Una ola migratoria sin precedentes en todo el hemisferio occidental tensiona a las comunidades y agita la política en múltiples países. No obstante, ante una escasez de capital humano que también plantea un enorme desafío, este movimiento podría ser una oportunidad para los países y las economías que pueden integrar a los millones de extranjeros que se encuentran dentro de sus fronteras.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, más de 100 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a abandonar sus hogares debido a desastres naturales, represión política, conflictos y violencia. Más de 20 millones (uno de cada cinco) de estos migrantes están en el hemisferio occidental.
Más de siete millones de venezolanos han tenido que salir del país por la represión política y el colapso económico. Cerca de dos millones de haitianos, más de un millón de cubanos y cientos de miles de nicaragüenses y también otros centroamericanos han huido del autoritarismo, la pobreza y la violencia.
Aunque muchos tienen la mira puesta en Estados Unidos, la mayoría permanece en la región. Tan solo Colombia alberga a unos 2,5 millones de venezolanos, y Perú, Ecuador, Chile, Brasil, Argentina y Panamá absorben a otros 3 millones. Casi la mitad de los fugitivos de Nicaragua están en Costa Rica, mientras que cientos de miles de haitianos se encuentran en República Dominicana y, sorprendentemente, en Chile.
Los Gobiernos latinoamericanos han acogido frecuentemente a estos migrantes con barrios residenciales, servicios y documentos de trabajo. Pero a medida que las cifras aumentan, se les dificulta recibir, alimentar, educar y curar a los millones de personas que huyen. Las agencias de inmigración ya carecían de personal y fondos suficientes, y algunos países no tienen normas y marcos legales básicos para incorporar a refugiados, solicitantes de asilo y aspirantes a residentes.
A medida que aumentan las presiones, también se intensifican las reacciones negativas. Muchas naciones han dejado de emitir permisos de trabajo y visas de residencia temporal, limitado las posibilidades de obtener la ciudadanía e incluso militarizado fronteras a medida que los migrantes son percibidos cada vez más como una carga fiscal y política.
Estudios económicos ofrecen una visión diferente. Académicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts hallaron que los inmigrantes tienen muchas más probabilidades de iniciar negocios y crear empleos que los ciudadanos nativos, contribuyendo así a la economía y las arcas gubernamentales, especialmente en el mediano y largo plazo. Los datos agregados muestran lo mismo: los migrantes, que representan poco más del 3% de la población mundial, impulsan más del 9% del PIB mundial.
Estudios específicos de países de América Latina también dan fe de los beneficios. Por ejemplo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ha descubierto que, si bien los migrantes constituyen el 9% de la población de Costa Rica, producen casi el 12% de su PIB. El Fondo Monetario Internacional pronostica que los inmigrantes venezolanos impulsarán la producción económica en Colombia, Ecuador, Chile y Perú entre un 2,5% y un 4,5% adicional durante el resto de esta década.
La historia reciente de América Latina respalda tales proyecciones. Después de ser incluidos en la lista negra del expresidente venezolano Hugo Chávez en 2002, miles de ingenieros y científicos de petróleo que trabajaban para la estatal energética PDVSA se fueron a Colombia. Durante la siguiente década, ayudaron a casi duplicar la producción de petróleo del país. El trabajo de otros venezolanos desplazados ha impulsado la producción de café de Colombia. En Chile, los médicos venezolanos llegaron con atención médica a lugares más remotos, mejorando la calidad de vida de los locales.
Además, los inmigrantes ofrecen al menos una solución parcial a los desafíos demográficos que se avecinan. América Latina ya no es tan joven como antes. En Chile y Uruguay, cada año salen más personas de la fuerza laboral que lo que entran. Brasil, Argentina, Colombia y México les seguirán en la próxima década, dadas las tendencias actuales. Estados Unidos lleva mucho tiempo impulsando su fuerza laboral y su productividad económica a través de la migración y algunos países de América Latina podrían beneficiarse de seguir su ejemplo.
Sin embargo, el verdadero potencial económico de la migración requiere integración. Para empezar, cada país necesita marcos legales básicos para el asilo, los refugiados y vías hacia la ciudadanía para que los inmigrantes no queden en un limbo legal. Pero como fenómeno regional, la ola migratoria actual también necesita soluciones regionales. En la Cumbre de las Américas de 2022 en Los Ángeles, veinte países de todo el hemisferio firmaron una visión para gestionar la migración juntos. “Las naciones latinoamericanas están teniendo las mismas conversaciones sobre migración”, dice Andrew Selee, presidente del Instituto de Política Migratoria. “Ahora necesitan establecer los mismos principios y trabajar para lograr, si no las mismas soluciones, al menos soluciones coordinadas”. Eso significa cumplir las promesas de coordinar recursos y ayuda, establecer conjuntamente vías legales, hacer cumplir en concierto y de manera humana las normas migratorias, y establecer un sistema de alerta temprana para comunicarse mutuamente sobre futuros movimientos.
Otros países y organizaciones internacionales pueden ayudar. EE.UU. y otros Gobiernos pueden ampliar los programas actuales que brindan no solo ayuda humanitaria sino también aquellos que financian refugios, escuelas y servicios sociales. Pueden ayudar a los agricultores a cambiar a cultivos más resistentes a la intemperie y trabajar con los Gobiernos para desarrollar marcos legales y herramientas de gestión de fronteras. Los bancos multilaterales pueden financiar viviendas asequibles, capacitación de trabajadores y proporcionar capital inicial para iniciativas comerciales lideradas por inmigrantes. Y las empresas internacionales pueden trabajar con compañías y Gobiernos locales para seleccionar, capacitar y emplear a migrantes.
La pobreza, la violencia, la inestabilidad y la represión política, el clima extremo y los desastres naturales probablemente mantendrán a millones de personas en movimiento en el hemisferio occidental, donde la migración actualmente supera la de la mayoría de los lugares del mundo. Los Gobiernos locales y los formuladores de políticas de la región deben decidir si acogerán a estos recién llegados y cómo. Pero para aquellos países con suficiente visión a futuro como para aceptarlos, su integración abrirá un camino más amplio hacia una mayor prosperidad para todos sus ciudadanos en las próximas décadas.
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