Caracas — En los gigantes jardines de Turén, al occidente venezolano, no sonaba un click fotográfico desde hace al menos seis años. La reconocida y admirada siembra de girasoles había cesado, más por decisión económica que por fertilidad del suelo, y con ella se había esfumado el amarillo y los turistas. Este año, despertó nuevamente, y la población que siempre fue rica en agricultura, espera volverlo a ser también en cultura viajera.
“Es el nuevo boom” comentan los más jóvenes, que sin pensarlo, desde principios de febrero se han aventurado con las compañías de servicios turísticos exprés o full-day, con un precio entre US$20 y US$35, para amanecer con los girasoles y capturar el momento.
Llevan vestimentas apropiadas para esas cuatro horas que son las más beneficiosas del día, entre las 6:00am y las 10:00am, mientras hacen fotografías y videos durante el recorrido entre las hermosas flores, las que han sido testigos hasta de propuestas matrimoniales.
Los productores, aunque maravillados, se sienten en un déjà vu. Esto ya lo habían vivido hace una década atrás cuando las hectáreas de girasoles estaban a tope, a su máxima capacidad, y además de aportar ganancias por sus semillas utilizadas para el aceite, también incentivaban la visita de ajenos.
Los costos y la poca recuperación, sobre todo en bolívares, la moneda local que ha experimentado una estrepitosa caída en los últimos años, detuvo a los agricultores, entre ellos la familia Hobener, para la siembra de los girasoles que representan un rendimiento actual del 40% en la producción de aceite.
A finales del año pasado, los financistas arrojaron nuevas ideas y promesas para retomar el proceso. Los créditos así como las ganancias se traducirían en dólares, y esto daría un margen de protección a la inversión. La principal motivación: el kilo de girasoles en US$0,60.
Christian Hobener y su padre Horst Hobener cuentan con su propia finca en la que sembraron al menos 50 hectáreas, sumado a las de su socio, en la hacienda Bello Paraíso, donde se encuentran otras 40 hectáreas. Ello les da una proporción de 1.500 kilos de girasol aproximadamente por hectárea, de lo que tienen que restar el crédito otorgado por los inversionistas.
“De allí debemos sacar las impurezas, es decir se nos va 10% en plantas, nos quedan 1.350 kilos, nos quitan 800 kilos en lo que representa el crédito, y nos vienen quedando como 550 kilos de ganancia por hectárea, que representa US$330 dólares, que realmente no es mucho porque al final debes reinvertirlo también en las cosechadoras, los camiones”, comentó Christian Hobener en contacto con Bloomberg Línea.
Los financistas son quienes se encargan de luego ofertar la semilla a empresas como Natural Oil o Coposa, una productora local de oleaginosos que fue tomada en diciembre de 2021 por el Estado luego de que incumpliera el millonario pago de una deuda contraída en 2013, y la que había presentado complicaciones en su producción.
Hobener desconoce que había ocurrido en estos seis años ante la falta de semillas, pero sí espera que tras esta primera reanudación se puedan impulsar otras siembras en el resto del año y alcanzar lo que un día representaron los grandes jardines amarillos en Turén, también reconocida por sus cosechas de arroz, ajonjolí, algodón, patilla, sorgo, tabaco, caña de azúcar, y caraota.
Y aunque reconoce que aún las ganancias obtenidas por los girasoles son escasas, el turismo le da una perspectiva diferente, de la que bien podrían continuar beneficiándose.
Es por ello que los eventos de visitas a los girasoles, mientras se mantienen en sus dos semanas de esplendor tras 60 días de espera para lo que se denomina el ‘despertar’, están siendo perfeccionados por Hobener y sus socios, quienes han descubierto en ellos la posibilidad de incrementar los resultados monetarios y ya han puesto la mira en una segunda fecha de cosecha al año.