El mercado de criptomonedas es una apuesta. Regularlo no debería serlo

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Bloomberg — “La partida nunca se acaba cuando la totalidad de tu mundo depende del resultado de una jugada amigable”, entonó en una ocasión el grupo de rock progresivo Alan Parsons Project. Actualmente, su equivalente es el precio de una criptodivisa antagonista. Las fichas digitales proporcionan grandes oportunidades de juego 24/7, ya que los ingenuos apostadores se lanzan a lo grande sobre unas criptomonedas muy volátiles que benefician a las bolsas, destrozan vidas e inducen a cometer delitos. La cuestión es: ¿los reguladores deben oficializar la conexión con el juego de azar?

Un grupo de parlamentarios ingleses ha propuesto reglamentar el intercambio minorista de criptodivisas considerándolo un juego real, en vez de una prolongación de servicios financieros. Aunque los parecidos con los juegos de apuestas datan de los inicios de Bitcoin (XBT) y hasta de sus antecesores, el hundimiento generalizado del mercado en el 2022 y la bancarrota de la bolsa de derivados FTX, dirigida por operadores atrevidos especialistas en las grandes apuestas, han colocado el tema de la desconexión de las criptodivisas con respecto a los factores determinantes del valor relacionados con la renta variable, la renta fija u otros títulos regulados en el núcleo de la discusión sobre su regulación.

Teóricamente, esta idea tiene sus ventajas. Utilizar términos como el juego y el vicio despojaría al intercambio de criptodivisas de su refinada apariencia económica y pondría a bancos y fondos de pensiones a huir a toda prisa, aún más rápidamente que a raíz de las últimas quiebras de entidades bancarias regionales con vínculos con las empresas de cripto. Sería menos factible que las criptodivisas hicieran metástasis y constituyeran un peligro para la estabilidad financiera, ya que encontrarían más dificultades para integrarse en TradFi. El grupo británico desea apartar al gobierno de Rishi Sunak de una posición que prioriza la seducción de inversionistas por encima de la protección del ciudadano, señalando que regular la criptoactividad como un servicio financiero produce un efecto de “halo” “que hace creer a los usuarios que esta práctica está más protegida de lo que en realidad está”.

En el ámbito de defensa del usuario, siempre en teoría, una regulación parecida a la de los juegos de apuestas también podría ser beneficiosa. A los equipos deportivos no les sería permitido perseguir el criptopatrocinio como opción a la promoción publicitaria de agencias de apuestas. Las criptoempresas asumirían nuevas obligaciones en materia de jugadores conflictivos y jóvenes menores de edad, así como de evasión tributaria y blanqueo de capitales. Los anunciantes podrían verse obligados a hacer públicas las previsiones según las cuales hasta el 81% de los usuarios que invirtieron en bitcoin en el periodo comprendido entre 2015 y 2022 perdió dinero. Tal y como dijo un criptoadicto en recuperación a The Guardian en el 2022: “El comercio es un juego de azar, no cabe duda”.

Pero en la práctica, volver a etiquetar las criptomonedas podría cambiar un conjunto de problemas por otro. La implicación es que la criptoindustria de US$1,2 billones se encontraría con una correa regulatoria más estricta, pero la realidad de la aplicación cuenta una historia diferente. La Comisión de Apuestas del Reino Unido, por ejemplo, tiene alrededor de 300 empleados, o alrededor de una décima parte del personal de la Autoridad de Conducta Financiera, que a su vez ha tenido que trabajar mucho para lidiar con todo, desde intercambios como Binance hasta cajeros automáticos cripto. La historia de la regulación del juego en el Reino Unido también está plagada de fallas en la captura regulatoria y la protección del consumidor, incluso si hoy en día está haciendo un intento serio de pasar página.

Sin un aumento en los recursos regulatorios para enfrentar un mundo donde tanta actividad en línea, desde los deportes electrónicos hasta las cajas de botín y el comercio de acciones, se ha vuelto similar a los juegos de azar, la cuestión de las etiquetas podría volverse discutible rápidamente. Considere una de las fallas regulatorias no cripto más recientes del Reino Unido, Football Index, un “mercado de valores” de fútbol de marca propia que se derrumbó en 2021 y quemó a cientos de miles de clientes.

El producto tenía la licencia de la Gambling Commission (Comisión juegos de azar), pero entre bastidores hubo años de idas y venidas sobre si la FCA (por sus silgas en inglés, Autoridad de Conducta Financiera) debería participar. Un informe ordenado por el gobierno encontró que el enfoque de la FCA parecía depender de si tenía suficientes recursos, en lugar de jurisdicción. Si los supervisores de juegos de azar y finanzas ya no pueden (o no quieren) diferenciar entre los dos, ¿qué esperanza hay de determinar dónde debe ubicarse la criptografía en el panorama regulatorio?

Quizás lo que se necesita es un enfoque híbrido, reforzando y combinando los reguladores. Ha habido algunos pasos tentativos: en Francia, por ejemplo, la autoridad nacional de juegos de azar identificó alguna actividad cripto que cae bajo su competencia, en la forma de la empresa comercial NFT Sorare, y emitió pautas para la empresa, incluso cuando la Unión Europea se embarca en un paquete insignia de reglas cripto llamado MiCA. Y en el Reino Unido, la Gambling Commission y la FCA firmaron un memorando de entendimiento sobre una mejor cooperación e intercambio de información.

Reducir la criptoindustria después de tantos escándalos y estafas es un objetivo valioso, pero elegir el régimen regulatorio correcto no debería ser una apuesta.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

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