Bloomberg — Hibaaq Abdillahi afirma que los viernes sin reuniones han aumentado drásticamente la productividad en Oyster, una empresa de recursos humanos en la que trabaja esta gestora de marcas de 32 años. En trabajos anteriores, tenía viernes de verano, pero eso no ayudaba a aliviar sensación de estar “lista para terminar” al final de la semana.
Oyster es una de las muchas empresas que están probando nuevas formas de resolver un viejo problema: aliviar la monotonía de los viernes. La idea, denominada “viernes de flujo” o “viernes de concentración”, se trata de dar a los empleados más tiempo para hacer cosas al final de la semana.
Sacar más partido a los viernes es desde hace tiempo un problema para las empresas. Los investigadores de la Facultad de Salud Pública de la Universidad A&M de Texas que han estudiado el llamado “efecto viernes” han documentado cómo baja la productividad, tanto si los trabajadores están en la oficina como si trabajan a distancia. Pero solucionar el malestar de los viernes ha cobrado mayor importancia desde la pandemia. Un estudio sobre la disminución del compromiso estima que el costo para la economía estadounidense asciende a US$1,9 billones.
Los primeros intentos de hacer más fructíferos los viernes consistían en suavizar los códigos de vestimenta (Casual Fridays) o dar un par de horas libres durante unos meses (Summer Fridays). Otros intentaron ofrecer pizza o helado gratis. Pero esas estrategias apenas sirvieron para cambiar la tendencia.
Steven Fitzgerald, Presidente de Habanero Consulting Group, en Vancouver, afirma que eliminar las reuniones de los viernes ayuda a su equipo de 65 personas a aprovechar mejor el día y, al mismo tiempo, levanta la moral.
“Es fácil ir de reunión en reunión y, francamente, no le das a tu cerebro espacio para pensar”, afirma.
Algunas empresas están probando la posibilidad de eliminar por completo los viernes por la tarde.
“Podríamos obtener la misma productividad con cuatro días y medio que con cinco”, afirma Mark Benden, catedrático de salud medioambiental y laboral de la Universidad A&M de Texas. “No creo que el viernes por la tarde nos haga ganar mucho”.
Katelyn Rodríguez, de 32 años, de San Mateo (California), considera que los Casual Fridays “aplacan” más que ayudar. Hace unos años, su fin de semana cambió cuando empezó a trabajar para una empresa de comunicación. Le ofrecían los viernes flexibles, lo que le permitía pasar más tiempo con la familia y llevar a su hija a clases de música. “Ha sido fantástico”, dice Rodríguez, que trabaja como diseñadora.
En la plataforma de venta de entradas Eventbrite, los empleados tienen libre el primer viernes de cada mes. Roseli Ilano, jefa de comunidad de la empresa, dice que se toma el día para ver Netflix y cuidar de su madre anciana. “Es una ventaja que valoro mucho”, afirma Ilano, que vive en Oakland.
Gran parte de la experimentación en el lugar de trabajo tras la pandemia se ha producido en empresas más pequeñas, pero eso está cambiando poco a poco. Shopify, la empresa de software de comercio electrónico, acaparó los titulares el año pasado con su iniciativa de eliminar las reuniones innecesarias. JM Smucker estableció lo que denomina semanas centrales, en las que se pide a los empleados que acudan a la oficina de martes a jueves cada dos semanas.
Otras empresas han seguido el camino inverso: United Parcel Service y JPMorgan Chase, por ejemplo, han impuesto a algunos trabajadores cinco días a la semana en la oficina. Deutsche Bank prohíbe al personal trabajar desde casa los viernes y el lunes siguiente.
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