Bloomberg Opinión — Al hacer un balance del año transcurrido desde la invasión rusa, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskiy puede sentirse satisfecho de la actuación de su país en dos frentes. En los campos de batalla del este, sus soldados y generales han resistido ante un enemigo mayor y mejor armado; en el oeste, ha derrotado a su homólogo, Vladimir Putin, en la guerra de las narrativas.
Zelenskiy ha conseguido que Estados Unidos y Europa apoyen a Ucrania, lo que a su vez ha dado a su ejército la moral y las municiones que necesita para mantener a Rusia a raya. Su carisma personal y su hábil diplomacia ayudaron a superar las reticencias iniciales de Estados Unidos y Europa a enemistarse con Putin, y a extraer armas cada vez más potentes de las naciones de la OTAN. El compromiso occidental con la causa ucraniana se ha visto subrayado esta semana por la visita a Kiev del Presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
Pero de cara al segundo año del conflicto, el líder ucraniano debería dirigir más sus energías a una laguna evidente en su campaña de comunicación: el Sur Global. En la mayor parte del mundo en desarrollo, Ucrania ha sido incapaz de desafiar la superioridad de Rusia en la guerra de narrativas. También en este caso, Kiev necesitará la ayuda de Occidente, pero también dispone de poderosas armas propias.
En la primera fase de la guerra, el Sur Global no ocupaba un lugar destacado entre las prioridades ucranianas. Zelenskiy reconoció que garantizar un flujo constante de armas y asistencia occidentales era absolutamente crucial para evitar que todo su país siguiera el camino de la península de Crimea en 2014, cuando Putin se aprovechó de la ausencia de apoyo de Estados Unidos y Europa. En la primavera boreal de 2022, la atención y el compromiso de Occidente eran existencialmente importantes para Ucrania.
Pero tras haber salvado a su país de la aniquilación y la anexión, Zelenskiy necesitará el apoyo del Sur Global para presionar a Putin para que ponga fin a la guerra. Llegado el momento, Ucrania necesitará también un consenso internacional para obligar a Rusia a pagar reparaciones y a rendir cuentas por sus crímenes de guerra.
El presidente y su gabinete se están dando cuenta de ello. “Los dirigentes ucranianos son muy conscientes de que el Sur Global es un punto ciego”, afirma Fabrice Pothier, director general de la consultora política Rasmussen Global, que ha asesorado al gobierno ucraniano. A finales del año pasado, en una sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos, Zelenskiy describió el conflicto como una “batalla por las mentes del mundo” y habló de la necesidad de garantizar la victoria tanto de los “países del Sur Global” como de Ucrania.
Poner al mundo en desarrollo de su lado requerirá algo más que una retórica altisonante. Como en los primeros días de la invasión, los ucranianos carecen de los recursos necesarios para una guerra de discursos. Para empezar, Kiev sólo dispone de una pequeña parte de los medios diplomáticos de Moscú. “Les cuesta encontrar los canales adecuados”, afirma Pothier. “Por ejemplo, sólo tienen cinco embajadores en todo el continente africano. No pueden competir con Rusia en ese aspecto”.
El ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, no tiene ni el repertorio ni el reconocimiento internacional de su homólogo ruso, Sergei Lavrov. Desde el comienzo de la guerra, Lavrov ha volado por todo el mundo en desarrollo para vender la narrativa rusa, cuando no ha estado recibiendo en Moscú a ministros de Asuntos Exteriores del Sur Global. Kuleba no ha aumentado sus millas de viajero frecuente al mismo ritmo, ni su alfombra roja se ha desgastado mucho.
En Occidente, Zelenskiy ha compensado sus limitaciones para viajar pronunciando discursos en video, ya sea ante el Parlamento Europeo, ante legisladores franceses o en el Foro Económico Mundial. Pero este enfoque no funciona con audiencias escépticas. Cuando se dirigió a la Unión Africana el verano pasado, sólo cuatro de los 55 jefes de Estado asistieron a la sesión virtual. Muchos más líderes africanos han estado encantados de recibir a Lavrov, prestando oídos pacientes a su propaganda sobre la perfidia ucraniana (y occidental).
En su mayoría, los países en desarrollo han votado en contra de Rusia en las mociones de las Naciones Unidas relativas a la guerra. Pero ha habido importantes indecisos. Pocos días después del inicio de las hostilidades, 35 países -todos ellos del Sur Global y que en conjunto representan casi la mitad de la población mundial- se abstuvieron en una votación de condena de la invasión rusa. En octubre, el mismo número se abstuvo en una votación para condenar la anexión por Moscú de partes del este de Ucrania. (En ambos casos, sólo cinco países votaron en contra).
Y hay que tener en cuenta que se trataba de votaciones simbólicas, no vinculantes, como la prevista para este miércoles, sobre una moción que subraya la urgencia de encontrar “una paz global, justa y duradera” y pide el apoyo de los miembros de la ONU y las organizaciones internacionales. Cuando se trata de mociones concretas, la simpatía por Rusia ha sido mayor. En abril, 58 países se abstuvieron y 24 votaron en contra de una moción para suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU por su conducta en Ucrania. Esto ocurrió pocos días después de que el mundo viera por primera vez las espantosas imágenes de asesinatos y torturas de civiles a manos de soldados rusos en Bucha, cerca de Kiev.
Los votos no bastaron para mantener a Moscú en el Consejo, pero acabó con la idea de que Putin estaba aislado y sin amigos. Entre los detractores y los indecisos se encontraban las naciones más prominentes del Sur Global: China, Etiopía, Irán y Argelia votaron en contra, mientras que India, Indonesia, Brasil, Nigeria y Sudáfrica se abstuvieron.
Varios factores explican este desprecio deliberado de los hechos de la guerra. Los líderes de muchas naciones en desarrollo, especialmente en África, guardan un grato recuerdo del apoyo de Moscú durante su lucha por la libertad contra las potencias coloniales occidentales. Algunos son beneficiarios más recientes de la generosidad rusa. Otros, en cambio, temen perder los lazos militares a largo plazo. Algunos aprovechan la guerra para extraer petróleo y gas a bajo precio de Rusia. Y algunos siguen el ejemplo de China, el principal aliado de Rusia.
Superar esta combinación de razones requerirá una narrativa diferente a la que ha dado tanta tracción a Zelenskiy en Occidente. Es cierto que, como señaló recientemente Richard Gowan, del International Crisis Group, las violaciones de la soberanía son algo que no gusta ni siquiera a las autocracias: 21 de los 55 Estados que Freedom House clasifica como “no libres” apoyaron a Ucrania. Aun así, es posible que muchos países del Sur Global no se crean -o no les importe- que permitir que Putin se anexione Ucrania no haría sino animarle a exigir otros territorios en Europa. Es difícil convencer a los países en desarrollo de que pagar más por el gas hoy garantizará sus libertades futuras.
Pero Zelenskiy puede contar otras historias que resonarán en el Sur Global. Las naciones que han sufrido la opresión colonial e imperial pueden convencerse de que Ucrania se enfrenta ahora a ambas cosas.
“Un relato ucraniano de una experiencia compartida de colonialismo e imperialismo sería muy poderoso en el Sur Global”, afirma Gaspard Estrada, politólogo de Sciences Po especializado en América Latina. “Zelenskiy también debería decir: ‘Al igual que ustedes, rechazamos la noción de áreas de influencia’. Este sería un argumento especialmente fuerte con los nuevos líderes de izquierda en América Latina, porque es su argumento”.
Zelenskiy también puede invocar los lazos de la época de la Guerra Fría. Rashid Abdi, analista geopolítico y miembro del Rift Valley Institute, señala que muchos líderes africanos que conservan un sentimiento de lealtad hacia la antigua URSS se formaron y educaron en Ucrania, no en Rusia. “Ucrania tiene una relación más larga con África, más beneficiosa para los africanos”, afirma. “También es una relación más diversificada, no sólo de suministro de trigo y fertilizantes. Los ucranianos han sido muy generosos con las becas, y antes de la guerra había decenas de miles de estudiantes africanos allí.”
Zelenskiy también puede pasar por encima de los líderes políticos para aprovechar el sentimiento proucraniano de la gente corriente. “Entre el público, es la perspectiva occidental -que Rusia es el invasor- la que prevalece”, afirma Monica de Bolle, investigadora principal del Peterson Institute for International Economics. “Esto se manifiesta en artículos de opinión, actos académicos y en cómo se retrata la guerra en la televisión. Hay admiración por Zelenskiy, aunque no sea tan pronunciada como en Occidente”.
Dado que aún debe dedicar tiempo y energía a mantener de su lado a sus benefactores occidentales, el líder ucraniano necesitará sustitutos que le ayuden a llevar la palabra al mundo en desarrollo. Los líderes occidentales, dada la complicada historia de sus países en el Sur Global, pueden carecer de la credibilidad necesaria para lograrlo. Pero Zelenskiy debería poder reclutar sustitutos entre los líderes de los países de la periferia rusa, que conocen demasiado bien las implicaciones de las ambiciones imperiales de Moscú.
Occidente también tiene un papel que desempeñar: Proporcionar cobertura económica y diplomática a las pérdidas que puedan sufrir los países en desarrollo si se ponen del lado de Ucrania. Condiciones comerciales favorables, condonación de la deuda y nuevas ayudas: Estados Unidos y las naciones europeas saben cómo recompensar a quienes deciden estar en el lado correcto de la historia.
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