Bloomberg Línea — Los movimientos migratorios en América Latina y el Caribe son ahora una constante, especialmente desde que comenzó el éxodo masivo de la población venezolana en los últimos años, según lo precisan el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La investigación de estos dos organismos señala que América Latina y el Caribe pasó de hospedar a 7 millones de personas migrantes en 1990 a tener una población inmigrante de casi 15 millones en 2020.
“La crisis migratoria masiva en Venezuela, que constituye el éxodo más significativo de los últimos 50 años en el hemisferio occidental, ha originado una de las diásporas más desafiantes del mundo, dada su intensidad en un corto período de tiempo. Alrededor de 6,8 millones de personas venezolanas han emigrado”, se señala en el libro producto de la investigación ‘Un mundo mejor para la población migrante en América Latina y el Caribe’.
El mercado laboral, un punto de discordia
Aunque las poblaciones locales que reciben a migrantes se muestran a favor de que estos ingresen a sistemas de salud, educación y de otra índole, la percepción de un deterioro de sus condiciones económicas, laborales, de empleo y de incremento en la carga fiscal se mantienen latentes.
La investigación señala que “la llegada de población migrante, en especial si se trata de un flujo migratorio alto y concentrado en un corto período, puede crear entre la población local la sensación de que crece la competencia laboral y, por ende, aumenta la sensación de incertidumbre laboral. El potencial impacto negativo, sin embargo, no es homogéneo”.
Sin embargo, se explica que esto se produce más en la población que no tiene un perfil calificado y que trabaja, especialmente, en los mercados informales. Entre tanto, se detalla que los trabajadores calificados y las personas de altos ingresos, por el contrario, no suelen percibir que la población migrante genere una mayor competencia en el mercado de trabajo, “ya sea porque la presencia de personas migrantes no los afecta o porque de hecho se benefician de su llegada”.
¿Cómo es este fenómeno de ‘competencia’ país a país?
El BID y el PNUD encontraron que para 2018 un porcentaje significativo de la población, que varía entre un 39% en México y un 79% en Colombia y Perú, consideraba que la migración contribuía a aumentar el desempleo.
“A diferencia de Europa y los Estados Unidos, la preocupación por una mayor competencia en el mercado laboral juega un papel preponderante en las actitudes de la población local hacia la migración”, se añade.
Las cifras también señalan que en América Latina hay porcentajes más altos de percepción de personas que están preocupadas por el efecto de la inmigración en el mercado laboral, incluso más que en Estados Unidos (33%). Además, en Colombia, Ecuador y Perú ese porcentaje es más elevado que en Europa (50%).
Al tiempo, se expresa que para 2020, año en rl que comenzó la pandemia del Covid-19 y que motivó mayor movilización de migrantes en la región, la percepción de una mayor competencia con la población migrante por los puestos de trabajo parece haberse profundizado.
“En Chile y Ecuador cerca de un 70% expresó estar de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación de que las personas migrantes compiten por los puestos de trabajo”, dice el texto.
Justo para evitar este tipo de percepciones, en especial en el mercado laboral, el BID y el PNUD dicen que para garantizar que las decisiones en materia de política maximicen los beneficios económicos de la migración en los países receptores y promuevan al mismo tiempo el bienestar de la población inmigrante y de la población local, “el diseño de las intervenciones debe incorporar un análisis sobre los potenciales canales de incidencia en las percepciones del público. De esta forma se hace posible identificar mecanismos que moderen las actitudes antimigración y que contribuyan a reducir la hostilidad hacia las personas migrantes”.