Cómo saber si un acuerdo climático tendrá éxito o fracasará

Comparar dos compromisos asumidos en la COP26 de Glasgow, uno para frenar la deforestación y otro para hacer frente a las fugas de metano, muestra los límites y el potencial de tales acuerdos

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Bloomberg — El tema del clima está a punto de ponerse muy ruidoso con la llegada de más de 70.000 personas a los Emiratos Árabes Unidos para asistir a la cumbre COP28, la cual comienza la semana que viene, y dar sentido a los numerosos anuncios que están a punto de aterrizar será todo un reto.

Los principales titulares se centrarán, con razón, en lo que acuerden casi 200 países en la reunión respaldada por Naciones Unidas. Al final de un año en el que se han batido récords en cuanto a emisiones que calientan el planeta y temperaturas globales, la atención se centrará en si, a pesar de las crecientes tensiones geopolíticas, los líderes mundiales pueden hacer algo significativo para evitar un calentamiento más catastrófico.

Pero el comunicado final no es el único lugar donde buscar avances. La gran mayoría de los asistentes a la COP28 no son negociadores gubernamentales, sino representantes de empresas, organizaciones sin ánimo de lucro e instituciones académicas que quieren mostrar su apoyo a la causa a su manera. Parte de ese apoyo consistirá en iniciativas voluntarias para hacer frente a los innumerables problemas que nos plantea el cambio climático, desde la financiación de proyectos de energías renovables hasta la creación de sistemas alimentarios más benignos.

Estos acuerdos paralelos son bienvenidos, afirma Christiana Figueres, ex jefa del organismo de la ONU encargado del clima y responsable de las reuniones de la COP. “Pero no basta con recoger los frutos y ponerlos en una macedonia”, dijo. “Necesitamos más responsabilidad”.

La comparación de dos compromisos asumidos en la COP26 de Glasgow, uno para detener la deforestación y otro para abordar las fugas de metano, muestra los límites y el potencial de tales acuerdos.

Aunque más de 100 países prometieron detener y revertir la deforestación en 2021, el año pasado dos de las naciones más forestadas, Brasil y la República Democrática del Congo, ya habían empezado a retroceder. Se estaban talando más árboles que antes y los países estaban apostando con más fuerza por el petróleo y el gas. Para intentar remediarlo, el Reino Unido propuso una nueva iniciativa en la COP27 para “garantizar un mecanismo de cumplimiento a largo plazo” del compromiso de Glasgow que supervisaba. Pero esta vez sólo se adhirieron 26 países.

Brasil ha empezado a cambiar el rumbo de la deforestación este año con una nueva administración política al frente.

La historia ha sido distinta con el Compromiso Mundial sobre el Metano, en el que más de 80 países acordaron reducir colectivamente las emisiones de este gas de efecto invernadero superpotente en un 30 por ciento para 2030. Desde entonces, el número de signatarios casi se ha duplicado, abarcando más de la mitad de las emisiones mundiales de metano.

Una de las razones de su éxito es que la industria del petróleo y el gas se ha sumado a la misión de reducir el metano. Es una forma barata y fácil de demostrar que están tomando medidas, y tiene la ventaja añadida de reducir la intensidad de carbono de su producto a medida que aumentan los llamamientos para abandonar más rápidamente los combustibles fósiles.

Según Edmond Rhys-Jones, codirector del centro sobre el clima del Boston Consulting Group, el anuncio sobre el metano en 2021 supuso una señal clara y factible para las empresas. Afirma que la empresa pudo decir a sus clientes: “Esperamos que esto se transmita en cascada a la política nacional, lo que les afectará directamente”. BCG trabaja ahora con los dirigentes de la COP28 en una nueva iniciativa que se centrará en las emisiones de sectores industriales como el cemento y el acero, que calientan el planeta.

Otra razón por la que el compromiso sobre el metano ha cobrado impulso es el apoyo de los gobiernos. EE.UU. y la Unión Europea han sido sus principales defensores, y el Presidente Joe Biden pidió a principios de año a las principales economías y organizaciones filantrópicas que comprometieran US$200 millones para ayudar a los países en desarrollo a cumplir el objetivo.

Y ha habido avances al margen del compromiso. China es el mayor emisor de metano del mundo, sobre todo a través de la minería del carbón, y no es signataria del Compromiso Mundial sobre el Metano. Pero tras los esfuerzos diplomáticos de EE.UU. y la UE, anunció un plan para reducir las emisiones de metano a principios de este mes. Algo parecido podría ocurrir con Turkmenistán, otro gran emisor de metano al que EE.UU. intenta convencer para que reduzca sus emisiones.

Pero el voluntarismo tiene sus límites. Es poco probable que algunos de los otros grandes emisores de metano, como Rusia e Irán, firmen el Compromiso Mundial sobre el Metano o que se les convenza para que tomen medidas en acuerdos bilaterales. Por eso, a medida que aumentan las actividades paralelas a las reuniones de la COP, crecen los llamamientos a reformar el proceso principal para establecer objetivos más agresivos de reducción de las emisiones de carbono y recaudar fondos para ayudar a los países pobres a adaptarse a un planeta más cálido.

Figueres señala que las COP se diseñaron para que los gobiernos del mundo firmaran objetivos climáticos jurídicamente vinculantes, no para establecer políticas específicas sobre cómo alcanzarlos. Dado que las circunstancias de cada país son tan diferentes, las COP “nunca fueron concebidas para aplicar” medidas detalladas, afirma. Por ejemplo, cada gobierno que firmara un compromiso sobre deforestación o metano tendría que tomar sus propias decisiones sobre incentivos y sanciones para cumplir el acuerdo.

Pero a medida que el mundo sigue sin alcanzar el objetivo de alto nivel establecido en el Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5C respecto a la época preindustrial, un debate recurrente en el mundo de la diplomacia climática es si es necesario hacer más hincapié en cómo desplegar soluciones a través de políticas y financiación. “La pregunta es”, dijo Figueres, “¿se rediseña la COP para este nuevo propósito de apoyar la implementación?”.

-- Traducción del inglés de Adam Critchley

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