Buenos Aires — La compra de dólares es casi una necesidad en Argentina. Las sucesivas crisis económicas que han golpeado al país en las últimas décadas hicieron que la sociedad ya no confíe en su moneda. Por eso, y para intentar proteger los ahorros de una inflación que el año pasado se espiralizó hasta casi un 95% es que los argentinos se refugian casi compulsivamente en la divisa estadounidense, sea cual sea su precio.
Pero comprar dólares en el país no es tan simple como podría suponerse desde otras latitudes. Los férreos controles cambiarios restringen al máximo el acceso a divisas en el mercado oficial. Por eso la sociedad se ve forzada a buscarlas en canales paralelos.
Como todo mercado, el del dólar informal tiene vendedores mayoristas y minoristas. A los mayoristas en la jerga se los denomina corretas y según dicen dentro del sector, en la Ciudad de Buenos Aires no hay más de siete u ocho de ellos
Los ahorristas más sofisticados acuden al mercado bursátil, a través de operatorias conocidas como dólar MEP o contado con liquidación (CCL). Allí pueden obtener divisas sin topes y de manera legal. Pero los menos sofisticados se ven tentados por las facilidades que les ofrece el mercado informal, conocido como el dólar blue, así ello implique pasar ahorros obtenidos “en blanco” al terreno informal.
Dólar blue bajo la óptica del Gobierno
El Gobierno argentino tiene una curiosa relación con el dólar blue. Cuando su precio se dispara, los funcionarios desestiman su importancia. Pero cuando su precio baja, voceros del equipo económico no dudan en señalar el descenso a través de mensajes en off the record.
En los últimos años ha habido sobradas muestras de ello. Desde presidentes del Banco Central hasta ministros de Economía se han referido públicamente al dólar blue como un mercado pequeño, meramente especulativo y, por lo tanto, no representativo.
A mediados de 2022, en medio de la corrida cambiaria que se desató tras la renuncia del ex ministro de Economía, Martín Guzmán, el actual presidente del BCRA, Miguel Pesce, dijo que los dólares paralelos eran más que el reflejo de “mercados especulativos”. Y argumentó: “El mercado que fija el precio del dólar a través de los títulos públicos es un mercado pequeño, opera unos US$60 millones diarios. El mercado oficial de cambios opera US$1000 millones diarios y el dólar ilegal opera algunos millones de dólares. Cualquier movimiento especulativo mueve la cotización de esas referencias”.
Dos años antes, en septiembre de 2020 y en medio de otra disparada del dólar, Pesce dijo que el del blue “es un mercado delictivo”, ya que “en allanamientos a cuevas donde se realizan este tipo de operaciones uno encuentra narcotraficantes, traficantes de armas, cualquier cosa”.
Más hacia atrás, en agosto de 2015, el por entonces ministro de Economía -y actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires-, Axel Kicillof, también había desestimado la representatividad del dólar blue al marcar que “el dólar ilegal mueve menos (volumen) que la quiniela”.
Cómo funciona el mercado del dólar blue
Dentro del segmento informal pueden encontrarse distintas funciones. Según explican, el mercado está conformado por corredores, cambistas y cueveros. Los primeros son quienes fijan el precio, que operan todo el día a través de Whatsapp o Telegram.
Como todo mercado, el del dólar informal tiene vendedores mayoristas y minoristas. A los mayoristas en la jerga se los denomina corretas y según dicen dentro del sector, en la Ciudad de Buenos Aires no hay más de siete u ocho de ellos. El resto, dicen, se fueron mudando en los últimos años a la zona norte del Gran Buenos Aires. Son quienes día a día van fijando el precio, en base a oferta y demanda.
El de los corretas es un círculo hermético, de difícil acceso. Pocos tienen sus teléfonos y para ingresar se necesitan referencias y operar montos importantes. Con una orden de compra de US$2.000 (más de $750.000), ejemplifican, no se llega a ese mercado, a no ser -claro- que se trate de un cliente ya habitual que tenga una necesidad puntual.
Según cuentan en la City, no es sencillo identificarlos, aunque hoy sí resulta más fácil reconocer cuando un corredor es minorista. Si pasan precios impares, dicen, es porque son minoristas, ya que los mayoristas hoy están pasando cotizaciones pares y con una spread de dos pesos. Por ejemplo, el precio de venta puede saltar de $376-378 a $378-380.
A partir de ellos es que empieza el mercado de voceo. Muchos minoristas siguen su referencia y fijan las cotizaciones en consecuencia. Otros, marcan dentro del sector, se guían por los precios de los portales de noticias.
Quienes conocen por dentro el mercado del dólar blue en Argentina dicen que hoy las minoristas difícilmente puedan estar operando más de US$50.000 por día.
Una plaza sin oferta de dólar blue
Sin embargo, una reciente medida del Gobierno argentino atentó contra el negocio de los miles de minoristas que había en la Ciudad de Buenos Aires. La posibilidad de que los turistas no residentes paguen sus consumos con tarjeta de crédito y débito y se les reconozca un tipo de cambio similar al del dólar MEP debilitó la oferta de divisas para el sector.
En un reciente informe, los analistas de la consultora 1816 dijeron que, interpretando los datos del último Balance Cambiario del BCRA, durante diciembre el flujo en venta de dólar MEP y contado con liquidación por los gastos de turistas extranjeros en el país rondó los US$5 millones diarios. “Es un monto grande que tranquilamente puede ser la razón que explique que el blue haya ido a cotizar por encima de los FX financieros”, resaltaron.
Según informó el BCRA, los ingresos brutos de dólares por viajes y pasajes alcanzaron los US$108 millones en diciembre, un 78% más que los ingresos registrados el mes anterior. “El monto de US$108 millones en un mes equivale a alrededor de US$5 millones por rueda. Ese es el flujo de venta de dólares que, si no interpretamos mal los datos, aporta actualmente el turismo receptivo en el mercado de FX MEP/CCL”, indicaron.
Por ese motivo, explican quienes conocen cómo opera el mercado informal, es que el dólar blue quedó más acotado y, por ende, propenso a saltos. Y esa menor oferta de divisas, creen, se traducirá en menor cantidad de operadores.
Si bien hay quienes imaginan que el mercado informal se compone solo de aquellas cuevas que operan en el microcentro porteño o en el corazón de las grandes ciudades del interior, esto dista de ser así. Los arbolitos que susurran “cambio” en las peatonales y veredas y que luego llevan al ahorrista a una pequeña oficina de los grandes centros urbanos son apenas la punta del iceberg.
También hay corredores Y cambistas que operan en edificios de categoría, financieras, firmas de comercio exterior, casas de cambio, importadores, y hasta locales comerciales, kioscos, puestos de diarios o conserjes de hotel que aprovechan la oportunidad y montaron su negocio paralelo.
Dólar cara chica, el origen
Según comentan dentro del sector, la “caída en desgracia” de los dólares cara chica se remonta hacia los años 2013 o 2014. Dólar cara chica es como se conoce a las series de billetes estadounidenses más antiguas, emitidas hasta 1996.
Esos billetes, por lo general, generan reparos a la hora de aceptarse en transacciones cotidianas. El motivo, suele explicarse, tiene que ver con que las nuevas versiones cuentan con medidas de seguridad que los hacen más difíciles de falsificar. Por eso es que, hoy, quien intente desprenderse de ellos puede recibir hasta un 1% menos de su valor original.
Esto implica que si la cotización de compra del dólar blue se ubica en $375, por cada dólar cara chica que entregue el ahorrista puede recibir unos $371. En un billete de US$100, significa que en lugar de recibir $37.500 obtendrá $37.100.
Sin embargo, hay quienes también recuerdan que detrás de esta diferenciación hay también una suerte de mito que se fue propagando hasta hacerse realidad. Hacia 2013 y 2014, comentan, muchos de esos dólares pasaban por la frontera hacia Bolivia y Paraguay, en donde eran sellados para verificar su autenticidad. A diferencia de lo que ocurre en Argentina, donde se usa un fibrón, esas marcas de sellos quedaban después impregnadas en el billete.
Esa preferencia por las nuevas versiones de la divisa estadounidense, que se multiplicaron especialmente en los últimos años, y no tienen esas marcas, sería otro de los factores que habrían forjado la diferenciación.