Bloomberg — El presidente de la Fed, Jerome Powell, cree que la economía de EE.UU. puede evitar una recesión. Pero hay numerosos factores que atentan contra esta premisa, entre ellos el tumulto en el sector bancario, la tensión política y hasta el clima.
Según Powell, la sorprendente resiliencia del mercado laboral allana el camino para un aterrizaje suave aún tras el mayor endurecimiento monetario en décadas. “Es posible que esta vez sea realmente diferente”, declaró el jefe de la Reserva Federal a la prensa la semana pasada tras subir las tasas por décima ocasión seguida.
No obstante, esto también puede significar que la Fed deba mantener sus tasas más altas durante más tiempo para aplacar a los precios, la razón por la que los riesgos de recesión son tan altos. Para que la predicción de Powell se cumpla, la economía del país debe superar tres obstáculos principales.
- Se avecina una crisis crediticia. Impulsada por el impacto combinado del endurecimiento de la Reserva Federal y los colapsos bancarios, probablemente afectará con especial dureza a las pequeñas empresas y al sector inmobiliario comercial.
- No lograr avances para elevar el techo de la deuda en Washington. En este momento, el estancamiento partidista amenaza con un periodo de intensa tensión financiera. Si el gobierno de EE.UU. efectivamente entra en default, el golpe para la economía y los mercados podría rivalizar con el crash de 2008.
- El Niño, un comodín climático. El sistema meteorológico está cobrando fuerza, amenazando con condiciones extremas en todo el mundo que perturbarían el suministro de materias primas, empujarían los precios al alza y mantendrían a la Reserva Federal centrada en la inflación.
Y si esta trifecta hace que la economía caiga en picado, puede que no haya mucho que Powell y sus colegas puedan hacer al respecto. Los recortes de tasas son la principal herramienta para luchar contra la recesión, pero es difícil que la Reserva Federal los aplique cuando todavía está luchando por volver a situar la inflación en el objetivo.
El endurecimiento monetario más rápido en cuatro décadas siempre iba a tener un precio. Desde marzo del año pasado, la Reserva Federal ha subido las tasas desde niveles cercanos a cero hasta por encima del 5%. En la historia reciente, el número de casos en los que ese tipo de política no condujo a una recesión es precisamente cero.
“No creo que haya un buen ejemplo de ‘aterrizaje suave’ en las cerca de cinco décadas que la Reserva Federal ha estado mayoritariamente a cargo de la política macroeconómica, y no veo por qué la situación actual debería ser diferente”, dice James Galbraith, profesor de economía de la Universidad de Texas que en 1978 trabajó en la legislación que consagró el objetivo de pleno empleo de la Fed.
No es casualidad
La dinámica que lleva de tasas más altas a una economía en contracción es sencilla. A medida que aumentan los costes de endeudamiento y caen los precios de los activos, el gasto se ralentiza y las empresas reducen puestos de trabajo. Para los bancos centrales, ese aumento del desempleo -y el consiguiente lastre para los salarios- es el mecanismo que devuelve la inflación al objetivo.
En otras palabras, las recesiones no son un efecto secundario accidental de los intentos de frenar la inflación. Son el espectáculo principal. Por eso, incluso cuando la Fed acababa de empezar con las subidas de tasas el año pasado, Bloomberg Economics pronosticó una recesión en la segunda mitad de 2023.
Luego vino el temblor en el sector bancario. La oleada de colapsos que comenzó con Silicon Valley Bank no fue, en cierto sentido, una sorpresa. Nadie sabía exactamente qué se rompería cuando la Reserva Federal subiera las tasas, pero todo el mundo sospechaba que algo ocurriría.
Sin embargo, si los funcionarios de la Reserva Federal pudieran elegir, probablemente no habrían elegido el colapso de los bancos regionales como su mecanismo preferido para lograr la desinflación.
Los colapsos bancarios amplifican el efecto del aumento de las tasas de interés en la restricción del crédito. Incluso el año pasado, la Senior Loan Officer Survey -el barómetro preferido de la Reserva Federal- mostró un endurecimiento de los criterios de concesión de préstamos, y esa tendencia no hará sino acelerarse tras la quiebra del SVB. Por lo general, la ralentización del crédito se produce con retraso después de que los bancos se muestren cautelosos, una de las razones para situar la desaceleración en el segundo semestre.
Además, las tensiones en el sistema bancario tienden a convertirse en una bola de nieve. Las primeras garantías de que SVB era una excepción extrema parecen ahora equivocadas, ya que el contagio se ha extendido. En conjunto, las quiebras bancarias de 2023 ya rivalizan con las de 2008 en términos de volumen de activos.
En su rueda de prensa, Powell calificó la resolución de First Republic -adquirido por JPMorgan Chase & Co. (JPM) la semana pasada- de “paso importante para poner fin” a la crisis. La volatilidad de las acciones de otros prestamistas regionales desde entonces sugiere que el tema podría no haber terminado.
¿Debacle por el techo de la deuda?
En Washington, mientras tanto, el enfrentamiento en torno al techo de la deuda está escalando hacia algo que parece más peligroso que episodios anteriores.
El 1 de mayo, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, envió una advertencia contundente a los legisladores estadounidenses: la capacidad de su departamento de utilizar maniobras contables especiales para mantenerse dentro del límite de deuda podría agotarse ya a principios de junio. El Tesoro ha estado haciendo maniobras para evitar el impago desde que en enero alcanzó el límite legal actual de US$31,4 billones.
El presidente Joe Biden y el presidente de la Cámara de Representantes Kevin McCarthy tienen previsto mantener conversaciones sobre el techo de la deuda el 9 de mayo, pero las expectativas de un avance son escasas. McCarthy ya ha presentado un proyecto de ley republicano que impondría amplios recortes de gastos a cambio de elevar el techo, algo que los demócratas han rechazado.
En el mejor de los casos, habrá un periodo de elevada tensión en los mercados antes de llegar a un acuerdo. En el peor, el impago abocaría al sistema financiero mundial al abismo y a la economía estadounidense a una profunda recesión.
Si el crecimiento empieza a caer, la inflación rígida limitará el margen de reacción de la Reserva Federal.
Si los precios suben mucho más deprisa de lo que desea la Reserva Federal, “no sería apropiado recortar las tasas y no lo haremos”, declaró Powell a la prensa la semana pasada. Traducción: Si llega la recesión, no esperen que acudamos al rescate con estímulos monetarios.
Con un 5% en marzo, la tasa de inflación general de los precios al consumo ha caído en picado desde un máximo superior al 9% el verano boreal pasado. Pero eso fue lo más fácil, ya que las cadenas de suministro y la caída de los costos energéticos hicieron el trabajo de la Reserva Federal. Lo más difícil está por llegar.
Bloomberg Economics prevé que el aumento de los salarios y el fin del impulso desinflacionista de los bienes y la energía dejarán la inflación subyacente estancada en torno al 4% a finales de este año. Y podría ser peor.
Entra El Niño
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica prevé un 62% de probabilidades de que este sistema meteorológico extremo se desarrolle entre mayo y julio, y un 80% en otoño. Un fuerte fenómeno de El Niño, como predicen algunos modelos, podría aumentar a los riesgos de inflación.
En ese escenario, tormentas e inundaciones azotarían California y el Sur del país norteamericano, perjudicando la producción de alimentos y energía. A escala mundial, las sequías en partes de Asia y las lluvias torrenciales en Sudamérica y África afectan a las cosechas.
Según el Fondo Monetario Internacional, un fenómeno El Niño fuerte puede aumentar en 4 puntos porcentuales la inflación de los precios de los productos básicos. Si añadimos esto a la mezcla, el margen para recortar las tasas de la Reserva Federal se reduce de pequeño a inexistente.
Por supuesto, un aterrizaje suave es posible, y algunas de las señales son favorables. En julio de 2022, el gobernador de la Fed, Christopher Waller, argumentó que un cambio en el mercado laboral -con un descenso de las vacantes y un desempleo estable- podría provocar una desinflación relativamente indolora. Desde entonces, las vacantes han disminuido y las tasas de desempleo se mantienen bajas.
Olivier Blanchard, economista del Peterson Institute, se posicionó en el lado opuesto del debate y sigue pensando que el aumento del desempleo es probable. Sin embargo, Blanchard admite que “si seguimos teniendo un descenso de las vacantes y no aumenta el desempleo durante otro par de meses, entonces Waller podría tener razón”.
“Ante un estancamiento”
Hay otras posibilidades. Uno es una “recesión progresiva”, en la que un sector tras otro se ven afectados, pero la economía en su conjunto nunca se contrae. Hay indicios de que eso es lo que está ocurriendo, ya que la industria manufacturera y el sector inmobiliario tocan fondo antes de que se produzca una caída significativa de los mercados laborales.
“Mi mejor estimación es que el crecimiento económico será lento en los próximos meses”, afirma Karen Dynan, profesora de Harvard. “Nos espera un período de estancamiento”. Puede que eso no siente muy bien, pero significaría que se evita una recesión abierta.
Aún así, es difícil hacer de un aterrizaje suave o de una recesión leve el caso base.
La más reciente lectura del modelo de probabilidad de recesión de Bloomberg Economics sugiere que una recesión a partir de julio es casi una certeza. Tómese esto con cautela: si hay una lección de los últimos años, es que no hay muchas cosas seguras. Pero el punto básico, que una recesión es más probable que no, sigue en pie.
Son malas noticias para las optimistas previsiones de Powell. Peor aún, una recesión poco profunda podría no ser suficiente para devolver la inflación a su objetivo. Por término medio, las recesiones anteriores sólo han reducido la inflación subyacente en una cantidad limitada, y con retrasos significativos.
Si juntamos las piezas, la estanflación -con la economía contrayéndose y la inflación aún demasiado alta- es el resultado más probable.
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