Bloomberg — A poco más de un año del comienzo de la invasión a Ucrania (que se suponía iba a llevar semanas), Vladimir Putin está organizando una nueva ofensiva, al tiempo que se prepara para que el conflicto armado dure años.
El Kremlin quiere demostrar que sus tropas pueden recuperar la iniciativa tras perder terreno durante meses. A su vez, buscan poner presión sobre Kiev y sus aliados para que acuerden algún tipo de tregua que permita a Rusia controlar el territorio que ocupa actualmente, según funcionarios, asesores y otras personas familiarizadas con el asunto.
Las personas dijeron que ni siquiera Putin puede negar el precario estado del ejército que pasó décadas construyendo, considerando que las tropas perdieron más de la mitad de las ganancias logradas inicialmente.
Los persistentes reveses han llevado a muchos en el Kremlin a ser más realistas sobre sus ambiciones inmediatas, reconociendo que incluso mantener la actual línea del frente sería un logro.
Pero Putin sigue convencido de que las fuerzas más numerosas de Rusia y su disposición a aceptar bajas -que ya se cuentan por decenas de miles, más que en ningún otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial, según estimaciones estadounidenses y europeas- le permitirán imponerse a pesar de los fracasos sufridos hasta ahora. La reanudación de la ofensiva podría comenzar ya en febrero o marzo, según personas próximas al Kremlin. Sus comentarios confirman las advertencias de Ucrania y sus aliados de que se avecina una nueva ofensiva rusa y sugieren que podría comenzar antes de que Kiev reciba los suministros prometidos de carros de combate estadounidenses y europeos.
La determinación de Putin presagia otra escalada mortal en su guerra, mientras Kiev prepara una nueva ofensiva propia para expulsar a sus fuerzas, rechazando cualquier alto el fuego que deje a Rusia ocupando su territorio. El líder ruso cree que no tiene otra alternativa que imponerse en un conflicto que considera existencial. Una nueva ronda de movilización es posible tan pronto como esta primavera boreal, dijeron, ya que la economía y la sociedad están cada vez más subordinados a las necesidades de la guerra.
“Putin está decepcionado por cómo van las cosas, pero no está dispuesto a abandonar sus objetivos”, dijo Tatiana Stanovaya, fundadora de R.Politik, una consultoría política. “Sólo significa que el camino será más largo, más sangriento y peor para todos”.
Funcionarios de inteligencia estadounidenses y europeos ponen en duda que Rusia disponga de los recursos necesarios para una nueva gran ofensiva, incluso después de movilizar 300.000 soldados adicionales el pasado otoño boreal. Los aliados de Ucrania, mientras tanto, están intensificando el suministro de armas, preparándose para entregar por primera vez vehículos blindados y carros de combate principales que podrían ayudar a las tropas ucranianas a romper las líneas rusas.
Pero los brutales ataques de Rusia en lugares como Bajmut, una ciudad del este con un valor estratégico limitado, han desgastado a las fuerzas ucranianas, desviando tropas y minando la capacidad de Kiev para montar operaciones ofensivas en otros lugares, según funcionarios estadounidenses.
Después de que los ataques relámpago de las fuerzas ucranianas en verano y otoño rompieran sus líneas defensivas, Rusia ha intensificado desde entonces las protecciones, utilizando trincheras, trampas para tanques y minas para frenar cualquier avance potencial. Públicamente, el Kremlin afirma que de momento no hay planes para una mayor movilización.
A más largo plazo, Putin ha aprobado planes para ampliar las filas del ejército en casi un 50% en los próximos años, desplegando nuevas fuerzas cerca de Finlandia -que está en proceso de ingresar en la OTAN- y en las regiones ocupadas de Ucrania. Las escuelas y universidades están reinstaurando los cursos de formación militar que se impartieron ampliamente por última vez en la era soviética, a medida que los preparativos para la guerra calan en la sociedad.
Sin embargo, algunos elementos de realismo sobre la desastrosa actuación del ejército hasta la fecha han empezado a colarse en los medios de comunicación estatales, férreamente controlados.
“Hasta ahora, los resultados han sido espantosos porque Rusia no estaba preparada en absoluto”, afirmó Sergei Markov, consultor político estrechamente vinculado al Kremlin.
“Se ha convertido en una guerra interminable y Rusia aún no dispone de personal ni de equipos suficientes para librarla”, afirmó. “Debemos detener la contraofensiva ucraniana y frustrar los esfuerzos de Occidente por derrotarnos ganando la ventaja militar”.
Las fuerzas rusas no han demostrado la capacidad de hacerlo desde las primeras semanas de la invasión, retomando sólo una pequeña ciudad en los últimos seis meses y con un enorme costo en bajas. Las tropas ucranianas, por el contrario, han sorprendido constantemente a aliados y observadores con sus éxitos a la hora de hacer retroceder a los invasores.
La confianza de Putin en la capacidad de su ejército para imponerse -incluso a costa de un gran número de bajas y destrucción- refleja una interpretación errónea del compromiso de Occidente de hacer retroceder su agresión, reconocen algunas fuentes internas. Estados Unidos y sus aliados han aumentado constantemente el suministro de armas a categorías que antes se consideraban prohibidas.
Sin embargo, los militares estadounidenses y europeos temen que el conflicto se convierta pronto en un combate de artillería al estilo de la Primera Guerra Mundial, con líneas de frente estancadas, un escenario que podría favorecer a Rusia, con su mayor población e industria militar.
Desde el punto de vista diplomático, Rusia ha intentado ganar adeptos entre los países no occidentales con llamamientos a entablar conversaciones sobre un alto el fuego. Incluso personas cercanas al Kremlin admiten que, por el momento, no hay esperanzas, dada la exigencia de Ucrania de que Rusia retire sus tropas como condición para cualquier acuerdo.
Lo mínimo que aceptaría el Kremlin sería una tregua temporal que dejara a Rusia en control del territorio que sus fuerzas controlan actualmente, con el fin de ganar tiempo para reconstruir sus fuerzas, dijeron las personas. Aunque por debajo de los límites de las regiones que Putin se anexionó ilegalmente en septiembre, eso seguiría dejando a Rusia con una gran franja de tierra, uniendo las zonas que ocupaba antes de la guerra. Como resultado, la idea no tiene éxito entre Kiev y sus aliados.
“A menos que algo cambie, nos enfrentamos a una guerra de desgaste como la Primera Guerra Mundial, que podría durar mucho tiempo porque ambas partes creen que el tiempo está de su lado”, dijo Andrey Kortunov, jefe del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, fundado por el Kremlin. “Putin está seguro de que Occidente o Ucrania se cansarán”.
Una derrota en la reelección en 2024 del presidente estadounidense Joe Biden, que ha liderado la coalición de apoyo a Ucrania, podría traer “más flexibilidad” sobre el tema en Washington, dijo.
Aunque una nueva oleada de sanciones -en particular, la limitación de precios impuesta a las exportaciones de petróleo ruso- ha reducido los ingresos del Kremlin, hasta ahora no ha mermado la capacidad de Putin para financiar la guerra. Rusia aún tiene acceso a miles de millones de reservas en yuanes, que no se ven afectadas por las sanciones y pueden ayudar a cubrir los déficits presupuestarios durante 2-3 años, según los economistas.
También entre los aliados de Ucrania crece el temor a que el conflicto dure años.
“Este año sería muy, muy difícil expulsar militarmente a las fuerzas rusas de cada centímetro de Ucrania y de la Ucrania ocupada”, declaró el 20 de enero el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, Mark Milley, tras una reunión de ministros de Defensa estadounidenses y aliados. “Pero sí creo que al final del día esta guerra, como muchas guerras en el pasado, terminará en algún tipo de mesa de negociación”.
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