Con una capitalización de mercado de US$2,657 billones, Apple Inc. (AAPL) no solo es la empresa más valiosa de Wall Street y del mundo, sino que su valor está por encima del Producto Interno de Brasil, la principal economía de América Latina. Por todo esto, cuando Apple tiene movimientos bruscos es noticia y genera onda expansiva, algo que viene sucediendo en las últimas horas.
El miércoles 6 de septiembre, las acciones de esta compañía retrocedieron 3,71% en Wall Street y en la rueda del jueves 7 de septiembre cae 2,82%. ¿El motivo? Decisiones relacionadas con el Gobierno de China que preocuparon al mercado.
El martes, Bloomberg News reportó que China planea extender la prohibición del uso de iPhones a las corporaciones estatales. Y el miércoles, The Wall Street Journal informó que China estaba avanzando en una medida que prohibiría el uso de iPhone y otras marcas extranjeras en agencias gubernamentales.
No está claro cuántas empresas u organizaciones podrían llegar a adoptar restricciones sobre los dispositivos personales, y todavía no ha habido ninguna orden judicial formal o escrita, afirmaron al Wall Street Journal las personas involucradas en el asunto. Es probable que las empresas u organizaciones estatales varíen en cuanto al rigor con el que apliquen dichas prohibiciones, y que algunas prohíban el uso de dispositivos Apple en el lugar de trabajo, mientras que otras podrían impedir por completo que los empleados utilicen dichos dispositivos.
La importancia de China para Apple
Un artículo reciente de Bloomberg reseña que la empresa goza de gran popularidad en China, país que representa su mayor mercado internacional, a pesar del creciente resentimiento por los esfuerzos estadounidenses para contener la industria tecnológica del país asiático. Los iPhones de Apple están entre los más vendidos del país y son habituales tanto en el sector público como en el privado.
Sin embargo, aclara el artículo, hace tiempo que se desaconseja el uso de dispositivos extranjeros en organismos sensibles, sobre todo desde que Pekín intensificó en los últimos años una campaña para reducir la dependencia tecnológica de Estados Unidos, rival geopolítico de China.
En 2022, el Gobierno chino había ordenado a los organismos del gobierno central y a las empresas respaldadas por el Estado que sustituyeran los ordenadores personales de marca extranjera por alternativas nacionales en un plazo de dos años, lo que supuso uno de los esfuerzos más agresivos para erradicar la tecnología extranjera clave de sus órganos más sensibles.