En su conferencia de prensa tras la decisión del Banco Central Europeo de subir las tasas de interés por décima vez consecutiva, la presidenta de la autoridad monetaria, Christine Lagarde, dio indicios de un cambio de marcha que podría significar que las tasas han alcanzado el nivel máximo.
Si bien los economistas e inversionistas ahora consideran que el nivel del 4% establecido el jueves sería el máximo para los costos de endeudamiento en el actual ciclo de ajuste monetario, Lagarde insistió en que aún no puede decir si ese es el caso.
“Con la decisión de hoy, hemos hecho contribuciones suficientes, según la evaluación actual, para que la inflación vuelva a alcanzar su meta de manera oportuna”, dijo Lagarde a los periodistas en Fráncfort. “La atención probablemente se centrará un poco más en la duración, pero no quiere decir, porque no podemos decirlo, ahora que estamos en el nivel máximo”.
El euro cayó hasta un 0,7% a US$1,0656 (el nivel más débil desde mayo) y los bonos se recuperaron ya que los operadores ahora ven alrededor de un 20% de posibilidades de que haya otra alza de tasas, lo que refleja una creciente preocupación por las perspectivas de crecimiento de la región.
La deuda italiana, una de las más susceptibles a los cambios en los tipos de interés, lideró el avance. El rendimiento de los bonos a 10 años cayó 12 puntos básicos hasta el 4,32%, la mayor baja en tres semanas.
Una “sólida mayoría” de los encargados de la política monetaria apoyó el resultado, según Lagarde, quien reconoció que algunos colegas habrían preferido que se hiciera una pausa en el ciclo de ajuste. Antes de la reunión, los banqueros centrales reconocieron que la decisión era la más equilibrada desde que el BCE comenzó a ajustar sus políticas en julio de 2022.
El Consejo de Gobierno reiteró que mantendrá los costos de endeudamiento en “niveles suficientemente restrictivos durante el tiempo que sea necesario”. Eso podría mantener la puerta abierta a nuevas alzas en caso de que la inflación resulte más persistente de lo que se pensaba.
Mientras tanto, Lagarde se esforzó en insistir en que la perspectiva de un futuro recorte en los costos de endeudamiento “ni siquiera era una palabra que hayamos pronunciado”.
La decisión del jueves significa una mayor restricción en la eurozona para eliminar las persistentes presiones inflacionarias, lo que asesta otro golpe a la expansión, que ya languidecía.
También sugiere que hubo una solución de consensos entre los responsables de la política monetaria cuando aceptaron la necesidad de infligir un golpe adicional a la economía para controlar la inflación.
“La inflación ha disminuido y queremos que siga disminuyendo”, dijo Lagarde. “Lo hacemos no porque queramos forzar una recesión, sino porque queremos estabilidad de precios”.
Los economistas e inversionistas no escatimaron esfuerzos por anticipar el resultado desde que el mes pasado la presidenta del BCE, Christine Lagarde, evitó dar abiertamente cualquier señal de sus intenciones para la decisión de tasas.
Las apuestas a favor de un alza fueron aumentando a medida que pasaban las semanas, alentadas en el camino por las advertencias del gobernador del banco central de Países Bajos, Klaas Knot, de que los mercados podrían estar subestimando la posibilidad de más alzas de tasas.
Las nuevas previsiones de los banqueros del BCE presentadas el jueves fueron consideradas una fuente clave de información para la decisión. Lagarde dijo que la economía se mantendrá “moderada” en los próximos meses.
“Estamos claramente en un período de crecimiento lento”, dijo. “Los tiempos difíciles son ahora”.
Las nuevas perspectivas muestran una expansión económica anual notablemente más débil hasta 2025, mientras que la inflación se desaceleraría hasta alcanzar un promedio del 3,2% en 2024 y luego del 2,1% en 2025.
El crecimiento de los precios subyacentes al consumidor será un poco más fuerte al final del horizonte, con un promedio de 2,2% en 2025.
Cuando las autoridades monetarias aumentaron sus costos de endeudamiento en julio, dejaron deliberadamente abierto el camino para evaluar una serie de nuevos datos económicos durante el verano.
La imagen desde entonces de una desaceleración del crecimiento en medio de persistentes presiones sobre los precios parece señalar la posibilidad de que se materialice una estanflación, que recuerda la maldición que infligió a las economías avanzadas durante los años setenta.
Es probable que la decisión haya sido muy reñida, y todos los indicios previos apuntaban a que la reunión misma era crucial para lograr un consenso.
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