Bloomberg Opinión — La forma en que las autoridades españolas han respondido al flagrante acoso sexual de la estrella del fútbol Jennifer Hermoso encierra una importante lección para las empresas -y las organizaciones en general- de todo el mundo: Tomar medidas contra el agresor aunque la víctima no se queje.
Destacados políticos, entre ellos el Presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el Ministro de Deportes, Miquel Iceta, así como dirigentes deportivos, han criticado a Luis Rubiales, Presidente de la Federación Española de Fútbol, por plantar un beso indeseado en los labios de Hermoso tras la victoria de España sobre Inglaterra en la final de la Copa del Mundo.
Después de calificar a los críticos de “idiotas y estúpidos”, Rubiales se ha disculpado tardíamente en un vídeo: “Porque la gente se ha sentido dolida por ello, así que tengo que pedir disculpas, no hay alternativa”.
La respuesta de Hermoso a la polémica fue tímida en un primer momento. Según informa The Athletic, en una retransmisión en directo desde el vestuario tras el partido, dijo a sus compañeras de equipo que le preguntaron por el beso: “Sí (ocurrió), pero no me gustó”. La federación emitió entonces un comunicado, citando a Hermoso diciendo que no tenía ningún problema con “un gesto mutuo totalmente espontáneo debido a la inmensa alegría de ganar un Mundial.” Algunos informes en España afirman que fue presionada para aparecer en el vídeo de disculpas de Rubiales, pero que se negó.
Esto resultará familiar a las víctimas de acoso de todo el mundo, porque es difícil hablar en un lugar de trabajo tóxico. (Una encuesta de Deloitte de 2023 reveló que sólo el 59% de las mujeres que dijeron haber sufrido acoso lo denunciaron a sus empleadores, frente al 66% del año pasado). Y cuando los incidentes son denunciados por terceros, a menudo se presiona a las víctimas para que nieguen la ofensa y ayuden al agresor a librarse de la culpa. Esto permite a los empresarios lavarse las manos de cualquier responsabilidad y no hacer nada contra la toxicidad del ambiente.
Si Rubiales y la federación contaban con la reticencia de Hermoso a denunciar el acoso para desactivar la polémica, calcularon mal. En lugar de hacer recaer sobre Hermoso la carga de presentar una denuncia formal, el jefe del consejo de deportes del gobierno dijo que tomaría medidas disciplinarias contra Rubiales si la federación de fútbol no lo hacía. La liga española de fútbol profesional femenino solicitó al consejo que le inhabilitara como presidente de la federación. “Que un jefe agarre la cabeza de una empleada y la bese en la boca es, sencillamente, inaceptable”, declaró la liga en un comunicado.
El apoyo de tantos sectores poderosos parece haber dado finalmente a Hermoso la confianza necesaria para dar el siguiente paso. El miércoles, la jugadora emitió un comunicado en el que afirmaba que FUTPRO, el sindicato de jugadores, actuaría en su nombre. El sindicato, a su vez, dijo que las acciones de Rubiales “nunca deben quedar impunes”.
Aumentan las peticiones de dimisión de Rubiales antes de una reunión de urgencia de la junta directiva de la federación el viernes. Con la simpatía pública abrumadoramente del lado de las mujeres, y no sólo por su victoria contra los pronósticos, la federación tiene ahora la oportunidad de hacer una limpieza a fondo. No cabe duda de que las españolas juegan en un ambiente tóxico. La estrella estadounidense Megan Rapinoe ha denunciado el “profundo nivel de misoginia y sexismo” en la federación. Y Rubiales no es el único funcionario que está en el punto de mira: el seleccionador Jorge Vilda está siendo investigado por un vídeo en el que aparece tocando a una asistente en el pecho mientras celebra el único gol del último partido.
En vísperas del Mundial, 15 de las mejores jugadoras del país escribieron a la federación pidiendo que no se las incluyera en el equipo por la gestión poco profesional de los entrenadores. Entre otras cosas, los jugadores afirmaron que los entrenadores les exigían que mantuvieran abiertas las puertas de sus habitaciones de hotel hasta medianoche y que inspeccionaran sus maletas después de salir de excursión durante las concentraciones. (Hermoso no estaba entre los que escribieron la carta, pero expresó su apoyo a los que sí lo hicieron).
La respuesta de la federación fue criticar a las jugadoras que protestaban y respaldar a los entrenadores, encabezados por Vilda. “La federación es lo primero”, dijo Ana Álvarez, responsable del fútbol femenino en la federación, exigiendo que las jugadoras que protestaban se disculparan si querían volver al equipo. El hecho de que, ante la disyuntiva de participar en la Copa Mundial -la máxima ambición de toda futbolista- o dar marcha atrás, 12 de las 15 manifestantes eligieran la segunda opción demuestra lo mal que están las cosas. Que Hermoso y sus compañeros de equipo ganaran el torneo en estas circunstancias no deja de ser milagroso.
Por mucho que merezcan elogios por actuar contra Rubiales, las autoridades españolas deben asumir la responsabilidad de su propia parte en el maltrato de los jugadores. Si Sánchez, Iceta y el Consejo Superior de Deportes se hubieran pronunciado enérgicamente a favor de los jugadores, la Federación se habría visto obligada a limpiar su casa.
Ahora que han hecho lo correcto con Hermoso, las autoridades deberían extender esa consideración a todo el fútbol femenino español, y dar otro ejemplo saludable a las organizaciones de todo el mundo.
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