Bloomberg Opinión — Finalmente, la búsqueda de respuestas sobre el Covid-19 prolongado está dando algunas pistas. Un nuevo estudio, dirigido por la Escuela de Medicina Icahn del Monte Sinaí y la Escuela de Medicina de Yale y publicado en Nature, define algunas diferencias críticas en determinados biomarcadores de las personas con Covid-19 prolongado. El siguiente paso es aún más crítico: encontrar una forma de curarlas.
Un gran número de personas en Estados Unidos padecen síntomas persistentes. Dos nuevos informes publicados esta semana por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han revelado que, en 2022, unos 18 millones de adultos declararon haber padecido alguna vez Covid-19 prolongado, y unos 8,8 millones padecen actualmente esta enfermedad. En ese tiempo, aproximadamente 1 millón de niños se habían visto afectados, y unos 360.000 declaraban padecerla en la actualidad.
No todos esos millones de personas tienen los mismos síntomas (algunas experimentan niebla cerebral y fatiga extrema, mientras que otras pueden tener dificultad para respirar o pulso acelerado) y su susceptibilidad a la enfermedad está formada por una probable larga lista de factores. Entre ellos podrían estar sus antecedentes médicos, sus vacunaciones anteriores, infecciones previas e incluso sus genes.
Por ello, el Covid-19 prolongado ha desafiado las explicaciones sencillas. Y hasta ahora, los médicos deben basar sus diagnósticos en síntomas a veces vagos, en lugar de en una molécula que pueda medirse, o un verdadero biomarcador de la enfermedad. “Todo el mundo quiere un único biomarcador, todo el mundo quiere un único tratamiento”, dice David Putrino, director de innovación en rehabilitación del Sistema Sanitario Monte Sinaí. “Eso no es realista para el Covid-19 prolongado”.
Una esperanza más realista es que los investigadores puedan ofrecer algún día a los médicos una especie de manual de “cómo hacerlo” para el Covid-19 prolongado, con una batería de pruebas para determinar con precisión qué va mal y, en el mejor de los casos, los tratamientos. El nuevo estudio es un paso importante hacia ese objetivo, y debería ofrecer a los pacientes la esperanza necesaria de que las respuestas podrían estar en camino.
En lo que los investigadores consideran una primicia, hicieron un estudio detallado de las diferencias entre las personas con Covid-19 prolongado y las sanas (una mezcla de las que nunca tuvieron Covid-19 y las que se recuperaron de su infección). Sabiamente, excluyeron a quienes habían sido hospitalizados con Covid-19, para no confundir los síntomas persistentes explicables (por ejemplo, los causados por el daño pulmonar tras una semana de intubación) con los más misteriosos que siguen a una infección leve.
Cuando compararon una lista exhaustiva de mediciones, unas pocas destacaron como características distintivas del Covid prolongado. Entre ellas, la señal más fuerte: Muchas personas con Covid-19 prolongado tenían niveles mucho más bajos de cortisol, que regula nuestra sensación de alerta. En una persona sana, la hormona del estrés alcanza su punto más bajo hacia medianoche, y luego alcanza su punto máximo entre las 6 y las 8 de la mañana. Esa falta de cortisol podría ayudar a explicar la fatiga que aplasta los huesos que experimentan algunas personas con Covid-19 prolongado.
Los investigadores ya están trabajando para comprender la causa fundamental de ese desequilibrio hormonal, trabajo que en última instancia debería apuntar a estrategias de tratamiento.
También observaron diferencias clave en las respuestas inmunitarias. Las personas con Covid-19 prolongado mostraban signos de activación de células B y agotamiento de células T, indicios de que el organismo ha estado luchando contra algo durante mucho tiempo, afirma Putrino.
Este resultado da credibilidad a una teoría sobre la causa del Covid-19 prolongado: algunas personas nunca eliminan completamente el virus. Su sistema inmunitario sigue reaccionando ante lo que percibe como una amenaza, durante meses y meses. Los investigadores están llevando a cabo ensayos clínicos para ver si tratar a las personas con ciclos más largos de Paxlovid, el antiviral de Pfizer, podría eliminar ese virus persistente y ayudarles a sentirse mejor.
El último gran hallazgo fue que, en algunas personas con Covid-19 prolongado, se reactivaron otros virus latentes, como el virus de Epstein Barr, que permanece latente pero no desaparece. Una teoría es que el sistema inmunitario, agotado por el Covid-19, empieza a perder también su capacidad de mantener a raya esos virus latentes.
Ninguna de estas señales debe tomarse como la llegada de una prueba sencilla para la enfermedad crónica. Pero eso no significa que los hallazgos no sean una buena noticia para los millones de personas que luchan contra el Covid-19 prolongado. Aunque no es exactamente el conjunto completo de herramientas diagnósticas que muchos desearían ahora, esta breve lista podría ser útil. Los médicos pueden realizar muy fácilmente un panel hormonal completo para buscar desregulaciones y también pruebas de reactivación del virus latente, afirma Putrino.
Y Putrino sugiere que pronto se obtendrán más datos. Además, este tipo de investigación debería convertirse en una plantilla para estudiar otras misteriosas afecciones de larga duración, como el ME/CFS, conocido más comúnmente como síndrome de fatiga crónica, o la larga enfermedad de Lyme.
Por último, el trabajo ofrece pruebas concretas y biológicas de que el Covid-19 prolongado es real. Eso da a las personas con Covid-19 prolongado una útil réplica a los escépticos que creen que su enfermedad es exagerada o simplemente está en sus cabezas.
Es un progreso importante para los millones de personas cuyas vidas se han visto interrumpidas por los síntomas crónicos. Y es un paso necesario para encontrar curas.
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