A medida que Haití avanza hacia el caos, la República Dominicana continúa prosperando. Aunque ambos países comparten la isla de La Española y una larga historia, la República Dominicana es actualmente una de las naciones más ricas de Latinoamérica. Se plantea una pregunta evidente: ¿A qué se debe esta marcada diferencia?
Uno de los planteamientos es contraponer la cultura negra del Caribe a la cultura latina.
No pretendo profundizar en este extenso abanico de asuntos, excepto señalar que, para ser una nación negro-caribeña, Haití es particularmente pobre, y que para ser una nación latina, la situación de la República Dominicana es especialmente buena.
Así que seguramente hay otros factores significativos en juego y, en efecto, las diferencias en las políticas son en gran medida la causa de los distintos resultados.
Tengamos en cuenta la agricultura. Si uno sobrevuela La Española, puede observar una gran diferencia entre los dos lados de la frontera, el haitiano y el dominicano.
La parte dominicana tiene abundantes árboles, en tanto que la haitiana está deforestada. En gran medida, eso se explica por el historial de Haití de debilitar los derechos de propiedad. La “tragedia de los comunes” ha provocado la explotación generalizada de las tierras haitianas.
La deforestación de Haití data al menos de 1730, cuando las políticas coloniales francesas, las exportaciones de madera y el desmonte de tierras para la producción de café causaron daños. Eso perjudicó las perspectivas de la agricultura haitiana, pero gran parte de la tala de árboles tuvo lugar a mediados del siglo XX.
Los haitianos han utilizado durante mucho tiempo el carbón vegetal como fuente de energía, lo que provocó una deforestación descontrolada, erosión del suelo y desertificación. Así, a pesar de su hermoso entorno natural, la mayor parte de Haití no parece verde y resplandeciente.
En la República Dominicana, la deforestación también es un problema, pero no tan grande como el de Haití. Los bosques todavía cubren alrededor del 40% de la tierra del país (las estimaciones para Haití han llegado a tan solo el 2%). La República Dominicana tiene algunos parques nacionales y programas de reforestación, y desarrolló fuentes de energía alternativas para reducir la demanda de carbón vegetal. La cubierta forestal y la calidad del suelo regresaron. El país también está trabajando para vender su reforestación a cambio de créditos de carbono, dándole un mayor incentivo económico para proteger su tierra.
En la medida en que la República Dominicana todavía experimenta deforestación, a menudo proviene del cultivo de ganado, una actividad económicamente mucho más productiva que la recolección de madera para carbón.
Para los ciudadanos de los países ricos, estas diferencias pueden no parecer enormes. Pero la agricultura es un importante motor del desarrollo económico temprano. Los excedentes de la agricultura permiten la acumulación de ahorros, lo que financia inversiones comerciales más amplias y ayuda a las personas a iniciar pequeñas empresas.
La economía obtiene una base para diversificarse hacia la manufactura, como ocurrió en el este de Asia. El crecimiento acelerado de dos dígitos de Etiopía, antes de las recientes y trágicas guerras civiles, también se basó en aumentos de la productividad agrícola.
Hoy la República Dominicana es esencialmente autosuficiente en alimentos, incluido el arroz. Según el gobierno de Estados Unidos, Haití ahora depende de las importaciones para “una porción significativa de los productos agrícolas que consume”, incluido el 80% de su arroz. En 1981, por el contrario, las importaciones de alimentos representaban sólo el 18% de la dieta haitiana.
Hay otras áreas además del uso de la tierra y la agricultura donde existen diferencias políticas entre los dos países. La República Dominicana impulsó su trayectoria de crecimiento con un sistema de zonas económicas especiales a partir de la década de 1980. Según el programa, se invitó a las multinacionales a invertir en el país y se les prometió un trato fiscal y regulatorio favorable.
Hoy más de la mitad de las exportaciones dominicanas resultan de estos acuerdos. Igualmente importante es que los 40 años de historia del programa significan que las empresas ahora lo consideran creíble, por lo que sus beneficios deberían continuar. Estas reformas se consideran un importante motor del crecimiento del país.
Haití no ha hecho nada comparable. Tiene muchas menos zonas, por ejemplo para la producción textil, parte de un programa creado en 2002 y establecido en 2012. Estos acuerdos están plagados de una gobernanza incierta, electricidad poco confiable e instalaciones portuarias inadecuadas, además de corrupción.
No sorprende que la inversión extranjera directa en Haití fuera en bajada . Eso hace que a Haití le resulte más difícil aumentar los salarios, obtener divisas y mejorar su reputación como lugar para hacer negocios. La dependencia del camino aquí es grave, ya que ahora es muy difícil para Haití hacer algo que pueda convencer a los escépticos.
Y todos estos factores son sólo una parte de la historia comparativa más amplia entre Haití y la República Dominicana. A medida que se desarrolla la trágica historia de Haití, tengamos presente que la política económica realmente importa y que hay vidas humanas en juego.
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