Caracas — Las expectativas generadas por el incipiente repunte económico en Venezuela el año pasado no tardaron en desinflarse a medida que la ralentización de la actividad económica impactó en ingresos y poder adquisitivo, cuya situación ha sido comparada con una de las crisis más relevantes en el país durante el 2015.
La inflación acumulada en ese entonces fue de 180%, y representaba una de las más altas del mundo. Actualmente, la cifra hasta abril de este año se ubica en 71.8% mientras que la anualizada se sitúa en 471%, según datos del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF),
La elevada variación de precios al consumidor este 2023 que asoma una nueva ola de hiperinflación en el país, es atribuida a la falta de demanda agregada en medio de una estabilidad en el tipo de cambio -calificada de superficial por expertos- y a una caída del salario sin ajustes desde hace más de 12 meses.
La muestra de estos últimos meses ha evidenciado una economía venezolana incluso más reducida que en los niveles de 2015, cuando se había contraído hasta un 30% y en el presente ya acumula 80%. La capacidad de operación de las empresas ese año estaban entre 70% y 80% mientras ahora lo hacen a un 40%, de acuerdo a cifras de Conindustria.
Si bien las cifras avalan más que una sensación de grave colapso económico peor que en 2015, el efecto también es causado por una realidad del mercado que no concretó las inversiones estimadas.
“Muchos estimaron inversiones y proyecciones de este año pensando en lo que había pasado el primer semestre del 2022 y finales del 2021 y bueno la realidad de mercado fue un poco distinta, y eso hace que el sentimiento de frustración sea igual”, comenta Jesús Palacios Chacín, economista senior de la firma Ecoanalítica.
Considera que los niveles de contracción durante los primeros meses de este año puede que hayan sido similares a los de 2015, entorno al 20%, sumando entre enero y abril un 15% en cuánto a ventas comerciales. Sin embargo, los cambios registrados en mayo refieren una posible mejora para el resto del año.
“El indicador levemente positivo en mayo con respecto al mismo período en 2022, y que las perspectivas de mejora en el flujo petrolero para el gobierno y cierta estabilidad cambiaria que está permitiendo Chevron también apoyen un repunte en la actividad, y que no se represente una mayor caída”, dice Chacín a Bloomberg Línea.
Los análisis de la consultora estiman en ese sentido un cierre de año positivo aunque moderamente, entre 2% y 3%, respecto al 5% y 6% que se había proyectado a finales de 2022.
La escasez de alimentos que se produjo entre 2015 y 2016, con un dato cercano al 80% que registraba uno de los peores datos de la crisis económica nacional no se ha experimentado este año, y se ha reducido significativamente desde entonces con la flexibilización de medidas restrictivas para comerciantes.
El poder adquisitivo del venezolano, sin embargo, ha retrocedido en los últimos meses incluso para quienes obtienen ingresos en divisas en el sector privado, con un promedio de US$120 al mes frente a una canasta básica alimentaria que supera los US$500, según la misma consultora.
La economía venezolana registró un crecimiento de 15% el año pasado, según cifras oficiales, luego de proyecciones de hasta 20% hechas por entidades como el Credit Suisse, siendo respaldadas por los reportes de ingresos por actividad petrolera y exportaciones, así como por recaudación de impuestos, propiciando un nuevo escenario para el país que resultó insuficiente para toda la población.