El cambio climático recién está comenzando a alterar tus vacaciones

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Cualquiera que inicie las vacaciones de verano con un viaje al Mediterráneo habrá sido recibido por olas de calor consecutivas, empezando por Cerbero, bautizado por los meteorólogos italianos con el nombre del sabueso de tres cabezas de Hades que guarda las puertas del inframundo en la mitología griega.

La ola de calor de esta semana, llamada Caronte, está alcanzando temperaturas de hasta 48ºC en Cerdeña y Sicilia. También se espera que Grecia y España alcancen los 40 grados. Gracias a la crisis climática, estos extremos ya no son tan inusuales. Esto plantea la cuestión de si nuestras zonas turísticas y épocas pico seguirán siéndolo en los próximos años, y cómo lo afrontará el sector.

El calor es peligroso: un trabajador de carretera de 44 años ya ha muerto en Italia y es probable que haya más víctimas. Un estudio reciente calcula que el verano pasado se produjeron 61.000 muertes relacionadas con el calor en Europa. Pero los turistas pueden mantenerse cómodos, por ejemplo, haciendo una excursión de un día a las montañas o refugiándose en una habitación de hotel con aire acondicionado.

Cualquier conversación sobre turismo y cambio climático se complica por el hecho de que el propio sector es un generador de gases de efecto invernadero. ¿Cómo podemos seguir apoyando algo que alegra a la gente y proporciona a muchos un sustento económico al tiempo que reducimos drásticamente las emisiones de carbono? Es una pregunta urgente, que no trataré en este artículo, pero la cuestión está en el candelero: las aerolíneas están invirtiendo miles de millones en la descarbonización, y las alternativas bajas en carbono, como los viajes en tren, son cada vez más populares a medida que los gobiernos las impulsan.

El turismo representó el 7,6% del producto interior bruto mundial en 2022, por debajo del 10,4% en 2019, aunque algunos países, como las Maldivas y Grecia, están particularmente expuestos: el 28% y el 25%, respectivamente, de su producto interior bruto proviene del turismo.

La interrupción de los viajes internacionales durante la pandemia de Covid-19 aportó algunos beneficios, como aire y agua más limpios a algunas zonas. Pero las pérdidas económicas también agravaron la pobreza en lugares especialmente vulnerables, como Bangladesh y Uganda, y provocaron un aumento de la caza furtiva de animales y de la deforestación durante los cierres. Por eso es importante analizar cómo un clima cambiante puede alterar las pautas del turismo, afectar a las empresas locales y desbaratar potencialmente el desarrollo sostenible.

¿Cómo están cambiando las cosas? No parece que este año la gente haya desistido de viajar. Mi colega Andrea Felsted escribió recientemente que “las aerolíneas, los hoteles y los operadores turísticos se enfrentan a otro verano ardiente de viajes”, y Ryanair Holdings Plc, especialista en vuelos de corta distancia por Europa, registró cifras récord de pasajeros en junio. De momento, las mayores presiones en contra pueden provenir del buen tiempo, que hace que los turistas eviten salir al extranjero, y de la crisis del costo de vida.

También se tiende a evitar las temporadas altas para reducir costos. Es posible que esto se deba ahora a motivos económicos, pero con el aumento de la intensidad y la frecuencia de los peligrosos y agobiantes episodios de calor, el otoño y la primavera podrían volverse aún más populares. Un estudio sobre los efectos del cambio climático en el Índice Climático de Vacaciones -una medida del tiempo favorable al turismo- concluyó que lugares como Antalya (Turquía) se volverían peligrosamente calurosos en los meses de verano a finales de siglo, mientras que el tiempo en la temporada baja sería más deseable.

Es posible que aquellos que viajan en verano busquen climas más frescos o alternativas a las típicas escapadas a la playa o a la ciudad, como las regiones montañosas. Los viajes de aventura son un sector en crecimiento, que se prevé que crezca a una tasa anual compuesta del 15,2% entre 2022 y 2030. Pero estos viajes también se están viendo afectados por el cambio climático, desde incendios forestales más frecuentes a nevadas impredecibles e intensificación de las temporadas de lluvias.

Los operadores turísticos y los guías se ven presionados para hacer frente a nuevos riesgos y a una mayor imprevisibilidad. Aunque siempre han trabajado mucho por la seguridad, muchos tienen que hacer frente ahora a condiciones más impredecibles en todas las estaciones. Un operador de Argentina dijo en un correo electrónico que, aunque los Andes son un reto todo el año, las lluvias de verano -durante el invierno del hemisferio norte- son cada vez más extremas y dificultan el paso por las carreteras. En los Alpes, la crisis está haciendo más peligroso el montañismo, debido al desprendimiento de rocas al derretirse el hielo. En el extremo del turismo de aventura extrema, el responsable de turismo de Nepal culpó al cambio climático de hacer de 2023 uno de los años más mortíferos registrados para escalar el Everest.

La crisis climática también está afectando a los inviernos. Se ha escrito mucho sobre las estaciones de esquí y la falta de nieve. Estuve en Escocia en febrero para hacer senderismo invernal, pero el punto de congelación era mucho más alto de lo normal en esa época del año, lo que obligó a nuestro guía a ir más arriba para encontrar buena nieve y enseñarnos técnicas vitales. En la cima de una montaña, dos escaladores experimentados comentaron lo triste e inusual que era que no hubiera necesidad de crampones. No es difícil imaginar que la temporada de invierno se reduzca drásticamente en el futuro y que, o bien se reduzca la cantidad de trabajo de guía disponible en invierno, o bien se obligue a todo el mundo a subir a las montañas durante el breve periodo en que las condiciones sean adecuadas.

La clave está en la flexibilidad. Las estaciones de esquí llevan años intentando convertirse en destinos de cuatro estaciones, pero su importancia está cambiando a medida que la nieve invernal se vuelve menos fiable: “Solía ser algo a lo que las estaciones aspiraban por razones comerciales”, me explicó Christina Beckmann, cofundadora de Tomorrow’s Air y vicepresidenta de la Adventure Travel Trade Association. “Ahora es un imperativo”.

El sector turístico no va a cambiar de la noche a la mañana -hay razones distintas del clima para que la gente viaje cuando lo hace, como las vacaciones escolares, las segundas propiedades y las reuniones familiares-, pero sin duda se verá alterado. El sector tendrá que estar preparado para adaptarse.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg lp y sus propietarios.