Cómo Boa Vista se convirtió en el nuevo destino para los ultrarricos de Brasil

La comunidad es una de las más grandes y exclusivas en un país en el que los súper ricos han construido muros cada vez más altos alrededor de sus complejos y se mueven en vehículos blindados

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Bloomberg — Cuando Elon Musk visitó Brasil en 2022, no aterrizó en el aeropuerto internacional de Sao Paulo ni puso un pie en el distrito financiero, Faria Lima. De hecho, nunca fue a la ciudad.

Toda la visita se desarrolló en Boa Vista, una comunidad cerrada para los más ricos que ocupa un territorio equivalente a casi la mitad de la isla de Manhattan y está ubicada a 100 kilómetros al oeste de Sao Paulo.

Musk aterrizó en el aeropuerto internacional de Catarina, que recibe aviones ejecutivos, y fue trasladado a Fazenda Boa Vista para almorzar en el Hotel Fasano con el entonces presidente Jair Bolsonaro y algunos de los empresarios más ricos del país, como los multimillonarios Andre Esteves, Rubens Menin y Rubens Ometto.

La comunidad es una de las más grandes y exclusivas en un país en el que históricamente los súper ricos han construido muros cada vez más altos alrededor de sus complejos y se desplazan en vehículos blindados para evitar secuestros e intentos de robo. El césped y el paisaje están cuidadosamente diseñados, y las casas crecen en tamaño a medida que uno se adentra en la propiedad.

La promotora local JHSF Participacoes SA inauguró recientemente una piscina de olas de 220 metros de ancho con la presencia del campeón mundial de surf Italo Ferreira. También está iniciando la tercera fase de la urbanización y la venta de terrenos.

Una vez finalizado el proyecto, JHSF prevé que hasta 45.000 personas de altos ingresos vivan, trabajen y se entretengan allí. Entre los residentes figuran el Presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto, el fundador de XP Inc, Guilherme Benchimol, la cofundadora de Nubank, Cristina Junqueira, y el ex ministro de Comunicaciones, Fabio Faria, según personas conocedoras del asunto. JHSF declinó comentar sobre los propietarios.

Un miércoles a finales de junio, Thiago Alonso de Oliveira, director general de JHSF, recorrió las instalaciones y repitió algunos mantras que considera fundamentales para la cultura de su empresa, que cuenta con unos 4.000 empleados.

“Elegancia, discreción, comodidad”, dijo mientras conducía con cuidado un todoterreno por las calles de la Fazenda, donde las multas por exceso de velocidad superan los US$400. “Nos levantamos temprano y nos acostamos tarde para ofrecer excelencia”.

El “Greenwich” de Brasil

Los orígenes de Boa Vista comenzaron con una granja propiedad de la familia Auriemo, fundadora de JHSF, que después empezó a comprar parcelas circundantes, según explicó en una entrevista José Auriemo Neto, presidente del consejo de la empresa. Se han tardado 15 años en reunir todos los terrenos, y JHSF empezó a construir en 2007.

El proyecto, que afecta a dos municipios y tiene dos códigos postales, se divide en tres zonas denominadas Fazenda, Village y Estates.

Fazenda, que es la más desarrollada, cuenta con 900 terrenos, restaurante, supermercado, clínica, dos campos de golf, campos de polo y un centro de entrenamiento para triatlón. Casi todas las casas tienen un carrito de golf eléctrico estacionado en la parte del frente; hay cargadores eléctricos por toda la propiedad. El Hotel Fasano de JHSF, inaugurado en 2007, cobra más de US$1.000 por noche. Hay un helipuerto desde el que residentes y visitantes pueden trasladarse en 10 minutos al aeropuerto de Catarina, situado a unos 45 kilómetros. También hay establos para caballos, que, según Alonso, “no huelen mal”.

Los precios de los terrenos alcanzan los US$2 millones, las viviendas en venta en línea promedian US$8 millones y JHSF alquila algunas propiedades por US$21.000 al mes.

El Village, que aún se está terminando de construir, cuenta con una piscina de olas para practicar surf, apartamentos de casi 502 metros cuadrados, tiendas, restaurantes, espacios de trabajo denominados family offices y otro hotel. La mañana de la visita, Alonso dijo que los nuevos terrenos se habían agotado a la hora de salir a la venta.

Estates, que será el más exclusivo, acaba de empezar a construir 300 terrenos.

Alonso compara el proyecto con Greenwich (en Connecticut, EE.UU.), por su distancia de un gran centro financiero y los niveles de comodidad para las familias adineradas. Está prevista la construcción de un colegio y un hospital en breve. No se permiten alquileres a corto plazo.

“Hay un efecto bola de nieve”, dice. “La gente viene aquí el fin de semana porque sus amigos están aquí, los amigos de sus hijos están aquí, las amistades de sus esposas están aquí, su comunidad empresarial está aquí”.

La pandemia fue un acelerador de las ventas, al tiempo que los brasileños adinerados buscaban mudarse de las grandes ciudades a casas con más espacio y comunicaciones fiables para trabajar a distancia. En Boa Vista, JHSF tiende su propio cable de fibra. Añadieron a la propiedad una juguetería, una tienda de mascotas, un vendedor de bicicletas eléctricas y boutiques de ropa de diseñador, ya que la gente celebraba fiestas privadas durante los confinamientos.

“Durante la pandemia, el costo de las viviendas y los terrenos se duplicó”, explica Amir Makansi, director general de Anglo Americana Consultoria de Imoveis SA, una empresa especializada en propiedades de lujo. “La élite de Sao Paulo se trasladó al interior”.

Aunque no hay vallas publicitarias que indiquen la ubicación exacta del complejo, sí hay indicios de su presencia. Durante la visita, JHSF construía un paso subterráneo en una carretera pública para reducir los tiempos de viaje al igual que una nueva rampa de salida de la autopista principal que será la entrada principal a Estates.

La privacidad del lugar pone de relieve la exclusividad de Boa Vista, pero también subraya más que nunca la enorme brecha entre los que tienen y los que no en uno de los lugares más desiguales del mundo. El 1% de la población brasileña posee la mitad de la riqueza total del país, según el último Informe sobre la Desigualdad de la Riqueza. El 10% más rico de la población gana 29 veces más que el 50% más pobre, al mismo nivel que Chile y sólo superado por México y Sudáfrica en el informe de las 26 principales economías.

Alonso no se disculpa por su negocio y afirma que Boa Vista ha reducido el desempleo y la delincuencia en las ciudades circundantes, al tiempo que ha aumentado los ingresos al emplear a un número cada vez mayor de personas para trabajos de servicios. Una revisión de las cifras del Gobierno con datos tan recientes como 2018 mostró que en Porto Feliz, uno de los dos municipios que atraviesa Boa Vista, el empleo, el producto interno bruto, el PIB per cápita y los ingresos de los hogares han crecido en la última década, en muchos casos por arriba del nivel estatal. En la vecina Iperó, algunas métricas clave quedaron rezagadas.

Internacionalización

Muchos propietarios utilizan Boa Vista como base para sus viajes de negocios a Sao Paulo o Río de Janeiro. En los 12 hangares del aeropuerto hay aviones de largo alcance que cuestan hasta US$100 millones, listos para volar a Dubai, Londres, Nueva York o lugares más exóticos para pasar las vacaciones familiares. Alonso prevé que los autos voladores sean una realidad para los viajes de ida y vuelta a la ciudad en cuestión de años.

En la red interconectada de empresas de JHSF al servicio de la élite, un cliente podría aterrizar su jet privado en el aeropuerto de Catarina, ser llevado de fin de semana a Fazenda y regresar para comprar en el outlet de moda situado frente al aeropuerto, con marcas como Gucci, Dolce & Gabbana, Burberry y Montblanc.

JHSF, fundada por la familia Auriemo en 1972, ha ido ampliando su presencia fuera de Brasil, donde desarrolla torres de apartamentos en Sao Paulo y opera centros comerciales de alta gama así como hoteles y restaurantes bajo la marca Fasano.

Hay un hotel y restaurante Fasano en la Quinta Avenida y la calle 63 en Manhattan, y se está construye otro en Miami. Este año se compró un edificio para albergar su primer hotel en Londres. En Uruguay, un proyecto similar al de Boa Vista se enfoca a los más ricos, con viviendas privadas, un hotel, un restaurante y una pista de aterrizaje.

“Nuestros proyectos van más allá del sector inmobiliario”, afirma Auriemo, hijo de uno de los fundadores. Zeco, como se le conoce, empezó a hacer prácticas en la empresa a los 12 años y se convirtió en director general a los 27, en 2003, dirigiendo a la empresa hacia centros comerciales y otros nuevos negocios. La familia tiene una participación del 58% en la firma, valorada en unos US$430 millones.

De vuelta a Brasil en un miércoles se vieron pocos residentes en Fazenda, superados con creces por equipos de limpieza, jardineros, obreros de la construcción y entrenadores de caballos. En una casa en construcción se empleó una grúa y algunos terrenos ocupan 100.000 metros cuadrados.

En su último informe sobre la riqueza, Knight Frank estima que el número de brasileños en la categoría de patrimonio neto ultra alto -una fortuna de US$30 millones o más- creció un 11,2% entre 2021 y 2022, el tercer mayor aumento a nivel mundial en ese período. Ese grupo podría crecer casi un 30% en los próximos cinco años, hasta llegar a 8.000 personas, según el informe.

Cuando se le preguntó por la demanda de este tipo de proyectos a largo plazo, el experto inmobiliario Makansi afirmó que sigue sorprendido por la resiliencia del mercado en torno a Sao Paulo, la megaciudad de 22 millones de habitantes.

“La gente rica de otros lugares quiere estar con la gente rica de aquí”, dijo Makansi, citando a una familia multimillonaria que conoce del noreste del país y que tiene una casa ahí. “Y no pasan el fin de semana aquí sólo para relajarse: también es para seguir ganando dinero”.

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