimillonario dueño de X aseguró que desobedecería las órdenes judiciales del mayor país latinoamericano en el marco de una disputa con el Tribunal Supremo, que ha adoptado medidas enérgicas en contra de las cuentas de redes sociales que propagan desinformación y discursos de odio.
Estas decisiones, en opinión de Musk, forzaron a X a bloquear usuarios de Brasil, entre ellos “diputados en ejercicio e importantes periodistas”, ante la amenaza de multas cuantiosas si no acataba la orden.
Musk prometió reintegrar las cuentas, aunque ello supusiera el cierre total de X en el Brasil, y dirigió sus ataques contra el magistrado Alexandre de Moraes, responsable de diversas investigaciones importantes y a quien algunos consideran la figura más poderosa de su país.
En una serie de tuits, Musk llamó al juez de Moraes desde “brutal dictador” hasta una “vergüenza” y “el Darth Vader de Brasil”.
“Este juez ya ha traicionado de forma descarada y repetida a la Constitución y al pueblo brasileño”, escribió. “Debería renunciar o ser sometido a un juicio político”.
No es necesario ser un experto en el famoso y intrincado sistema legal brasileño para saber que alardear públicamente de desafiar los fallos judiciales no es una buena manera de promover cualquier causa en cualquier nación donde prevalezca el estado de derecho.
Si la empresa sintiera que el juez de Moraes era culpable de extralimitación judicial, podría seguir luchando el caso en los tribunales.
En cambio, Musk vende la controversia como una lucha contra la censura consistente con su espíritu de “libertad de expresión absolutista”. Superficialmente, hay razones para estar de acuerdo con él incluso si Brasil no protege la libertad de expresión de la misma manera que lo hace la constitución estadounidense.
Los excesos del juez de Moraes en nombre de la lucha contra la desinformación y lo que él considera intentos de debilitar la democracia están bien documentados: numerosos comentaristas han advertido sobre fallos y decisiones que tienden a suprimir la libertad de expresión.
Más recientemente, otro juez de la Corte Suprema ha hecho intentos preocupantes de reescribir la historia de la masiva investigación de corrupción Lava Jato, amenazando la credibilidad del país. Ante las crecientes controversias políticas, el extremadamente poderoso tribunal superior de Brasil ha ido aumentando su alcance en los últimos años.
Pero aquí el contexto también importa. Las instituciones de Brasil fueron puestas a prueba durante el gobierno abusivo y en ocasiones abiertamente antidemocrático del presidente Jair Bolsonaro, entre 2019 y 2022. La Corte Suprema actuó para defender el sistema. De hecho, se podría argumentar que fue el baluarte clave contra mayores desventuras políticas.
¿Los llamados a derrocar a un gobierno elegido democráticamente están protegidos por la libertad de expresión? Puede que sea el caso en Estados Unidos bajo la Primera Enmienda, pero en otros países desarrollados ese discurso bien puede considerarse sedición.
¿Debería ser un juego limpio cuestionar la veracidad de una elección sin ninguna prueba de irregularidades?
En el mundo actual, los políticos dejan atrás la verdad para construir sus narrativas independientemente del daño institucional resultante, pero sus exageraciones irresponsables producen consecuencias en la vida real, como lo demuestra el asalto a las principales instituciones de Brasil el año pasado.
La realidad es que, al sufrir acoso personal en ocasiones, los jueces ayudaron al país a atravesar un período de extrema presión. El juez de Moraes también dirige una investigación sobre presuntos intentos de Bolsonaro y sus aliados de dar un golpe militar tras su derrota electoral de 2022.
El expresidente, que recibió a Musk en Brasil en 2022 y lo llamó una “leyenda de la libertad”, bien podría terminar en la cárcel después de que ya se le prohibió volver a postularse para un cargo hasta 2030.
Nada de esto significa pasar por alto los excesos del poder judicial; a medida que este triste período de su historia retrocede, Brasil necesita regresar a un cierto nivel de “normalidad” política.
Independientemente de las motivaciones de Musk, el impacto político de sus acciones en Brasil ha sido inmediato y explosivo: aquellos preocupados por la " tiranía” de los jueces (es decir, el lado de Bolsonaro), saludaron su medida como si estuviera salvando al país de la opresión.
Quienes están en el bando opuesto (es decir, el gobierno) ven un ataque inaceptable a la soberanía de Brasil y una prueba de que las redes sociales necesitan ser fuertemente reguladas.
Y un resultado inmediato es que los intentos de construir un marco legal moderno para las plataformas tecnológicas seguirán posponiéndose en un congreso que ahora tiene otra razón para estar en desacuerdo sobre un tema endiabladamente complejo.
Es por eso que Musk se equivocó al iniciar esta pelea: hablar a la ligera sobre un país que conoce sólo superficialmente y atacar a un juez cuyo apellido ni siquiera puede pronunciar correctamente han sido un flaco favor a Brasil que sólo amplificará la polarización y la discordia política.
Si Brasil no es para principiantes, la política brasileña es sólo para los verdaderamente talentosos. (Por cierto, ¿se atrevería Musk a criticar a un juez de la Corte Suprema de Estados Unidos usando el mismo tono que usó contra el juez de Moraes sabiendo que no estará protegido por estar en una jurisdicción diferente?)
¿Qué es lo siguiente?
El juez de Moraes pareció haber tomado nota de la polémica al anunciar una investigación criminal contra Musk por iniciar una “campaña de desinformación” que podría considerarse obstrucción de la justicia.
Lanzada sólo unas horas después de los comentarios de Musk, la investigación demuestra la poca paciencia que tiene este tribunal para la disidencia, y el presidente del Tribunal Supremo, Luís Barroso, también recordó el lunes que las decisiones judiciales pueden ser apeladas pero no desobedecidas deliberadamente. ¡Imagínese si los tribunales actuaran tan rápido y de forma preventiva en todos los casos!
La gran prueba se producirá si X efectivamente cierra, una posibilidad que la agencia de telecomunicaciones de Brasil habría estado discutiendo con los operadores locales.
El juez de Moraes haría bien en evitar esta trampa porque sólo afirmaría los puntos de Musk sobre la censura y dañaría la imagen del país. Asimismo, Musk debería tener un incentivo para mantener la plataforma en funcionamiento.
Por mucho que un cierre de X pueda ser saludable para la psique nacional (y hablo como un adicto a X confirmado), sospecho que veremos una guerra fría con algunos arrebatos performativos y un acuerdo tácito para evitar el cierre de la plataforma.
Mientras tanto, si yo fuera Musk, pospondría cualquier plan a corto plazo para una visita a Brasil.
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