Bloomberg — La economía de la zona euro volvió a crecer en el segundo trimestre, con un avance del producto interior bruto (PIB) del 0,3% respecto a los tres meses anteriores, según datos de Eurostat publicados el lunes. Este crecimiento, ligeramente superior a las expectativas, se produjo tras dos periodos anteriores de contracción y estancamiento. Los economistas encuestados por Bloomberg habían previsto un aumento más modesto, del 0,2%.
Junto al crecimiento positivo persistieron las presiones inflacionarias subyacentes en la región. En julio, los precios al consumo aumentaron un 5,3% con respecto al año anterior, cumpliendo las expectativas. Sin embargo, la medida de la inflación subyacente, que excluye componentes volátiles como los alimentos y la energía, se ubicó ligeramente las estimaciones, registrando un 5,5%. Esta superación del indicador general se produjo por primera vez desde 2021, lo que indica la persistente preocupación por las presiones sobre los precios.
La combinación del crecimiento económico de la zona del euro y la persistencia de las presiones inflacionarias ha reforzado los argumentos iniciales para que el Banco Central Europeo (BCE) vuelva a subir sus tasas.
Los bonos alemanes se mantuvieron a la baja tras los datos, dejando la rentabilidad de la deuda a dos años -una de las más sensibles a los cambios en la política monetaria- dos puntos básicos por encima, en el 3,07%. Los mercados monetarios mantuvieron las probabilidades en torno al 70% de una nueva subida de tasas de un cuarto de punto para finales de año.
Aunque la cifra del PIB de la eurozona parece alentadora, se vio favorecida por los tres meses de crecimiento récord de Irlanda, que registró un 3,3%. Este país, que el año pasado representó menos del 4% de la producción total del bloque, contribuyó en 0,1 puntos porcentuales al crecimiento del segundo trimestre.
De cara al futuro, las perspectivas de la región son mucho más sombrías, según advirtió la semana pasada el BCE tras subir las tasas por novena vez desde julio de 2022. Los indicadores de confianza están en rojo, y Gilles Moec, de AXA, es uno de los analistas que advierten de un “aterrizaje duro”.
Un año después de que comenzara la recesión en el sector manufacturero, los servicios también se están ralentizando, una tendencia que probablemente se acelere una vez que finalice la temporada turística de verano. La demanda de préstamos por parte de las empresas está cayendo a un ritmo récord. La vivienda y la inversión empresarial también muestran signos de debilidad.
A Alemania, la mayor economía europea, tiene perspectivas negativas. Aunque el país salió prácticamente de una recesión de seis meses durante el invierno, la producción no hizo más que estancarse en el segundo trimestre.
La semana pasada, Bayer AG se unió a otras empresas químicas, como BASF SE y Lanxess AG, en la advertencia de un deterioro de las perspectivas, mientras que Hamburger Hafen recortó sus previsiones tras registrar una caída significativa de los volúmenes.
Con la tasa de depósito ya en el 3,75%, el BCE está al final o cerca del final de sus subidas. Su presidenta, Christine Lagarde, reiteró durante el fin de semana su mensaje de que en el actual entorno de incertidumbre otra subida o “quizás una pausa” son las opciones para la próxima decisión política, en septiembre.
Los economistas afirman que la reunión estará reñida, aunque la mayoría se inclina por una última subida. Las cifras del lunes no ofrecen una respuesta concluyente y, mientras tanto, se publicarán varios datos más.
El lunes, Italia informó de una caída del PIB entre abril y junio, debido al debilitamiento de la demanda interna. El viernes hubo mejores noticias en Francia y España, que registraron un sólido crecimiento.
Eurostat ofrecerá un desglose más detallado de los datos el 7 de septiembre.
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