Bloomberg — El gigante petrolero brasileño Petrobras, controlado por el Estado, no tardó mucho en ser criticado por el recién electo presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien lucha por evitar una desaceleración importante en la mayor economía de América Latina.
Esta semana, Petroleo Brasileiro SA, como se conoce formalmente a la empresa, se ha visto alcanzada por un impuesto de cuatro meses sobre las exportaciones de petróleo. Sus ventas de activos han quedado en suspenso durante 90 días, y se le ha presionado para que limite los precios del combustible. También tiene previsto reducir el importe de los dividendos que paga, según una persona familiarizada con el asunto.
Todo apunta a que Lula cambiará Petrobras de una máquina de beneficios a un vehículo para el desarrollo nacional, una perspectiva que provocó una venta masiva esta semana. Lula es partidario desde hace tiempo de que el Estado desempeñe un papel más importante en la industria petrolera, y desde su campaña presidencial ha pedido a la empresa que invierta más en negocios de menor margen, como el refinado y las energías renovables, y también ha criticado su política de precios.
Aun así, el gobierno ha negado rotundamente que esté interviniendo en las decisiones internas de Petrobras y ha dicho que los precios del combustible estaban por encima de los niveles internacionales antes de que la empresa los ajustara a la baja.
Las grandes petroleras de todo el mundo están rebosantes de efectivo después de que los precios del petróleo se dispararan el año pasado, lo que las pone en el punto de mira por sus beneficios extraordinarios en un momento en que los consumidores sufren la inflación. Chevron Corp. ha sido vapuleada por la Casa Blanca tras desvelar una recompra de acciones por valor de 75.000 millones de dólares. En Europa, TotalEnergies SE y Shell Plc se encuentran entre los productores afectados por impuestos inesperados.
Gleisi Hoffmann, presidenta de la Cámara Baja y aliada de Lula, resumió la postura del gobernante Partido de los Trabajadores en un tuit, en el que pedía el fin de la “indecente distribución de dividendos” y unos precios de los combustibles más “justos”. Los últimos acontecimientos confirman los temores de los inversores desde el ciclo electoral de que la empresa sea menos rentable bajo el mandato de Lula.
El impuesto a la exportación podría socavar la confianza en Brasil como destino de inversiones petroleras e incluso perjudicar las perspectivas de crecimiento de la producción, dijo en un comunicado el Instituto Brasileño de Petróleo y Gas, un grupo de la industria conocido como IBP.
Si el impuesto a la exportación expira según lo previsto en cuatro meses, le costará a Petrobras un estimado de 2.200 millones de reales (US$420 millones), dijo JPMorgan Chase & Co. (JPM) en una nota a los clientes, y agregó que hay preocupaciones de que el gravamen se mantendrá en vigor.
“Los inversores también se preguntarán si estos impuestos serán realmente temporales”, dijo JPMorgan. “Esto recortaría el 9,2% de los ingresos de exportación de la industria para siempre, lo que se vuelve sustancialmente más material”.
Petrobras tiene previsto presentar sus resultados del cuarto trimestre tras el cierre de la sesión del miércoles. El pago total de dividendos hasta el tercer trimestre de 2022 se sitúa en torno a los 180.000 millones de reales, muy por encima del récord del año anterior de 101.400 millones de reales.
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