Bloomberg — La economía dice que ya es hora de que el Fondo Monetario Internacional eche el freno a Argentina. La geopolítica explica por qué aún no lo ha hecho.
En los últimos cinco años, el Fondo ha prestado 43.000 millones de dólares en repetidos rescates a la nación latinoamericana -múltiplos más de lo que nadie ha recibido- con resultados desastrosos.
En vísperas de una votación presidencial crucial, Argentina tiene una inflación del 124% y su economía está de nuevo en profunda recesión. El último programa del FMI, como tantos otros anteriores, se ha venido abajo.
Pero el país sigue recibiendo dinero del FMI, y la escalada de la guerra fría entre Estados Unidos y China, con América Latina como escenario clave de la competición, es una de las razones.
Argentina es un campo de batalla
En la tensa relación del FMI con Argentina, según conversaciones mantenidas con personas de ambas partes, las consideraciones estratégicas a veces pesan más que las puramente financieras. Y los crecientes lazos de Argentina con Pekín han causado revuelo en Washington, donde tiene su sede el Fondo.
“Los que ven cada vez más a América Latina a través del prisma de una competición entre grandes potencias son muy conscientes de que Argentina es un campo de batalla”, dice Benjamin Gedan, director del Programa para América Latina del Wilson Center.
Un buen ejemplo se produjo en junio, cuando el ministro de Economía, Sergio Massa, que es uno de los tres candidatos en las elecciones del 22 de octubre, utilizó dinero prestado de China para pagar una parte de la deuda de Argentina con el FMI. Esto no había ocurrido nunca en las ocho décadas de historia del Fondo.
El dinero procede de una línea swap de 18.000 millones de dólares con el banco central chino. La próxima semana, mientras los jefes y miembros del FMI se reúnen en Marruecos, el presidente saliente de Argentina, Alberto Fernández -que no se presenta a la reelección-, tiene previsto acudir a Pekín para pedir que se le conceda más crédito. Argentina también ha sido invitada a unirse a China y Rusia en el grupo BRICS de naciones emergentes, considerado un rival de las alianzas lideradas por Estados Unidos.
Con este telón de fondo, el FMI desembolsó otros 7.500 millones de dólares en agosto, a pesar de que Argentina no había cumplido ninguno de los objetivos económicos que se suponía eran condición para el pago.
Un indicador revelador de que la política de poder pesó en la decisión: En las tensas semanas previas, el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca participó activamente en las conversaciones con el FMI para ayudar a alcanzar un acuerdo que permitiera el último desembolso a Argentina, según personas con conocimiento directo.
Pérdida de paciencia
La próxima revisión del FMI no está prevista hasta después de las elecciones, aunque el calendario se complica por la posibilidad de una segunda vuelta en noviembre si ningún candidato consigue una clara victoria en la primera ronda. El resultado podría relegar la geopolítica a un segundo plano.
Esto se debe a que los dos rivales de Massa -Javier Milei, un outsider libertario que quiere deshacerse del peso argentino y hacer del dólar estadounidense la moneda nacional, y Patricia Bullrich, de la coalición pro-empresarial- se han manifestado en contra de la pertenencia a los BRICS. Milei, favorito desde su sorprendente victoria en las primarias de agosto, ha llegado a decir que cortaría los lazos diplomáticos con China.
Si cualquiera de los dos gana, es probable que la atención vuelva a centrarse en la economía. Durante una campaña electoral volátil, el FMI se mostró reacio a desencadenar un estallido y ser culpado de influir en el resultado. Sin ese escudo, cualquier nuevo gobierno tendrá que ser más estricto.
Ambos candidatos de la oposición prometen el tipo de reformas favorables al mercado en las que el Fondo ha insistido durante décadas. Milei afirma que aplicará una “motosierra” al gasto público, que, junto con la emisión de moneda por parte del Banco Central, es considerado por muchos economistas la raíz de los males de Argentina.
Pero tanto dentro como fuera del Fondo, los funcionarios tienen la sensación de que la paciencia se ha agotado y que recortar la ayuda del FMI a Argentina podría convertirse en algo más que una amenaza vacía.
Tendrá que haber un reinicio después de las elecciones, dice Mark Sobel, un funcionario del Tesoro responsable de los vínculos con el FMI desde 2000 hasta 2015, y luego el representante de EE.UU. en el Fondo hasta 2018. EE.UU. estaría dispuesto a permitir el impago de Argentina, afirma.
Un portavoz del FMI dijo en respuesta a las preguntas que están evaluando las recientes acciones del gobierno, y las medidas compensatorias que podrían ayudar a estabilizar la economía. Al Fondo y a sus miembros les interesa seguir trabajando con Argentina en políticas que promuevan la prosperidad y protejan a los más vulnerables, dijo el portavoz.
La actual pila de deuda del país con el FMI no es principalmente una consecuencia de que el Fondo decidiera prestar mucho dinero al gobierno de centro-izquierda de Fernández y Massa. Es un resabio de la línea de crédito de 56.000 millones de dólares -todavía la mayor de la historia del FMI- concedida al entonces presidente Mauricio Macri en 2018 y 2019.
Nuevo comienzo, vieja historia
Se consideraba que Macri, favorable al mercado, ofrecía un nuevo comienzo, después de que Argentina hubiera estado dirigida por el estatista movimiento peronista durante década y media. Era amigo de Donald Trump, que había hecho negocios con su padre. El Tesoro estadounidense y el propio FMI querían ver triunfar a Macri, según personas con conocimiento directo. También los inversores, que invirtieron miles de millones en Argentina.
Pero la gestión económica de Macri resultó desastrosa. Su programa de ajuste fiscal se estancó en el Congreso, los mercados empezaron a alarmarse por el aumento de la inflación y la creciente brecha presupuestaria, y el esfuerzo de rescate del FMI no pudo revertir la situación. Los votantes le echaron de la presidencia en 2019.
Desde entonces, mientras que la inflación se ha más que duplicado bajo el mandato de Fernández y el crecimiento se ha visto afectado por la pandemia y una grave sequía, los programas del FMI para Argentina han consistido básicamente en refinanciar la deuda sin aplicar grandes reformas.
Antes de recibir el pago de agosto, Massa accedió a devaluar el peso un 18%, lo que ha disparado aún más la inflación. Pero a los pocos días de recibir el dinero, el titular de Economía dio la espalda a los compromisos de austeridad y se lanzó a una carrera de gastos para ganar votos. Aumentó las ayudas sociales y los salarios públicos, y recortó drásticamente el impuesto sobre la renta, lo que provocó una inusitada crítica pública del FMI.
Si Massa pierde, significará otro zigzag político para Argentina -que sólo en la última década ha pasado del populismo a una postura pro-mercado y luego de vuelta- y puede que uno aún más brusco si gana el defensor de la dolarización Milei.
Estos giros de 180 grados refuerzan la sensación de que la sociedad argentina no sabe a qué marco político está dispuesta a atenerse. El problema se remonta al pasado, sobre todo a la crisis de 2001, cuando el colapso del programa del FMI desencadenó una profunda recesión y malestar social, convirtiendo al Fondo en una presencia tóxica para muchos argentinos.
Una apuesta fallida
Cualquier programa postelectoral del FMI sería el vigésimo tercero del país, lo que lo sacaría del empate con Ecuador y lo situaría en el primer puesto como prestatario más frecuente del Fondo. Y dependería de que el próximo gobierno asumiera las duras medidas de austeridad.
Milei y Bullrich dicen que lo harán. Según Alejandro Werner, jefe del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI hasta 2021, el FMI carecerá de influencia para obligarles a cumplir sus promesas, después de dejar que la actual administración se saliera con la suya con políticas laxas.
“Argentina dirá: ‘Oye, el programa que acabas de aprobar para Massa en agosto es mucho más débil que el mío, así que no hay nada que negociar”, dijo.
Conceder más crédito a Argentina podría empeorar el golpe de reputación que el Fondo ya ha recibido, al asignar una parte tan grande de su cartera de préstamos a un país de renta media, provocando el resentimiento de los más pobres, y con poco que demostrar por todo ello.
La geopolítica ayudó a que el crédito siguiera fluyendo. Aun así, en algún momento el prestamista -y su principal accionista, EE.UU.- podrían dar por concluido el proceso.
“Va a ser muy difícil proporcionar recursos sustanciales a Argentina en el futuro”, dice Mark Rosen, el funcionario estadounidense en la junta del FMI de 2019 a 2021. “Argentina fue una apuesta fallida”.
Lea más en Bloomberg.com