La revolución del ladrillo en Bogotá: ¿cómo este material democratizó la visual de la ciudad?

Cualquiera que haya visitado Bogotá o simplemente la haya sobrevolado en avión se habrá podido percatar que la mancha urbana está caracterizada por el rojizo ladrillo, ¿por qué?

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Bogotá — Edificios de ladrillo se imponen en el paisaje y le dan un sello distintivo a Bogotá, una metrópoli de más de 7 millones de habitantes en donde este material predomina desde los barrios populares hasta las construcciones más emblemáticas para la capital colombiana como la Biblioteca Pública Virgilio Barco, el Eje ambiental en la Avenida Jiménez y Las Torres del Parque, todas estas obras del arquitecto colombofrancés Rogelio Salmona (1927-2007).

La estrecha ligación entre este territorio y el oficio de alfarería se remonta incluso a la época anterior a la llegada de los españoles, puesto que las comunidades indígenas ya trabajaban en esta actividad y trasladaron esta influencia a las construcciones. No obstante, fueron los españoles quienes extendieron las técnicas de alfarería para la fabricación no solo de ladrillo, sino también de tejas y otros materiales de construcción.

“Desde la Colonia Bogotá comenzó a fabricar cerámicas y ladrillos, dadas las condiciones del suelo, que se encontraban en la Sabana con mucha presencia de arcilla. Desde la llegada de los españoles se ha utilizado la arcilla como un material de la construcción. Posteriormente, esto ha evolucionado a la construcción de ladrillos, se han vuelto piezas icónicas de la arquitectura de Bogotá”, dijo a Bloomberg Línea el profesor de Gestión y Desarrollo Urbanos de la Universidad del Rosario, Fernando Carriazo.

Estas prácticas se extendieron durante décadas no solo al nivel de las ladrilleras, sino que aterrizaron a otros segmentos de la población de la naciente ciudad a través de los llamados chircales, que eran espacios dedicados a la fabricación artesanal de ladrillos.

Los chircales se impusieron en las zonas aledañas a los cerros orientales de la ciudad, que definen la silueta de Bogotá y marcan la frontera con otros territorios del departamento de Cundinamarca.

De acuerdo a información divulgada por el Archivo de Bogotá, “el nombre chircal viene del chirco, un arbusto muy común que crecía en los cerros de la ciudad y que se usaba para encender con su madera los hornos en los cuales se realizaban los ladrillos y productos de cerámica”.

Explica que al final de la época colonial, los hornos y los chircos comienzan a ser desplazados a medida que se introduce el carbón para producir a un nivel más industrial.

Aun así, los chircales permanecieron activos hasta comienzos del siglo XXI en localidades de Bogotá como Ciudad Bolívar, Rafael Uribe Uribe, Usme y San Cristóbal, antes de su marchitamiento ante la prohibición de las autoridades.

¿Por qué se dio el ‘boom’ del ladrillo?

El arquitecto urbanista y profesor de la Facultad de Arquitectura y Diseño en la Universidad Javeriana, David Burbano, concuerda en que la producción creciente de chircales y el surgimiento de fábricas modernas de ladrillo desde finales del siglo XIX impulsó el uso del material.

“Con el proceso de modernización y crecimiento urbano a inicios del siglo XX, los nuevos barrios residenciales toman como referencia los barrios ingleses construidos en ladrillo macizo en sus fachadas y en teja de barrio en sus cubiertas”, explicó.

Expuso en entrevista con Bloomberg Línea que el uso del ladrillo en Bogotá está históricamente relacionado con la capacidad de las laderas del sur de la ciudad para acumular en sus terrenos materiales arcillosos blandos, arenas y gravas (materias primas del barro cocido).

“La mayoría de las fábricas de ladrillos están localizadas en el sur de Bogotá, en las localidades Usme, Tunjuelito, Ciudad Bolívar, generalmente en zonas bastante deprimidas con muchos problemas sociales y económicos. Cerca de estas zonas se encuentran las materias primas, esencialmente son fuente de arcilla”, complementó Carriazo.

En municipios del departamento de Boyacá, cercano a Bogotá, también se ha desarrollado la producción de ladrillo, como ha sido el caso de Duitama y Sogamoso.

Las facilidades que ofreció el ladrillo

Desde la perspectiva de David Burbano, la tradición en el uso permitió que el ladrillo fuera un material relativamente económico, eficiente y de fácil uso y durabilidad.

Además, se constituyó como un material adecuado para las condiciones del entorno, ofreciendo solidez y permeabilidad en el aspecto constructivo.

“La mano de obra especializada permitió un uso y trabajo técnico destacado y constructivamente bien manejado (…). Vale la pena destacar también la historia paralela del uso del ladrillo (tipo bloque), masivamente utilizado en fachadas de vivienda popular formal e informal, al ser un material económico y altamente eficiente por su formato (tamaño)”, señaló el PhD.

Remontándose a la actualidad, resalta que arquitectos “destacados y referentes de la arquitectura moderna bogotana como Fernando Martínez Sanabra, Enrique Triana y ante todo Rogelio Salmona tomaron el ladrillo como su principal material creativo. Este hecho permitió un nivel de trabajo estético y constructivo muy particular que sirvió como referente para muchos arquitectos posteriores”.

Aun así no está exento de problemas, pues Burbano manifiesta que a pesar de que su materia prima es natural y es un material muy resistente en el tiempo, el proceso de fabricación es altamente contaminante por la liberación de humos que genera.

Carriazo señala que la producción tradicionalmente ha sido muy artesanal y “hasta hace muy poco se utilizaban hornos artesanales que son muy poco amigables con el medioambiente, generan mayores emisiones de gases de efecto invernadero porque utilizan esencialmente carbón, y en etapas muy tempranas de la producción se utilizaba incluso leña”.

“Hoy la producción está un poco más industrializada, más tecnificada, ya no se utilizan tanto los hornos artesanales sino unos hornos más tecnificados. No obstante, estos hornos utilizan principalmente como combustible el carbón y esto significa que también vamos a tener grandes emisiones de gases de efecto invernadero”, apuntó.

Por lo anterior, considera que en el largo plazo no es sostenible que las construcciones de la ciudad tengan como principal insumo el ladrillo, aunque desde el punto de vista de los costos implique beneficios en comparación al acero o el hormigón. “El costo para la sociedad puede ser muy elevado debido a estos impactos en la salud y en la calidad del aire de la ciudad, tendríamos que pensar en otros insumos que se utilicen en la construcción de vivienda”.

Un reporte del Ministerio de Ambiente colombiano divulgado en 2021 muestra a partir de diferentes fuentes que en el país “se han podido caracterizar 1.508 industrias ladrilleras considerando 15 departamentos con una producción anual estimada en cerca de 13 millones de toneladas de materiales cerámicos al año”.

La Corporación Ambiental Empresarial ha advertido que el 25% de las toneladas de ladrillos lo produce la gran industria en el 3% de los hornos, mientras que el 75% restante se produce en el 97% de hornos, lo que demostraría los altos niveles de informalidad que aún había en la industria por lo menos hasta 2019, de acuerdo a la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi).

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