Opinión - Bloomberg

Mi globo ocular se encontró con el escáner cripto y de IA del creador de ChatGPT

Bloomberg Opinión
Por Lionel Laurent
28 de julio, 2023 | 09:50 AM
Tiempo de lectura: 5 minutos

Bloomberg Opinión — El imprimátur de Sam Altman ha dado un nuevo aliento a la criptomoneda Worldcoin, cuyos escáneres de iris en forma de orbe -clave para verificar a las personas que luego pueden reclamar tokens gratuitos- se presentan ahora como el futuro sistema de identificación de la humanidad en un mundo dominado por la inteligencia artificial. El bombo ha sido ciertamente muy humano: Tras su lanzamiento esta semana, el dinero digital duplicó con creces su valor antes de caer hasta un 90%.

Hasta aquí es como muchos proyectos cripto. Está claro que siempre habrá algún tipo de mercado para los tokens especulativos que carecen de valor intrínseco. Pero Worldcoin tiene algo a lo que merece la pena prestar atención: Esos orbes, y la aparente voluntad de 2 millones de personas (una cifra que sigue subiendo) de escanear sus iris a cambio de... bueno, ¿qué exactamente? En un mundo en el que los navegadores web, las redes sociales y las aplicaciones de los teléfonos inteligentes se apropian de nuestros datos, ¿por qué la gente entregaría voluntariamente datos biométricos sensibles a Worldcoin y a su opaca fundación, con sede en las poco reguladas Islas Caimán, especialmente tras los informes de hackeos y fraudes?

Decidí comprobarlo por mí mismo y concerté una cita con un orbe de Worldcoin recién llegado al Barrio Latino de París, donde los estudiantes de los años sesenta se rebelaban contra el orden establecido. Hoy en día, es más probable que estén encantados de trabajar en un proyecto de inteligencia artificial como éste. El jueves, cuando entro en la cafetería hipster en la que la esfera cromada escanea a uno de sus primeros clientes, me recibe un operador de Worldcoin llamado Paul, ingeniero de sonido licenciado, que hace este trabajo en verano después de terminar sus estudios.

Mientras Paul me explica el objetivo final de Worldcoin de demostrar la “personalidad” escaneando los ojos de 8.000 millones de personas, generando a su vez identificadores únicos y utilizando esa base de datos para verificar el acceso a cualquier cosa, desde servicios financieros hasta la renta básica universal, me fijo en el logotipo de la empresa en su camiseta: una imagen del mundo combinada con la letra griega “epsilon” y un círculo. Todo parece un mal episodio de Star Trek: una visión utópica destinada a escapar de un futuro de máquinas de inteligencia artificial, pero con sus propias y sombrías consecuencias imprevistas. ¿Por qué deberíamos confiar en esta empresa para gestionar un torniquete digital tan global? ¿Hasta qué punto será fácil para otros “enriquecer” esta identificación con más datos personales míos? Y los primeros inversores de Worldcoin, como Sam Bankman-Fried y Three Arrows Capital, ¿no son los más indicados para cobrar primero pase lo que pase?

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A diferencia de las primeras “pruebas de campo” de Worldcoin en países como Indonesia, que dieron lugar a denuncias de explotación e invasión de la privacidad, me cuesta creer que muchos franceses se asomarían de buena gana a un orbe con forma de cromo por unos cuantos tokens, al menos no sin hacer algunas preguntas difíciles sobre los informes de un mercado negro de esos códigos de identificación en territorios como China. Al fin y al cabo, esto es Europa Occidental, la tierra del GDPR, donde la gente se toma en serio la privacidad y donde la regulación tecnológica va por delante de la innovación tecnológica.

Resulta que me equivoco, ya que se forma una fila constante de ojos dispuestos, en su mayoría pertenecientes a hombres de aspecto moderno. Hay poca cháchara: el objetivo es reclamar una Worldcoin gratis, y la privacidad de los datos parece menos urgente. Un hombre de mediana edad que termina el escaneado pregunta desconcertado: “¿Tengo que pagar? “¿Tengo que pagar?”. Al ver su alivio por la respuesta, le digo: “Pero si ya ha pagado. Dio su escáner del iris”. Paul me corrige rápidamente y me dice que el orbe borra el escáner; en su lugar, lo que se transmite es un código de identificación único que demuestra que su propietario es un ser humano, pero nada más.

Puede que sea cierto, pero demuestra hasta qué punto el consentimiento se convierte en un concepto difuso cuando se entregan datos sensibles, incluso si no se puede rastrear hasta su propietario original. ¿Sé realmente cómo se utilizará en el futuro mi identificación única, basada en mis datos biométricos, o cómo se cruzará potencialmente con otros datos? De ahí que el organismo regulador de datos del Reino Unido esté estudiando la cuestión con más detenimiento -ha declarado a Bloomberg News que los usuarios deben poder retirar su consentimiento “sin perjuicio alguno”- y que otros organismos reguladores europeos también lo hagan.

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Por fin me ha llegado el turno de ofrecer voluntariamente mi globo ocular a Worldcoin, algo que probablemente no haría si no tuviera en mente escribir esta columna. El proceso no dura minutos, sino segundos: La aplicación genera un código QR, el globo lo escanea y yo lo miro a los ojos durante unos segundos. No la oigo hablar por encima del bullicio de la cafetería, pero tengo la seguridad de que una voz femenina me guía durante todo el proceso. La visión de Worldcoin para el futuro es la de orbes fabricados por todas partes, que aportan ingresos por el DNI: de nuevo, el tipo de concepto distópico de ciencia ficción que los estudiantes parisinos podrían haber equiparado alguna vez con el orden social y la disciplina. Hoy en día, el panóptico tecnológico se percibe como algo basado en datos, utilitario y, por supuesto, potencialmente rentable. No obstante, cabe imaginar cuál sería la reacción si el gobierno intentara desplegar sus propios orbes que todo lo ven.

Cuando me voy, le pregunto a otro cliente contento, un desarrollador de 37 años llamado Jonathan, que lleva en la mano una monocicleta de aspecto futurista, por qué se ha escaneado el iris. Me dice que le interesa el proyecto, el objetivo de verificar la humanidad y la visión de Altman. Pero cuando le pregunto si lo habría hecho sin criptomonedas gratuitas, admite que ha estado mirando el precio desde el lanzamiento. “Empieza a parecer caro”, dice, “y normalmente no es buena idea comprar cuando hay rumores”. Obtener algo a cambio de nada, sin embargo, evidentemente merecía una mirada más atenta - siempre y cuando hagas la vista gorda al coste de ceder más de tus datos personales.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg lp y sus propietarios.