Bloomberg Opinión — Pese a todas sus diferencias con el presidente Joe Biden, los legisladores republicanos apoyan al menos una de las prioridades clave de la administración: bloquear el acceso de China a las tecnologías avanzadas estadounidenses. Si el Congreso espera que estas restricciones a la exportación funcionen, debería proporcionar más apoyo a la agencia responsable de hacerlas cumplir.
La Oficina de Industria y Seguridad (BIS, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio, integrada por aproximadamente 500 personas, tiene la tarea de elaborar y hacer cumplir reglas que dicten qué productos fabricados con tecnología estadounidense pueden venderse en el extranjero, a quién y con qué fines. También emite licencias que aprueban determinadas transacciones. La misión de la agencia adquirió mayor importancia y complejidad el año pasado, cuando Estados Unidos impuso restricciones radicales a las exportaciones de tecnología avanzada de semiconductores a China. Las normas apuntan a frenar el progreso tecnológico del país asiático, no sólo su acceso a artículos específicos de doble uso.
La secretaria de Comercio, Gina Raimondo, ha abogado por una financiación acorde con el mandato ampliado de la agencia. El BIS tiene “un presupuesto de US$200 millones”, dijo recientemente. “Es como el costo de unos cuantos aviones de combate. Hay que financiar esta operación como necesita ser financiada”. El Gobierno solicitó un aumento de US$31 millones en el presupuesto del BIS para el año fiscal 2024 a US$222 millones. Sus defensores argumentan que se necesita aún más, ya que la mitad del aumento será devorado por la inflación.
Sin embargo, en lugar de prestar atención al llamado de Raimondo de fortalecer la capacidad del BIS para controlar a China, los halcones del Partido Republicano han objetado la solicitud. Liderados por Michael McCaul, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, acusan a los funcionarios del BIS de repartir licencias de manera demasiado promiscua. Para respaldar sus críticas, McCaul y otros dos republicanos publicaron este mes un informe en el que señalaban que la agencia aprobó casi el 90% de las solicitudes de exportación a China en 2021 (la cifra cayó por debajo del 70% en 2022).
Si bien vale la pena explorar algunas de las recomendaciones del informe, varias de sus conclusiones son engañosas. El BIS aprueba tantas licencias en gran parte porque las empresas no se molestan en solicitarlas cuando es probable que sean rechazadas. Y si bien es cierto que en algunos casos China ha frustrado los controles estadounidenses, eso parece haber dependido más del contrabando, la creación de empresas fantasma y la búsqueda de ayuda de competidores estadounidenses que de timar a los ingenuos reguladores del BIS.
Ciertamente, Raimondo y sus asistentes deberían asegurarse de que los funcionarios del BIS examinen minuciosamente las solicitudes de licencias e investiguen a fondo las posibles trampas. Como han sugerido McCaul y otros, deberían trabajar con países con ideas afines para modernizar el régimen global de control de exportaciones.
Una mayor financiación ayudaría al BIS a abordar todos estos desafíos. A cambio, la agencia debe garantizar que el dinero se gaste sabiamente. Modernizar los sistemas de TI obsoletos debería ser una prioridad máxima: un informe reciente calculó que “inversiones relativamente modestas” en tecnologías digitales harían que el personal de las agencias fuera de 5 a 10 veces más productivo. La agencia debería reclutar analistas más capacitados para realizar un seguimiento de la rápida evolución tecnológica y contratar más agentes fiscalizadores, con habilidades lingüísticas adecuadas, para detectar a los infractores. Es necesario dedicar mayor atención a evaluar si las sanciones están funcionando y a corregir las que no.
El Congreso no debería convertir lo perfecto en enemigo de lo bueno. Incluso mientras los legisladores debaten si ser aún más duros con China y cómo hacerlo, el BIS necesita recursos adecuados para hacer su trabajo actual. Sería miope no proporcionárselos.
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