¿Quiere que su ropa reduzca nuestros bosques?

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¿Tiene idea de qué ropa lleva? No hablo solo de si es una blusa o un chándal, o si se trata de ropa de diseñador o de fast fashion (moda rápida). Estoy hablando del tejido y de su origen.

Un tejido como el algodón es bastante fácil de reconocer, y la mayoría sabe que la lana se obtiene de las ovejas. Sin embargo, ¿sabías que el lino procede de la planta de lino de flor azul? ¿Y que la cachemira y el mohair se obtienen de diferentes razas de cabra, mientras que el angora procede de un tipo de conejo? ¿Que el poliéster y la poliamida se elaboran a partir del petróleo?

Tal vez la historia menos conocida del origen, y quizá una de las más trascendentales para las crisis climática y de la biodiversidad, es que tejidos como la viscosa, el lyocell y el modal antes eran árboles.

Todos estos tejidos, denominados fibras celulósicas artificiales (MMCF, por sus siglas en inglés), se fabrican a partir de pulpa de madera disuelta y constituyen algo más del 6% de nuestra ropa. No obstante, su producción está aumentando conforme las marcas intentan encontrar materiales más sostenibles. Este tipo de fibras de origen forestal tienden a utilizar menos agua y energía que otros tipos de tejidos. Además, podrían ser completamente biodegradables (en función de los productos químicos que se empleen para su tratamiento y teñido) y proceden de un recurso renovable. De momento, todo correcto.

El problema es que cualquier cadena de suministro basada en madera conlleva riesgos de deforestación, contaminación del agua, erosión del suelo, pérdida de biodiversidad y enfrentamientos con las comunidades indígenas que dependen de los bosques para sobrevivir y mantener su forma de vida. Canopy, una organización ambiental sin fines de lucro que se centra en la protección de bosques antiguos y en peligro de extinción, estima que cada año se talan 300 millones de árboles para MMCF , y ha habido informes que vinculan la deforestación desenfrenada con algunos de los mayores productores de pulpa y viscosa del mundo .

Las empresas de ropa deben hacer más para garantizar que la viscosa que utilizan sea sostenible y no contribuya a la pérdida de preciados sumideros de carbono en todo el mundo. También deben tomar la iniciativa de educar a sus propios consumidores sobre de qué está hecha su ropa.

La manera de garantizar realmente que una falda de viscosa no sea producto de la apropiación de tierras o la deforestación es una cadena de suministro rastreable. Ahí es donde entran las organizaciones no gubernamentales como PEFC por sus siglas en inglés, Programa para el Reconocimiento de la Certificación Forestal) y FSC (por sus siglas en inlgés, Certificación de manejo forestal). Establecen los estándares mediante los cuales los bosques y productos pueden certificarse como gestionados o obtenidos de forma sostenible. Los estándares pueden variar dependiendo de las necesidades de un país pero, en general, las empresas forestales deben demostrar que están protegiendo árboles antiguos o veteranos, manejando de una manera que promueva la biodiversidad y proteja las especies, limitando el uso de pesticidas y no convirtiendo bosques establecidos en plantaciones de monocultivos.

En el caso de PEFC, un bosque es inspeccionado por un auditor externo que decide si cumple con el estándar nacional específico para un bosque gestionado de manera sostenible. Si bien el certificado es por cinco años, el bosque se somete a auditorías anuales para asegurarse de que sigue funcionando bien. También existe un proceso separado para el resto de la cadena de suministro, en el que cada propietario legal del producto forestal es auditado para obtener un certificado de cadena de custodia. Esto es para garantizar que los materiales derivados del bosque estén certificados y rastreados durante todo el proceso de fabricación y que cada parte interesada cumpla con ciertos requisitos laborales, incluido el trabajo infantil o forzado. Si todos los integrantes de la cadena de suministro (desde el bosque hasta el estante) participan en esto, el resultado final es un sello que garantiza a los clientes que el producto (ya sea una caja de PG Tips (té) o madera para la construcción) se obtiene de manera responsable.

Aproximadamente entre el 60 % y el 65 % de los MMCF están certificados por FSC o PEFC, lo que incluye materias primas procedentes de bosques gestionados de forma sostenible y fuentes controladas de bajo riesgo. Eso deja hasta un 40% de la viscosa procedente de fuentes peligrosas. La certificación dentro de la industria de la moda tampoco se adopta actualmente más allá del nivel de fibra, por lo que la mayoría de los consumidores no tienen una manera creíble de verificar si la prenda que están comprando está relacionada con una fuente de deforestación.

Por supuesto, es posible que algunos compradores no sepan que algunas telas provienen de los bosques. Julia Kozlik, líder del programa textil de PEFC, me dijo que incluso hace unos años, muchas marcas de moda tampoco habrían establecido la conexión. Pero nuevas regulaciones, como el Reglamento sobre Deforestación de la Unión Europea y la Directiva sobre Declaraciones Verdes, están obligando a las empresas a ser mucho más conscientes de lo que sucede en sus cadenas de suministro. Alrededor del 50% de las marcas de moda que se han comprometido con PEFC ahora tienen políticas u objetivos para abastecerse únicamente de bosques certificados gestionados de forma sostenible. El valor de crear una cadena de suministro totalmente rastreable para las marcas es que pueden hacer afirmaciones ecológicas verificadas sobre su abastecimiento.

Pero aún queda trabajo por hacer. En un taller al que asistí, se plantearon múltiples barreras para adoptar una cadena de suministro de MMCF totalmente rastreable y certificada, que van desde el costo y la carga de papeleo adicional hasta la falta de concienciación de los consumidores.

La verdadera barrera es que la cadena de suministro de la moda es complicada y fragmentada. Pero es posible lograr la trazabilidad, como lo ha demostrado la industria papelera. Varios artículos aleatorios en mi escritorio (una tarjeta de cumpleaños, una caja de tiritas, un paquete de pañuelos de papel, un libro) tienen algún tipo de etiqueta de certificación impresa para mostrar que el papel proviene total o parcialmente de fuentes sustentables. La industria de la confección aquí no comienza desde cero; tiene una plantilla bien utilizada para copiar con procedimientos y organizaciones establecidos.

Es positivo que las marcas estén comenzando a examinar adecuadamente sus productos y es posible que pronto comencemos a ver esos sellos PEFC o FSC en las etiquetas de la ropa.

Sin embargo, todavía queda la cuestión más amplia de la educación del consumidor. Si los compradores no saben que su ropa proviene de árboles, no preguntarán cómo se cosechan esos árboles. Y si no plantean esas preguntas, es posible que algunas marcas sigan resistiéndose a avanzar hacia una verdadera trazabilidad.

Esta es mi manera de decirte que averigües qué llevas puesto. Si no queda claro de inmediato, debe exigir información.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

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