Buenos Aires — El Banco Central confirmó ayer que pondrá en circulación un nuevo billete de $2.000, que se convertirá en el de mayor denominación en la Argentina. Pese a que durante los últimos años el Gobierno nacional insistía en que no pondría en la calle un billete de más alta denominación ya que hacerlo implicaba allanar el camino a la informalidad, el oficialismo dio el brazo a torcer apremiado por una inflación que el año pasado quedó apenas debajo del 95%.
Mientras la sociedad continúa aguardando por la puesta en marcha de la nueva familia de billetes con el regreso de los próceres -cuyos diseños fueron presentados a fines de mayo de 2022 con la promesa de que antes de fin de año estarían en las calles-, ayer se conoció el nuevo diseño del billete de $2.000.
El mismo llevará las figuras de Cecilia Grierson y Ramón Carrillo, quienes ya habían sido incluidos en el diseño del billete de $5.000 que preparó la Casa de la Moneda durante el primer semestre de 2020 pero cuya puesta en circulación fue frenada de forma intempestiva y nunca llegó a imprimirse.
Cuánto ahorrará el Estado
La sociedad argentina llevaba meses demandando un billete de más alta denominación. Es que el más alto hasta ahora, el de $1.000, apenas equivale a US$2,6 al tipo de cambio paralelo y desde que fue puesto por primera vez en circulación, en diciembre de 2017, ya perdió más del 90% de su valor original.
Más allá de los incordios que ello representa, a los bancos la no emisión de billetes de más alto valor les estaba generando importantes gastos y complicaciones. Según reveló Bloomberg Línea a principios de enero, abrumados por la cantidad de pesos, las entidades estaban construyendo nuevas bóvedas y espacios de guardado, y en algunos casos se veían forzadas a recargar los cajeros automáticos (ATMs) hasta tres veces por día.
Pero no solo los bancos sentirán un alivio parcial con la medida. También lo harán las cuentas del Estado. Es que, según cálculos del ex director de la Casa de la Moneda Augusto Ardiles, la puesta en circulación del billete de $2.000 se traducirá en un ahorro de US$21 millones solo en este año por los costos de impresión.
Una medida que quedó corta
Si bien la puesta en marcha del nuevo billete parece un paso en la dirección correcta, dentro del sector financiero hay coincidencia en que con este solo billete de $2.000 no alcanza y que se deberá avanzar hacia denominación aún más altas.
Para Ardiles, si en lugar de convalidar la emisión de un billete de $2.000 se hubiera optado por uno de $10.000, el Estado argentino hubiera ahorrado US$170 millones, casi US$150 millones más. Hacerlo, agregó, le hubiera permitido a la Argentina “recuperar lo que se malgastó en 2020 y 2021″ por no haber tomado la decisión.
“Insistir con denominaciones bajas, además de convertir la experiencia de pago de la gente en un calvario, tiene un costo enorme. Entre 2008 y 2015 nos costó US$689 millones y entre 2020 y 2021, US$180 millones”, explicó.
Cuando llegará a las calles
Por lo general, la puesta en circulación de un nuevo billete suele demorar alrededor de seis meses. En ese tiempo, la Casa de la Moneda se provee de los insumos necesarios, testea la tinta, se prueban las medidas de seguridad y se ultiman los detalles para que los nuevos billetes lleguen a las calles.
Por ello es que se presume que los nuevos billetes de $2.000 difícilmente lleguen a circular antes del segundo semestre de 2023.
