Occidente no puede permitirse una escalada del conflicto Kosovo-Serbia

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Bloomberg Opinión — Más de dos décadas después de que la OTAN entrara en guerra para detener la limpieza étnica en Kosovo, la región balcánica vuelve a estar en vilo. La escalada de tensiones entre el gobierno de Kosovo y la minoría étnica serbia del país ha aumentado la perspectiva de nuevos enfrentamientos que podrían atraer a la vecina Serbia y poner en peligro a los 3.700 soldados de la OTAN que siguen estacionados en Kosovo.

Con los gobiernos occidentales centrados en Ucrania, la larga disputa entre Kosovo y Serbia puede parecer una distracción, pero ignorar el problema sería un error. Estados Unidos y Europa deberían presionar más a ambas partes para que vuelvan a la mesa de negociaciones y eviten otra guerra balcánica antes de que empiece.

Kosovo, donde viven 1,8 millones de personas, en su mayoría de etnia albanesa, declaró su independencia de Serbia en 2008. Serbia se niega a reconocer a Kosovo como Estado soberano y ha apoyado los esfuerzos de los serbios que viven en el norte del país para resistirse a la autoridad del gobierno central de Pristina. Un acuerdo de 2013 negociado por la Unión Europea exige que Kosovo permita cierto grado de autogobierno a las comunidades de etnia serbia. Sin embargo, el primer ministro Albin Kurti se opone a hacer concesiones de este tipo mientras el gobierno serbio de Belgrado niegue el derecho de Kosovo a existir.

El enfrentamiento se intensificó el pasado otoño boreal, cuando el gobierno de Kurti implantó normas que obligaban a los serbios a utilizar matrículas expedidas por el gobierno de Kosovo, no por el de Serbia. Esta política provocó la dimisión masiva de los serbios que trabajaban en el gobierno local, incluidos unos 600 policías. Los residentes de las zonas de mayoría serbia de Kosovo levantaron barricadas para impedir la entrada de las fuerzas gubernamentales; cuando las autoridades empezaron a detener a los manifestantes, Serbia elevó la alerta de combate de sus fuerzas militares y amenazó con intervenir. El mes pasado, presionado por funcionarios occidentales, el Presidente serbio Aleksandar Vucic convenció a los manifestantes de que retiraran las barricadas, pero las tensiones subyacentes han persistido.

La UE ha fijado marzo como plazo para que Kosovo y Serbia lleguen a un acuerdo sobre la normalización de sus relaciones. Aunque las perspectivas de éxito parecen escasas, la alternativa es peor. El fracaso de las negociaciones animaría a los oportunistas de ambas partes a avivar las pasiones sectarias para obtener beneficios políticos. Al igual que ocurrió durante las guerras balcánicas de los años noventa, incluso los enfrentamientos de bajo nivel podrían escalar rápidamente hasta convertirse en un conflicto étnico a gran escala, esta vez con miles de tropas de la OTAN atrapadas en medio. Estas hostilidades empeorarían aún más las relaciones entre Occidente y Rusia, que pretende aumentar su influencia sobre Serbia e impedir su integración en la UE.

Europa no puede permitirse otra guerra. Para evitarla será necesario intensificar el compromiso en la región e instar a todas las partes a reanudar el diálogo. Los diplomáticos occidentales deben presionar a Kurti para que suspenda las políticas consideradas provocadoras por la minoría serbia de Kosovo, siempre que los serbios dejen de atacar a la policía y otros funcionarios del gobierno. La UE debería descartar el avance de la solicitud de adhesión de Serbia a la unión hasta que Belgrado se comprometa a cumplir un calendario para reconocer la soberanía de Kosovo. Por su parte, Estados Unidos debe dejar claro a los dirigentes de Kosovo que la disposición de la OTAN a mantener sus fuerzas sobre el terreno no es indefinida. La continuidad del apoyo militar occidental a Kosovo debería estar supeditada a la existencia de signos de progreso hacia un acuerdo de paz que conceda un mayor autogobierno a las comunidades serbias.

Durante décadas, las naciones balcánicas han luchado por salir de una historia de divisiones y luchas. Es necesaria una diplomacia occidental sostenida para evitar otra guerra en la región y empezar a construir un futuro más esperanzador para sus gentes.

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