Bloomberg Opinión — “Puedes visitar Pity City (La ciudad de la queja, una expresión), pero no puedes vivir en ella” es un buen consejo en el contexto para, por ejemplo, una reunión de tutoría individual con un joven empleado prometedor pero engreído que acaba de sufrir un revés. Pero es exactamente lo que no debe decir el CEO de una empresa de 11.000 empleados que trata de animarles a afrontar los retos de vender muebles de oficina en una economía de trabajo desde casa.
Las imágenes de Andi Owen, CEO de MillerKnoll, dando este consejo por videoconferencia se han filtrado en Internet y han provocado una tormenta en las redes sociales. La empresa -formada tras la fusión de Herman Miller y su rival Knoll- ha insistido en que el videoclip sólo dura 90 segundos de un pleno de 75 minutos y afirma que se ha sacado de contexto.
Owen se enfrentó a una rápida condena en el tribunal de opinión de las redes sociales, quizá porque la versión de la CEO que se muestra en el clip encaja perfectamente en la ansiedad post-pandémica de los trabajadores. ¿Piensan nuestros jefes que somos unos quejicas?
La paranoia prospera en la cortés falta de autenticidad que tan a menudo requieren los lugares de trabajo. La versión de Owen que aparece en el vídeo parece confirmar que los ejecutivos que parecen razonables y amables en público están secretamente hartos de nosotros en privado.
El fragmento, que ya se ha hecho viral, comienza con los halagos empáticos que esperamos de los líderes empresariales en tiempos difíciles. “Lo más importante que podemos hacer ahora es centrarnos en las cosas que podemos controlar”, empieza Owen. Y eso es “ofrecer el mejor servicio al cliente que podamos, sacar nuestros pedidos, tratarnos bien los unos a los otros, ser amables, ser respetuosos, centrarnos en el futuro porque será brillante.” Namaste.
Pero entonces la presa estalla, su ira y su frustración se desbordan. “No pregunten: ‘¿Qué vamos a hacer si no nos dan un bono?’”, dice, y recuerda el consejo que le dio un antiguo jefe: el comentario de “Pity City”. Concluye con un “Gracias, que tengan un buen día”, antes de hacer la mímica de dejar un micrófono y pronunciar la palabra “Boom”.
Boom, en efecto.
Los titulares se hicieron eco inmediatamente de la hipocresía de una ejecutiva que decía a los trabajadores que no se preocuparan por sus primas. Es comprensible. Ignora la realidad de muchos, sobre todo si se tiene en cuenta que en las tres cuartas partes de las empresas que conceden primas, la palabra “prima” no describe una ganancia inesperada, sino una parte fundamental de la remuneración de los empleados. La falta de pago sugiere problemas financieros. (Al parecer, en MillerKnoll aún no se han tomado decisiones sobre las primas, ni siquiera para el CEO, ya que su ejercicio fiscal aún no ha terminado).
Pero el repentino cambio al modo “deja de quejarte” es lo que realmente da al vídeo su impacto emocional. Los seres humanos anhelamos cierta validación por parte de las figuras de autoridad. Pero, ¿y si nuestros jefes estuvieran así de exasperados en secreto?
El miedo de los empleados ha llevado a momentos similares de franqueza directiva a los primeros puestos de las listas de los más leídos. Cuando el CEO de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, dice que el trabajo a distancia “no funciona” y llama a los directores generales a la oficina cinco días a la semana, otros trabajadores se preguntan si sus jefes seguirán su ejemplo. Cuando se graba a una directora diciendo que está “cansada de mimar a la gente”, la noticia se hace viral en TikTok porque a los espectadores les preocupa que sus supervisores también piensen así.
La preocupación tiene algo de realidad. Al fin y al cabo, no es porque los directivos confíen en su personal por lo que tantas empresas han instalado software de supervisión del comportamiento.
Y los ejecutivos admitieron recientemente al Wall Street Journal que están “cansados de todas las quejas” de los empleados y que admiran -y secretamente desearían poder emular- el estilo abrasivo de Elon Musk, CEO de Twitter. En cambio, sólo los más poderosos pueden salirse con la suya dejando que su personalidad sin filtro tome las riendas.
Las mujeres CEO, en particular, se enfrentan a la presión de ocultar su frustración con los empleados tras una máscara de empatía. Décadas de investigación han demostrado que se espera que las mujeres líderes desprendan calidez de una forma que sus homólogos masculinos no tienen. Al mismo tiempo, las mujeres no pueden parecer “demasiado amables” o serán tachadas de incompetentes. Se trata de un doble obstáculo que requiere una gran habilidad para sortearlo.
En la primera parte del vídeo, Owen da una clase magistral de cómo caminar por esta cuerda floja. Es coherente con la versión de sí misma mostrada en una sincera entrevista de 2021 con el New York Times sobre sus funciones de liderazgo en Herman Miller y The Gap, donde ascendió desde el comercio minorista.
Pero no es la versión de Owen que los espectadores ven en la conclusión del vídeo, donde la repentina revelación de una jefa más dura y crítica resulta chocante. Para un empleado, es alarmante. ¿Pero para un ejecutivo? Quizá la emoción que despierta es la envidia.
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