Bloomberg — Uruguay sufre una crisis hídrica sin precedentes, ya que una sequía histórica amenaza el suministro de agua potable por cañería que utilizan más de la mitad de sus 3,5 millones de habitantes.
En este país sudamericano ubicado entre Argentina y Brasil, la empresa estatal de obras sanitarias OSE decidió mezclar agua de mayor salinidad del estuario del Río de la Plata con sus escasas reservas de agua dulce para evitar cortes de servicio en la capital, Montevideo, y en las comunidades vecinas. Debido a esta medida extrema, el agua del grifo en la mayor zona urbana del país tiene un desagradable sabor salado desde fines de abril.
Las autoridades están proporcionando ayudas sociales adicionales y agua embotellada a las familias más pobres de Montevideo y advirtiendo a los grupos de alto riesgo, como las mujeres embarazadas, que eviten beber agua del grifo contaminada con sodio. Es un duro recordatorio de que incluso un país en desarrollo rico con reputación de buen gobierno puede verse sorprendido por fenómenos meteorológicos extremos.
Uruguay, un país del tamaño de Missouri con uno de los ingresos per cápita más altos de la región, está bordeado y surcado por ríos con una precipitación promedio anual de 130 centímetros. Sin embargo, más de tres años consecutivos de sequía han agotado la cuenca hidrográfica que abastece a la capital. El principal embalse de Montevideo, el Paso Severino, actualmente tiene el 7% de su capacidad, unos 67 millones de metros cúbicos.
El resultado es que la gente evita consumir agua del grifo en una de las primeras capitales de América Latina en recibir agua potable por cañería, cuando se inició el servicio en 1871. En la actualidad, Uruguay es una excepción en América Latina en cuanto a la cobertura casi universal de agua potable en las zonas urbanas.
Francisco Gross, cuya empresa de ingeniería Seinco ha trabajado en proyectos de agua y residuos en toda Sudamérica, lo atribuye a más de un siglo de inversión estatal en servicios básicos por parte de Gobiernos que asignaron una alta prioridad a la salud pública. Esas inversiones ayudaron a salvar a Uruguay de una epidemia de cólera que asoló América Latina a principios de la década de 1990.
“Había una inquietud de los distintos Gobiernos de mejorar la infraestructura y mejorar la calidad de vida de toda la población. El agua potable es indispensable para una salud pública adecuada”, señaló.
Pero ni siquiera ese excelente historial protegió al país de los riesgos de una sequía prolongada. Los sucesivos Gobiernos desde la década de 1990 pospusieron nuevos proyectos hídricos para la capital porque la llegada oportuna de las lluvias durante sequías anteriores creó una falsa sensación de seguridad, señala Gross.
“Ese es el gran error que tal vez se fue cometiendo. En Uruguay tenemos la expresión de patear la pelota para adelante”, dijo Gross. “Este susto tiene que servir”. Según una encuesta reciente de Opción Consultores, el 56% de los habitantes de Montevideo ha dejado de beber agua del grifo, mientras que el 14% consume menos.
La taxista Paula Ghirardi empezó a beber y cocinar con agua del pozo privado de su abuelo cuando el agua del grifo se volvió salada. La crisis ha afectado su confianza en el abastecimiento de agua de la ciudad. “Me preocupa porque no sé si va a ser como antes que tampoco el agua estaba muy bien”, afirma.
Las ventas de agua embotellada por volumen aumentaron más de tres veces en la primera quincena de mayo, y los consumidores gastaron un 30% más en agua durante ese período, según la empresa de análisis de datos minoristas Scanntech.
“Ahora preparo mi café y mate con agua embotellada. En un mes van a ser 2.500 pesos (US$65). Yo vivo solo con mi mascota. Imagínate una familia con niños y mascotas”, dice Claudio Guedes, que lleva 23 años vendiendo piedras semipreciosas en un puesto del casco histórico de Montevideo.
Esperando la lluvia
La única solución a corto plazo para los problemas de Montevideo es la lluvia. La reciente llegada del fenómeno meteorológico de El Niño —que suele traer un clima húmedo y cálido a la mitad inferior de Sudamérica— debería propiciar abundantes precipitaciones hacia finales de año, según Juan Luis Pérez, meteorólogo y director de Nimbus Weather.
“La crisis del agua tiene un par de meses más hasta que se note un cambio”, dijo Pérez.
El Gobierno dice que hay suficiente agua para abastecer a Montevideo hasta que lleguen las lluvias de invierno. La única planta de tratamiento de agua que abastece a la capital extrae la mayor parte del agua del río Santa Lucía y del Paso Severino. La última vez que el embalse estuvo a plena capacidad fue a fines de noviembre, con tres meses y medio de agua. Pero la fuerte demanda estival en medio de un calor abrasador y escasas lluvias obligó a OSE a empezar a utilizar volúmenes cada vez mayores de agua de mayor salinidad.
“Si no hubiera sido por esa decisión que tomamos en febrero ya no hubiéramos tenido agua”, dijo a Canal 10 el gerente general de OSE, Arturo Castagnino.
El Ministerio de Salud aumentó más del doble los niveles máximos permitidos de sodio y cloruro en el agua del grifo, a 440 miligramos por litro y 720 miligramos por litro, respectivamente. El alto contenido de sodio no es solo un problema para los hogares. La petrolera estatal Ancap está trayendo agua dulce del río Uruguay para evitar dañar la única refinería del país por el uso de agua salada.
Responsabilidad política
La crisis se ha convertido en un dolor de cabeza político para el presidente Luis Lacalle Pou, cuya Administración recibió elogios internacionales por su gestión de la pandemia. Los habitantes de Montevideo han protestado frente a las oficinas gubernamentales para expresar su descontento por la calidad del agua.
Una encuesta reciente otorgaba al partido izquierdista de la oposición, el Frente Amplio, una ventaja de seis puntos porcentuales sobre la coalición de centro-derecha del presidente, de cara a las elecciones generales de octubre de 2024. La Constitución prohíbe a Lacalle Pou presentarse a la reelección inmediata.
El Frente Amplio ha criticado al Gobierno por evitar la construcción de un nuevo embalse de US$80 millones en el río Santa Lucía en favor de un acueducto y una planta de tratamiento de agua de US$250 millones en el Río de la Plata. Está previsto que el Gobierno abra el proceso de ofertas para ese proyecto este mes.
El expresidente José Mujica, que gobernó entre 2010 y 2015, admitió que muchos Gobiernos, incluido el suyo, no invirtieron lo suficiente en agua potable.
“A veces le erramos en las prioridades”, señaló Mujica en comentarios televisados. “Pienso que esto del agua lo deberíamos haber enfrentado mucho antes”.
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