Bloomberg Línea — Muchas personas buscan cómo llamar a Cuba desde Estados Unidos a tarifas económicas, pero a menudo acaban haciendo llamadas costosas por falta de opciones viables.
El gobierno de la Isla controla todas las telecomunicaciones, lo que significa que cualquier llamada internacional que termine en el país puede ser muy costosa.
A principios de milenio, Cuba elevó el monto a pagar por cada minuto de llamada internacional entre ambos países, al aplicar un impuesto del 10% a las llamadas telefónicas.
Esto en respuesta a que el Congreso de EE.UU. aprobara una medida para permitir el uso de fondos de telecomunicaciones cubanos congelados para compensar a las familias de los pilotos cubanoamericanos muertos cuando sus aviones fueron derribados por un caza MiG cubano en 1996.
Sin embargo, para 2012, bajo el mando de Raúl Castro, el gobierno derogó el Decreto Ley 213 que contenía la disposición y con ello aprobó rebajar el coste de las llamadas telefónicas entre ambos países, en una acción que buscaba facilitar “el crecimiento de las comunicaciones telefónicas internacionales con origen o destino en nuestro país”, de acuerdo con el Decreto Ley 307 del Consejo de Estado.
A lo largo de la década siguiente, vino el deshielo entre La Habana y Washington de la mano de Barack Obama, después de 54 años de hostilidad diplomática entre ambos países.
La decisión del expresidente estadounidense de restablecer en 2015 las relaciones diplomáticas con Cuba, relajar restricciones y restaurar un enlace telefónico directo por primera vez desde 1999, motivó a muchas empresas estadounidenses que veían grandes oportunidades en la nación caribeña. Una de ellas fue CubaMobile, fundada en Miami, Florida por Luis G. Coello.
El acceso a internet en Cuba
Coello, quien vino de Cuba a Estados Unidos a mediados de 1960 cuando tenía nueve años, incursionó en las telecomunicaciones con su empresa TeleCuba que en 1995 lanzó la primera tarjeta telefónica prepagada dirigida al mercado cubano. En seis meses, la compañía estaba procesando 700.000 minutos al mes.
Para el año 2000, la empresa se propuso en ser la primera en conseguir una licencia para poner un cable de fibra óptica a Cuba. “Cuando yo pongo inicialmente la propuesta al gobierno americano, me la niega. En 2008 entra Obama y en 2009 me dan la licencia”, contó a Bloomberg Línea el ejecutivo cubanoamericano.
El cable submarino directo de fibra óptica iba de Cayo Hueso (Key West), isla en el estrecho de Florida, a Cojímar, localidad situada a unos 7 kilómetros de La Habana. El cable tenía 110 millas de largo y el costo de unos US$16 millones, pero Coello recordó que Cuba decidió irse con Venezuela, al mando de Hugo Chávez, y gastar US$80 millones para tirar un cable de 1.100 millas desde Santiago hasta Caracas. “Ese cable hasta el día de hoy, desde el 2010-2011 que ellos empezaron a hacerlo, todavía nadie sabe si funciona o no funciona”.
De acuerdo con Coello, si el Ministerio de Comunicaciones Cuba se decidiera por el cable de fibra óptica con EE.UU., “estoy seguro de que ese cable hoy los americanos dan la licencia para tirarlo, pero ellos (los cubanos) no lo han hecho todavía y el de Venezuela no se sabe nada, es un secreto de Estado, no se sabe si lo pusieron a trabajar, porque si de verdad ese cable estuviera funcionando Cuba tuviera todo el Internet que quisiera”.
En la isla más grande del Caribe, para 2022 había cerca de 6,7 millones de usuarios de internet móvil, es decir, el 60% de la población, según la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) y aunque el servicio de internet está cada vez más disponible y los costos mucho más bajos de lo que solían ser, todavía es difícil acceder.
Antes de la pandemia, únicamente el 3,7% de toda la población de la isla tenía servicio de Internet en casa, según un estudio hecho por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Cosas sencillas difíciles de hacer
“En Cuba, las cosas sencillas son difíciles por el control sobre la población y la tecnología. En Cuba la tecnología es muy sensitiva, no se puede hacer prácticamente nada y se monitorea mucho”, dijo Coello.
Las llamadas internacionales también son de los servicios básicos que pueden resultar complicados en Cuba. Los costos más baratos rondan los 24 pesos cubanos (US$ 1) por minuto. También se complica para quienes visitan el país, porque aunque su teléfono con línea estadounidense técnicamente funcionaria -si se cumplen con ciertos requisitos- hacer llamadas cuesta US$2 el minuto y enviar mensajes de texto y usar datos también es costoso.
Si la opción para los 50.000 cubanoamericanos que en promedio viajan cada mes al país caribeño es conseguir una línea telefónica cubana, el único operador de telefonía es Cubacel y ofrece un paquete SIM turístico, que cuesta alrededor de US$ 40 e incluye 6GB de datos móviles, 100 minutos de llamadas locales y 100 mensajes SMS locales, las recargas son solo para datos móviles, no llamadas ni SMS.
La compra de la tarjeta es a través del sitio Cubacel Turista y se requiere que lo compre antes de su llegada y que lo recoja en el aeropuerto José Martí. La SIM es válida durante 30 días después de la activación.
Otros optan por descargar aplicaciones, tanto para PC como teléfonos inteligentes, para llamar a Cuba.
Coello, a través de su empresa CubaMobile, busca ofrecer otra opción, basada en la experiencia que tuvo con la telefonía de casa hace casi tres décadas y esta vez con un contrato con T-Mobile.
La compañía lanzó un plan que ofrece llamar directo desde Estados Unidos a Cuba con una plataforma prepago, que además da un servicio exclusivo de mensajería de texto, roaming y envío de recargas a la Isla.
“El reto más grande que tenemos ahora es que la gente sepa lo que estamos haciendo”, dijo Coello, quien también se desempeña como CEO de CubaMobile.
La administración de Joe Biden ha comenzado a revertir algunas de las políticas que tomó su antecesor Donald Trump contra Cuba, pero parece que los cambios no serán tan significativos para los casi 2,7 millones de personas de la diáspora cubana en EE.UU. o para los 11 millones de cubanos en la Isla, como ocurrió en la era Obama.