Bloomberg Opinión — “Déjame que te hable de las personas muy ricas. Son diferentes de ti y de mí”. F. Scott Fitzgerald podría haber añadido que también son generacionalmente diferentes entre sí.
Por primera vez en la historia del estudio anual de multimillonarios de UBS Group AG, los nuevos multimillonarios acumularon más riqueza por herencia que por iniciativa empresarial: Unos US$151.000 millones fueron heredados por 53 herederos en el año transcurrido hasta el 6 de abril, frente a los 141.000 millones de fortunas de 84 nuevos multimillonarios hechos a sí mismos.
Como señala el banco suizo, puede que el giro fuera esperado, pero este “gran traspaso de riqueza” está cobrando impulso. Se espera que más de mil empresarios multimillonarios de edad avanzada leguen US$5,2 billones a sus herederos en las próximas dos o tres décadas.
Lo sorprendente son los resultados de una encuesta relacionada de UBS, que muestran actitudes opuestas entre los que se han hecho a sí mismos y sus sucesores. Los principales objetivos de los multimillonarios de segunda generación son permitir que sus descendientes se beneficien de la misma riqueza (una prioridad también de los multimillonarios de primera generación) y continuar y hacer crecer lo que habían conseguido sus antepasados. Pero apenas un tercio de los herederos multimillonarios citaron “objetivos filantrópicos / tener un impacto en el mundo y la sociedad” como su principal objetivo. En el caso de los multimillonarios de primera generación, la proporción era del 68%.
Sólo el 16% de los herederos dan prioridad a “capacitar o apoyar a otros”, por ejemplo mediante legados culturales o patrocinio deportivo, frente al 48% de los multimillonarios de primera generación.
Sin embargo, al mismo tiempo, UBS identifica una tendencia de los multimillonarios de segunda generación a invertir con fines de impacto social o a gestionar las empresas “de forma que aborden cuestiones medioambientales y sociales.”
¿Cómo interpretar estas conclusiones, que en parte parecen contradictorias?
La muestra de la encuesta sólo tiene 79 encuestados, por lo que hay que ser cauteloso a la hora de sacar conclusiones definitivas. Aun así, hay un sentido diferente de la responsabilidad entre las generaciones, diferentes actitudes ante el riesgo y una división en las donaciones filantrópicas.
Esto quizá no debería sorprender. Un multimillonario hecho a sí mismo posee el negocio principal que construyó, donde se habrá sentido cómodo asumiendo riesgos y afrontando los inevitables fracasos. Probablemente tendrán una cartera de inversiones diversificada y de menor riesgo para conservar la riqueza que ese negocio arroja en dividendos. A su vez, estos activos pueden financiar actividades filantrópicas que apoyen las causas que preocupan al empresario y respondan a las expectativas que la sociedad tiene de los ricos.
Es casi seguro que el heredero no tiene la misma experiencia de asumir riesgos, asumir errores y volver a empezar tras los reveses. Incluso ganar dinero con dinero puede haberles parecido fácil. Al fin y al cabo, los precios de los activos se hincharon en la época de bajos tipos de interés posterior a la crisis financiera de 2008.
Quizá heredaron la empresa familiar, o quizá recibieron el producto de su venta. En cualquier caso, suelen empezar como gestores de patrimonio, no como empresarios. No ven como tres actividades distintas dirigir un negocio, gestionar una cartera de inversiones segura y hacer filantropía. Cuando buscan objetivos sociales, éstos se mezclan con los rendimientos financieros de un conjunto de inversiones más típicamente arriesgadas. Hay pocos filántropos puros entre los herederos multimillonarios.
La necesidad de legitimar su riqueza a los ojos de la sociedad debe ser mucho mayor entre los multimillonarios de segunda generación. No pueden defender sus riquezas diciendo que se las han ganado trabajando duro. Pero si son reacios a donar dinero porque no se lo han ganado ellos mismos (UBS dice que suele ser el caso), su siguiente opción es causar un impacto con sus inversiones. El sector de la filantropía tiene mucho trabajo por delante para demostrar que podría desplegar mejor esos recursos financieros.
Más de la mitad de los multimillonarios encuestados consideran que uno de sus mayores retos es inculcar a los herederos los valores, la educación y la experiencia necesarios para tomar el relevo. Esto apunta a la obligación de transmitir algo más que riqueza. Si el impulso y el apetito de riesgo que crearon sus riquezas no pueden transmitirse, tal vez sí puedan hacerlo la sabiduría en la gestión responsable de la riqueza. El mundo no puede permitirse que este grupo tenga más dinero que sentido común.
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