La pelea de DeSantis con Disney no lo ayudará a vencer a Trump

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Bloomberg Opinión — Hace unos meses, Ron DeSantis estaba en la cresta de la ola. El gobernador de Florida acababa de ganar una reelección aplastante, lideraba algunas encuestas de las primarias presidenciales republicanas y parecía haber dado con una forma exitosa de despegarse de Donald Trump: Dar a los votantes del Partido Republicano un simulacro del ex presidente iniciando grandes peleas culturales que disgustaran a los progresistas -con Disney, el capitalismo “woke”, los migrantes venezolanos, etc.- pero con la seguridad implícita de que tendría suficiente autocontrol para no ser sometido a juicio político o procesado.

Sin embargo, resulta que imitar a Trump no es tan fácil, especialmente cuando el propio Trump original también está en la papeleta. En lugar de tratar de igualar a Trump en las guerras culturales, DeSantis debería hacer hincapié en que Trump no es rival para él en lo que respecta a la economía.

El inconveniente de la estrategia actual de DeSantis es evidente en las encuestas. La acusación de Trump en Manhattan por el pago de dinero a una estrella del porno desvió la atención de DeSantis. Sin embargo, DeSantis ha evitado atacar a Trump, incluso cuando Trump ha intensificado sus ataques contra él, yendo a por todo, desde el pasado entusiasmo de DeSantis por recortar Medicare y la Seguridad Social hasta su desagradable -si es que es verdad- hábito de comer pudín con los dedos (un nuevo anuncio del super PAC de Trump consigue combinar ambos temas). Según FiveThirtyEight, Trump ha ampliado su ventaja sobre DeSantis entre los republicanos, 49% a 26%. Las encuestas internas que me ha hecho llegar una campaña rival sitúan a Trump muy por encima del 50% y a DeSantis desvaneciéndose.

DeSantis parece no saber cómo responder. Está reeditando su viejo libro de jugadas atacando a marcas “woke” como Bud Light (por apoyar a un influencer transgénero) y reavivando su batalla con Disney, amenazando con convertir un terreno estatal cercano en una prisión. Pero los votantes ya no parecen tan interesados. DeSantis podría tener más posibilidades de revertir su suerte si se centrara en cambio en lo que le hizo ser reelegido el pasado noviembre: la sensación entre los floridanos de que ha hecho un excelente trabajo en la gestión de la economía.

Uno de los aspectos más extraños de la política republicana en la era Trump es que los logros que tradicionalmente serían temas centrales de una campaña republicana ahora a menudo son empujados a la periferia. La gestión de DeSantis de la economía de Florida es un buen ejemplo.

Mientras viajaba por Florida el otoño pasado para un perfil de DeSantis, los votantes en sus mítines de campaña dijeron consistentemente que lo apoyaban no por su postura contra Disney o su deportación de migrantes, sino porque había luchado contra las restricciones del Covid para mantener las escuelas y las empresas abiertas y la economía del estado avanzando. Y no sólo los republicanos: Los independientes e incluso algunos demócratas le atribuyeron la sensación de que los puestos de trabajo eran abundantes y la gente no se había quedado en casa durante la pandemia como había ocurrido en otros lugares. Pensaron que al “Estado Libre de Florida”, como lo llamó DeSantis, realmente le había ido mejor que a otros estados.

Si DeSantis se inclinara por este argumento, se podrían esgrimir muchas medidas económicas recientes en su apoyo. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, tres de las cinco grandes ciudades con menor desempleo del país se encuentran en Florida: Miami, Orlando y Tampa Bay. En Miami, los salarios aumentan a un ritmo muy superior a la media nacional. Florida también lidera el país en porcentaje de viviendas sin hipoteca, por lo que está mejor protegida frente a una caída de los precios inmobiliarios. Y Florida ha superado recientemente a Nueva York en número total de trabajadores, a medida que más y más gente recoge sus cosas y se traslada al sur del país. Sí, las playas y el sol son siempre un atractivo. Pero una encuesta entre neoyorquinos que se trasladaron a Florida el año pasado reveló que los impuestos más bajos, el menor costo de vida y las mejores oportunidades laborales fueron las principales razones de su traslado.

Antes de Trump, un gobernador republicano con la vista puesta en la Casa Blanca y una economía en auge estaría transmitiendo su éxito a través de un megáfono, especialmente si el presidente demócrata tuviera un mísero 31% de aprobación y el público estuviera insatisfecho con la economía, como sucede con Joe Biden y los estadounidenses. Y especialmente si la Reserva Federal pronosticara una recesión, como muestran las nuevas proyecciones. ¿Qué mejor contraste podría hacer un gobernador republicano para atraer a la mayoría de los votantes?

Pero incluso cuando habla de la economía, DeSantis tiende a adoptar un marco de guerra cultural para señalar su buena fe MAGA, centrándose en la supuesta “wokeness” de las empresas o criticando sus esfuerzos para, digamos, mitigar las infecciones por Covid. Él podría hacer un argumento mucho más sencillo señalando que ha hecho la vida bastante buena para millones de floridanos con empleos decentes, salarios crecientes y casas pagadas.

Con su luna de miel republicana desvaneciéndose, Trump ganando fuerza y ricos patrocinadores como el multimillonario Thomas Peterffy abandonándolo por sus posturas extremas sobre el aborto y la prohibición de libros, DeSantis podría considerar una nueva estrategia. Nunca iba a superar a Trump. Afortunadamente para él, hay otro camino disponible, y no tiene que mirar mucho más allá de su propio historial para encontrarlo.

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