Bloomberg — Donald Trump tiene razón al menos en una cosa: ningún otro expresidente de Estados Unidos ha sido tratado así.
Trump se enfrenta a una cadena de indignidades sin precedentes tras ser acusado el jueves por un gran jurado de Manhattan en una investigación sobre pagos de dinero por silencio a una estrella del porno durante su campaña de 2016, un acontecimiento histórico en la ley y la política estadounidense que seguramente dividirá a una sociedad y un electorado ya polarizados.
Al 45º presidente, el primer ex ocupante del Despacho Oval en ser acusado, se le tomarán las huellas dactilares y su ficha policial como a cualquier acusado penal cuando acuda al Tribunal Supremo del Estado de Nueva York en Manhattan para enfrentarse a los cargos, según han informado funcionarios judiciales.
El abogado defensor de Trump, Joe Tacopina, dijo que acababa de ser informado por la oficina de Bragg de los cargos el jueves por la tarde.
“Obviamente estamos decepcionados, pero lucharemos rápida y agresivamente contra estos cargos y perseguiremos la justicia en este caso”, dijo.
Un portavoz de Trump no respondió inmediatamente a un mensaje en busca de comentarios.
Los tres casos están en marcha durante la tercera campaña de Trump a la Casa Blanca y cuando su apoyo republicano podría estar menguando. Mientras su base, un constante 30% del electorado del Partido Republicano, apoya al candidato de 76 años pase lo que pase, muchos otros republicanos y votantes independientes buscan una alternativa menos dramática, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis. La exembajadora ante la ONU Nikki Haley también se postula.
Trump ha negado haber hecho nada malo y ha desestimado las tres investigaciones como venganzas partidistas. Y ha ganado un apoyo significativo al afirmar que es víctima de una persecución del “Estado profundo”. En un post de su plataforma Truth Social calificó la investigación de Manhattan de “caza de brujas política, que intenta derribar al principal candidato, con diferencia, del Partido Republicano”.
Sin embargo, ni los cargos penales ni una condena le inhabilitan para presentarse o incluso para ser presidente.
--Con la ayuda de Erik Larson y Chris Strohm.
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