Entre elecciones y crisis, cómo ve a Latam este destacado analista estadounidense

Para Brian Winter, VP de Americas Society/Council of the Americas, “no es claro que estén dadas las condiciones para una reelección” en Argentina

Lula y Alberto Fernandez el 23 de enero de 2023. Fotógrafo: Anita Pouchard Serra/Bloomberg
16 de febrero, 2023 | 04:35 AM

Buenos Aires — Brian Winter nació en Estados Unidos y vive en Nueva York, pero es casi un latinoamericano más. No solo porque se pasó una década viviendo en la región como corresponsal de Reuters para Brasil, Argentina y México, sino también porque, como dice su perfil, lleva 20 años “respirando la política de América Latina”.

Editor en jefe de la revista Americas Quarterly, vicepresidente de políticas públicas de Americas Society/Council of the Americas y reconocido analista, Winter se refirió a los principales desafíos que enfrenta la región en una entrevista con Bloomberg Línea. En ella, explicó por qué “no es claro que estén dadas las condiciones para una reelección” en Argentina y por qué dijo que es más probable que alguna vez vea a pie grande (big foot) antes que una moneda común con Brasil.

Además, se refirió a las dificultades que enfrentará Lula da Silva en su tercer gobierno y a la escalada de tensión política en Perú y Ecuador. También dijo por qué no espera elecciones libres en Venezuela y Nicaragua, y destacó cuáles son a su juicio las cuatro lecciones que Uruguay puede enseñarle al resto de la región.

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Fuente: As-coa.org

La siguiente conversación fue editada por motivos de extensión y claridad

Escribiste hace poco que era más probable que vieras alguna vez a pie grande antes que una moneda común entre Argentina y Brasil.

Sí. Hace casi 25 años que sigo la región, viví en Argentina y en Brasil y sé lo difícil e imperfecta que ha sido la búsqueda de lograr una unión aduanera. Hablar de una unión monetaria en este momento no me parece realista. El ministro de Economía argentino, Sergio Massa, habló después de algo menos ambicioso: de crear una forma de pago digital que pueda reducir el número de transacciones en dólares. Si la propuesta es esa, sí parece factible. Pero técnicamente una moneda única es muy difícil de implementar, como vimos con la Unión Europea. Por otra parte, esta sincronización de ideologías que hay hoy entre Buenos Aires y Brasilia no está claro que vaya a durar, con las elecciones que enfrenta Argentina este año.

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¿Pero crees que la región podrá alguna vez alcanzar una integración económica, política y territorial en el Mercosur como existe en la UE?

Las posibilidades de integración regional en América latina y especialmente en América del Sur son enormes. Pero el tema no pasa necesariamente por los grandes proyectos, como una moneda común, sino en proyectos más sencillos de infraestructura, de armonización de reglas de comercio, de cómo agilizar las inversiones entre los países. La cuestión pasa por proyectos que no son tan atractivos, como la armonización de reglas aduaneras, o la construcción de puentes en fronteras donde en este momento no hay muchas conexiones.

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La oportunidad existe entonces pero no se aprovecha.

Si se compara con América del Norte o la Unión Europea se ve claramente que hay un trabajo para hacer. Es uno de los bloques del mundo donde hay menos intercambio de bienes y servicios. Hay muchas oportunidades y cuando perdemos el tiempo hablando de grandes proyectos que no son viables -al menos en el mediano plazo- perdemos la oportunidad de pensar en aquellas medidas más humildes que pueden hacer una gran diferencia.

El ministro de Hacienda de Brasil, Fernando Haddad, a la izquierda, y el ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa, sostienen documentos firmados durante una conferencia de prensa en la Casa Rosada de Buenos Aires el 23 de enero.Fotógrafo: Anita Pouchard Serra/Bloomberg

¿Qué análisis hacés de la situación económica y política que atraviesa la Argentina en este año que estará marcado por las elecciones?

Hemos visto 15 elecciones consecutivas en América latina en las que pierde el oficialismo o el candidato preferido del Gobierno. Eso es en elecciones libres y abiertas, sin contemplar lo que ocurrió en Venezuela o Nicaragua. Eso dice muchas cosas sobre el momento actual, donde es muy difícil ser presidente de un país latinoamericano. Sean de izquierda, derecho o centro, los gobiernos no han podido cumplir las expectativas de sus sociedades.

¿A qué se debe eso?

Creo que la falta de crecimiento económico y la gran mejora que vimos en los niveles de vida en la década del 2000 ya no se ven. En los mejores casos la calidad de vida está estancada. En los peores, vemos altas tasas de inflación y pobreza en aumento. No veo indicios todavía para que Argentina pueda quebrar esa tendencia. Cualquier cosa es posible, pero es un momento muy difícil para los oficialismos en cualquier país y Argentina hasta ahora ha mostrado las mismas dificultades y tendencias, con un presidente en ejercicio con una tasa de aprobación muy baja.

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La Argentina tiene, además, el agravante de que la inflación se espiralizó a niveles de casi 100%.

Sí, aunque por otro lado no son todas malas noticias. Es una economía que ha crecido, tiene una tasa de desempleo relativamente baja y yo personalmente tengo algo en común con muchos argentinos, que es haber vivido la crisis de 2001. Eso hace que, para bien o para mal, yo todavía mida todo con aquella época y afortunadamente no se compara. Una cosa es que no tengas una crisis de esas dimensiones, otra que se reelija un gobierno en las condiciones actuales. Hasta ahora no está claro que estén dadas las condiciones para una reelección.

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¿Qué panorama imaginas a partir del 10 de diciembre de este 2023?

Va a depender mucho del próximo Gobierno. Argentina es un país que ha tenido ciertos logros en los últimos 20 años, tiene una relativa estabilidad social que no se veía en la época de la crisis de 2001. Pero al mismo tiempo, los problemas son tan obvios que no hace falta que yo los diga. El país tiene un problema que, en su esencia, es fiscal, que el Gobierno de Mauricio Macri tampoco pudo corregir porque tuvo que optar por el camino del gradualismo. No creo que pase solo por un tema de ajuste, no es el único problema de la economía argentina.

¿Por dónde más pasa?

Está claro que habría que mejorar el ambiente para el sector privado, que tiene cada vez menos peso dentro de la economía argentina. La creación de empleo en el sector privado viene en niveles muy bajos desde hace muchos años y para que el país se recupere, para que los planes sociales representen un porcentaje inferior de la economía, no queda otra: el sector privado tiene que creer más en el futuro del país, ver un horizonte y creer que el Gobierno no les va a complicar la vida. Esos serán los desafíos para el próximo presidente, sea quien sea.

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Por otro lado, en Brasil Lula tuvo un inicio de mandato turbulento con imágenes de seguidores de Bolsonaro que hacían recordar a lo que ocurrió en el Capitolio de EE.UU. en enero de 2021. ¿Qué lectura hacés de la escalada de tensión política allí?

Soy bastante optimista respecto de la democracia de Brasil y bastante más pesimista sobre la economía de ese país, que es el problema de fondo. Creo que hasta ahora Lula ha hecho un equilibrio positivo entre encontrar y punir a los responsables por los actos del 8 de enero. Pero también tiene un enorme desafío con las fuerzas de seguridad, especialmente en los rangos más bajos donde puede encontrarse mucho apoyo abierto hacia Bolsonaro y mucha oposición hacia el gobierno de Lula. Eso podría representar un enorme problema de gobernabilidad en los próximos cuatro años. Recién pasó algo más de un mes desde los atentados, pero me parece que Lula está haciendo un trabajo razonable diciendo que se va a castigar a los responsables pero sin que ello implique pintar a todas las fuerzas armadas de un solo color.

Foto: Sergio Lima/AFP/Getty Images

¿Y por qué sos pesimista respecto de la economía brasileña?

El problema es que hace 10 años que Brasil no crece de manera significativa en su economía y en reducir la pobreza. De hecho, el brasileño promedio es un 10% más pobre hoy en dólares que hace 10 años y eso muestra un poco el motivo por la insatisfacción social que vemos en Brasil, que ha sido el motor de tanta inestabilidad política. Hasta ahora los mercados financieros y los inversores en general no han reaccionado con miedo, no está la creencia de que los próximos cuatro años vayan a ser un desastre. Pero por otro lado no veo una recuperación de la confianza que pueda empujar a la economía brasileña a un nuevo ciclo de crecimiento, que es lo que el país realmente necesita.

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Las primeras medidas de Lula parecieran ser algo menos moderadas que los que los mercados esperaban en un primer momento.

Creo que los mercados se convencieron en 2022 que íbamos a ver un Lula más moderado. Pero hasta ahora lo que hemos visto es un Lula que dice lo que piensa. Y eso puede crear complicaciones. Es un Lula menos disciplinado al que muchos esperaban y la señal de eso es todo este debate sobre el Banco Central de Brasil. Sus asesores y líderes en el Congreso dicen abiertamente que cambiar la legislación respecto del BCB no está sobre la mesa en este momento. Entonces, ¿por qué Lula continúa hablando de ese tema? Y la respuesta es que lo hace por convicción, porque cree que las tasas de interés en Brasil son demasiado altas. Tal vez tiene razón, pero lo único que está haciendo es transmitir una señal de que será más tolerante con la inflación y que quiere una meta más alta porque quiere que la economía crezca. Es una opción válida, pero yo lo veo como una falta de la disciplina que tuvo en los primeros años de su primer mandato, y que le dio mucho beneficio en aquel momento. Por eso me sorprende un poco.

La última edición de Americas Quarterly le dedica su portada a Uruguay. El artículo habla de las 4 lecciones que ese país le puede enseñar a la región. ¿Cuáles son?

Tal vez el mensaje más importante fue que un estado de bienestar, con una red de apoyo social, puede traer beneficios para la democracia y también para el capitalismo. Es un mensaje muy importante en este momento, especialmente en países con estados relativamente pequeños. No es el caso de Argentina y Brasil, me refiero a los países andinos o de Centroamérica, en donde cualquier tentativa de ampliar la red de contención y el estado de bienestar es rechazada por las élites y tildada como socialismo o comunismo. Lo que Uruguay claramente muestra es que lo más sano para el capitalismo es dar esos beneficios para la parte más vulnerable de la población, porque les da una seguridad mínima que también termina dando un sentimiento de pertenencia al sistema político.

¿Qué efecto tiene eso?

Yo creo, muchos creemos, que por eso Uruguay nunca ha elegido un verdadero populista en su historia, ya sea de izquierda o de derecha. Por eso no vemos grandes agitaciones sociales como las que vemos en Chile, Ecuador y otros países de la región. Principalmente porque las personas son tratadas como ciudadanos y tienen una participación activa en el sistema. Entonces, la idea fue romper con la falsa dicotomía entre comunismo y neoliberalismo y explicar que lo más sano que puede hacerse para un país y un sistema capitalista es dar ciertos beneficios.

¿Y las otras tres lecciones?

Los otros hallazgos fueron que las instituciones sí importan y Uruguay nos muestra el valor de un sistema de partidos estables, arraigados en la sociedad y que tengan diálogo con la sociedad. También nos muestra la importancia de la civilidad en la política. Como estadounidense vi con saba envidia la foto de los ex presidentes Sanguinetti y Mujica acompañando al presidente Lacalle Pou a la asunción de Lula. Porque nos muestra una civilidad básica en las democracias que hemos perdido en muchos países, incluso en Estados Unidos. Y, por último, la cuarta lección es que hacer las cosas, bien pensadas, despacio y con consenso, son valores que tienen beneficios en la política. Porque las reformas pueden demorar en ser aprobadas, pero una vez que eso sucede son aceptadas. Y Uruguay tiene una previsibilidad de largo plazo que está ausente en muchos países de Occidente en este momento.

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Volviendo a países con creciente inestabilidad, el panorama también se complicó para Guillermo Lasso en Ecuador.

Muchos estamos preocupados por el futuro de Guillermo Lasso y Ecuador. Es un país que ha tenido momentos de gran inestabilidad en el pasado reciente. Tanto en Ecuador como en Perú vemos cómo ciertos sectores no solo domésticos sino también internacionales quieren omitir los pequeños ejemplos que todavía quedan respecto de los países que no están alineados con esta nueva marea rosa. El presidente Lasso ya era un outsider y, sin querer sobreestimar la importancia de la influencia externa y entendiendo que hay una oposición doméstica legítima, me preocupa la participación de elementos externos que estén aliados con Caracas y La Habana, que quieren que regrese Rafael Correa o alguien de ese grupo con quien tienen cierto alineamiento. Creo que va a haber una gran presión sobre Lasso durante las próximas semanas y meses.

Guillermo Lasso, presidente de Ecuador

Mencionaste a Perú, ¿qué lectura hacés de la salida de Pedro Castillo y las presiones que enfrenta Dina Boluarte para convocar a elecciones?

Creo que hay cierta expectativa de que cualquier cosa es posible en este momento. Creo que todas las fuerzas políticas peruanas sienten eso: saben que el futuro es muy incierto, que el poder está en juego y mi gran temor es que haya un giro autoritario, alguien que llegue y diga basta a estos siete años de inestabilidad política y falta de consenso. Podría ser un autoritario de izquierda o de derecha. Pero es un país en el que, si se observan los números de las encuestas respecto del apoyo hacia las democracias, es un gran interrogante. Porque el apoyo hacia la democracia allí es peligrosamente bajo en este momento.

Y respecto de Nicaragua y Venezuela, ¿crees que hubo algún avance para pensar en que pueda haber elecciones libres en un futuro cercano?

Mi filosofía con Venezuela y Nicaragua es que siguen el ejemplo de Cuba, una dictadura desde hace más de 60 años. Y sabemos que las dictaduras no sueltan el poder, a veces disimulan para mejorar su imagen internacional, o lograr algo en alguna negociación, pero que a la hora de la verdad siempre se mantienen. Son pocas las dictaduras en la historia reciente que entregaron el poder voluntariamente. Para mí, cualquier señal apaciguadora de esos regímenes implica una cortina de humo. Hasta ahora siempre he creído -porque son asesorados por la Habana, que son maestros en el arte del simulacro- que esas ventanas siempre se cierran y se mantienen en el poder igual que antes. Lamentablemente, hasta ahora no me he equivocado.

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, durante una reciente conferencia