La caducidad de los nuevos negocios en Venezuela entre la improvisación y la falsa recuperación

Empezaron con bríos, y ¿pueden terminar con escalofríos?. Para Ronald Balza, existe la posibilidad de que sean estrategias planificadas mientras que Aaron Olmos asegura que reina la exclusividad

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Caracas — El impulso que dio el repunte económico en Venezuela el año pasado para la creación de nuevos modelos de negocios en el país, puede que haya sido aprovechado estrepitosamente en medio de la falta de oferta causada por una fuerte crisis económica y humanitaria, y lo que ha dejado como principal consecuencia un tiempo de caducidad mínimo.

Cerca de 200 nuevos restaurantes habían abierto al público en la nación suramericana para finales de diciembre, de acuerdo a un balance de la Cámara Nacional de Restaurantes (Canares). “Van a haber muchas bajas el año que viene porque son muchos quienes se están adentrando al negocio gastronómico”, dijo en su oportunidad, Iván Puerta, representante del organismo.

La improvisación si bien es el complemento de las proyecciones negativas, en este caso, también aplica la exclusividad de los pequeños grupos a los que van dedicados así como las razones estacionales de las visitas por acudir un nuevo emprendimiento que no cuenta con mayores atracciones.

El restaurante Altum, ubicado en Altamira, al este de la capital venezolana, atrajó todas las miradas durante su lanzamiento en diciembre, con precios poco accesibles para el venezolano común, que superaban los US$150 por 45 minutos de “vuelo” para cenar a 50 metros de altura. A finales de enero, el local anunciaba en sus redes promociones y planes nuevos con descuentos de hasta 65%.

“Son productos de alta gama, de precios muy elevados en divisas y que con el paso del tiempo su modelo de negocio no ofrece nada nuevo. A este restaurante en las alturas, si mal no recuerdo, creo que le salió competencia en Barquisimeto. Creo que desde US$20 ó US$40 dólares ya la gente puede subirse allí, entonces es un modelo de negocio que al final de cuentas más allá de subir a la persona en una grúa, no ofrece algo diferente. Ya después de que la persona vive la experiencia se pregunta: ¿‘y qué otra cosa hay’?”, comenta el economista Aaron Olmos, director de Olmos Group Venezuela y especialista en finanzas de empresas.

A su juicio, la economía venezolana no se ha recuperado y lo que se percibe durante los últimos años con la instalación de bodegones, restaurantes y tiendas de lujo, se podría describir como un crecimiento superficial, que está relacionado con liquidez incrementada hasta tres veces, según propios datos del Banco Central de Venezuela (BCV).

Explica que es demostrado con una tendencia a la baja de las variaciones positivas registradas a principios del año pasado, y dejando en una situación compleja el 2023, con un enfoque particular en el retroceso del salario, siendo uno de los más bajos en el mundo situado en US$5 al mes el mínimo.

“Eso hace que los negocios de moda tengan unas pocas semanas o meses de auge, pero se enfrenta a la realidad de un venezolano que no necesariamente tiene ese dinero para poderlo orientarlo o gastarlo en algo que es puntual, en algo que es de moda, porque a nivel de la jerarquía de las necesidades del venezolano, la mayor cantidad de dinero se va en cubrir las necesidades básicas y fundamentales”, agrega Olmos.

¿Del brío al escalofrío o un plan bien pensado?

Otras de las decisiones tomadas por los empresarios al frente de estos nuevos negocios que muestran menor radicalismo, y que antes del cierre optan por el recorte de personal, aunque podrían ser calificadas como falta de planificación, también podrían ser atribuibles a una estrategia de ajuste al mercado.

Ocurre con el caso de Avanti, una mega tienda de lujo instalada en la zona rosa de Caracas durante el último trimestre del año, que a pesar de su apoteósica inauguración con cuatro plantas de marcas de diseñadores internacionales y una nómina de personal elevada, esta última se ha visto recortada a la mitad más recientemente, de acuerdo a personas familiarizadas con el asunto.

Para el economista Ronald Balza, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), ese podría ser uno de los motivos planteados como plan de negocio, con la posibilidad de que el emprendedor haya tomado los riesgos en cuenta desde el momento de las contrataciones.

“No sabemos si esa caducidad ha sido tomada en cuenta en el diseño del negocio desde el principio (...) podría haberse corrido el riesgo de contratar más gente de la que se iba a mantener durante todo el tiempo de funcionamiento del negocio (...) puede suceder que en el plan de los negocios se haga ver desde el principio que quienes asisten a algunos lugares, pues son personas con un poder de compra relativamente alto y eso se utilice justamente como modo de promocionar la visita al lugar”, apunta en contacto con Bloomberg Línea.

Olmos, por su parte, coincide en que el comerciante podría estar tratando de ajustarse al mercado aún y sin conocer o consultar lo qué realmente busca el cliente, sin embargo reitera la situación real estructural que se mantiene, impidiendo la recuperación total que pueda beneficiar a este tipo de negocios por completo.

“Cuando las personas puedan comprar las cosas que requieran y tengan poder de compra con su ingreso es que vamos a ver recuperación y prosperidad en estos negocios, sin embargo, de alguna manera seguimos viendo que se están utilizando estas pequeñas explosiones de recuperación disgregadas por todo el territorio como un sinónimo de recuperación y ahí estaríamos entrando en la lógica de los equilibrios inestables”, puntualiza.