Buenos Aires — El Indec confirmó ayer que la inflación de 2022 en la Argentina fue la más alta en tres décadas. Al publicar el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de diciembre, que marcó un 5,1%, el instituto de estadísticas del país certificó que la suba de precios acumulada durante el año pasado ascendió a 94,8%, el registro más alto desde 1991.
Dicha cifra representa casi el doble que el 50,9% del año anterior y prácticamente tres veces más que el 33% que había esbozado originalmente el Gobierno cuando elaboró el proyecto de Ley de Presupuesto de 2022, que no fue aprobado por el Congreso. Pero detrás de esta aceleración hubo una serie de factores y acontecimientos que explican cómo se llegó a ese registro récord, con el aumento de la emisión como gran protagonista.
“Plan platita“ y emisión monetaria
Durante 2022 el Banco Central (BCRA) siguió a darle rienda suelta a la maquinita. Ya en el último trimestre del 2021 había habido una aceleración en ese sentido, cuando el Gobierno intentó, sin éxito, apelar a poner más dinero en el bolsillo de la sociedad para intentar revertir el resultado electoral adverso de las elecciones intermedias, lo que en su momento se denominó “plan platita”, en referencia a los dichos del diputado oficialista Daniel Gollán, quien había dicho en septiembre que “con un poco más de platita en el bolsillo, la foto de Olivos no hubiese molestado tanto”.
Solo en el último trimestre de 2021, el Central le giró al Tesoro, por la vía de Adelantos Transitorios y Giros de Utilidades, más de $1,16 billones.
En los primeros cinco meses del año pasado, sumó más de $380.000 millones, lo que parecía poner en jaque la meta monetaria pactada con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, el último día de ese mes se compró margen al vender unos US$2.680 millones en Derechos Especiales de Giro (DEGs) para cancelar AT por unos $322.000 millones.
Eso le permitió, solo entre junio y julio, emitir unos $572.000 millones más para asistir al Tesoro sin riesgos a incumplir la meta monetaria. No obstante, esos pesos sí continuaron presionando a una inflación que ya había empezado a mostrar señales de espiralización.
Recién en agosto, con la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía, esos Adelantos Transitorios frenaron. Incluso, como señal a los mercados, el titular del Palacio de Hacienda anunció que devolvería $10.000 millones al Central, lo que dejó el saldo final de AT de 2022 en $620.051 millones.
La llegada del ex presidente de la Cámara de Diputados a Economía puede haber implicado un quiebre en lo que respecta a la asistencia monetaria directa del Central al Tesoro, pero eso no significa que no haya habido una fuerte emisión durante el segundo semestre del año.
Incertidumbre política y deuda en pesos
Otra de las principales vías de emisión durante 2022 fue la asistencia del Banco Central en la compra de títulos de deuda en pesos del Tesoro. La entidad que preside Miguel Pesce debió recurrir a la emisión monetaria para adquirir, en el mercado secundario, los títulos de deuda tras el selloff que se desató en junio. Por aquellos días, desde el BCRA argumentaban la necesidad de “dar soporte” al precio de los títulos y letras del Tesoro.
Ocurrió que, hacia mediados del año pasado, dentro del mercado comenzaron a crecer las dudas respecto de la sostenibilidad de la deuda en pesos que ajustan por inflación (por el coeficiente CER). Eso coincidió, además, con la posterior renuncia del exministro de Economía Martín Guzmán, lo que desató un escenario de incertidumbre que llevó a los dólares paralelos a marcar nuevos máximos históricos durante julio.
La llegada de Sergio Massa a Economía, tras el breve paso de Silvina Batakis, alcanzó para descomprimir la tensión cambiaria por unos meses, pero según estimaciones de la consultora 1816, la intervención en el mercado secundario le requirió al BCRA la emisión de $1,9 billones entre junio y diciembre.
Dólar soja y meta de reservas
Otro de los factores que incidió en la aceleración de la emisión en 2022 fue la necesidad de sumar reservas. Dado el nivel de brecha cambiaria y las perspectivas de devaluación, el equipo económico del gobierno debió ofrecerle al complejo sojero la posibilidad de liquidar sus divisas a un precio diferencial más alto. Fue lo que se llamó “dólar soja”.
Este programa de incentivo exportador estuvo vigente primero en septiembre y después en diciembre. Y según estimaciones privadas, habría requerido que el BCRA emita más de $1,75 billones para la compra de los dólares del complejo sojero.
Según coincidían los economistas de Econviews y Ecolatina a principios de octubre, para comprar los US$4.966 millones que sumó en septiembre, a un precio de $200 por dólar, el BCRA habría tenido que emitir cerca de $1,2 billones, un 27% de la base monetaria de fines de agosto.
En diciembre, en tanto, las compras de divisas de la soja, a precios de $230 por dólar, habrían forzado la emisión de otros $555.000 millones, según estimaciones de 1816. Santiago Manoukian, economista jefe de Ecolatina, maneja números similares: según sus estimaciones, la emisión neta de pesos para la compra de dólares de la soja en diciembre alcanzó los $586.000 millones. Así, cerró diciembre con compras netas en el mercado de cambios por US$1.988 millones.
Solo para absorber toda esta emisión que se realizó por la vía de Adelantos Transitorios, compras de bonos en el mercado secundario y las compras de dólares al complejo sojero, e intentar que no continúen presionando a la inflación, el Central debió incrementar el peso de su deuda. Así, el stock de Leliq y pases, que comenzó el año pasado en torno a los $4,7 billones, cerró el 2022 por encima de los $10 billones. Eso, sumado a los sucesivos incrementos de la tasa de política monetaria, llevó a que los intereses por la deuda del BCRA cierren el 2022 por encima de los $3,38 billones. Para este 2023, de hecho, se espera que el déficit cuasifiscal trepe a niveles por encima de $7 billones.
Turbulencias y ancla cambiaria
El 2022 no estuvo exento de turbulencias cambiarias. Pero esa tensión, que se mantuvo a lo largo de prácticamente todo el año, tuvo tres momentos en los que se exacerbó: hacia fines de enero, cuando en el mercado empezó a crecer el temor que el Gobierno no acordara con el FMI; en julio, tras la salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía; y hacia fin de año.
En el 2022, además, el equipo económico del gobierno dejó de apelar al ancla cambiaria. Pese a que el ritmo de la inflación se sostenía en niveles superiores al 5% mensual, e incluso se alcanzó un pico de 7,4% en julio, el BCRA aceleró el ritmo de crawling peg para no perderle pisada a la inflación y evitar así un mayor atraso cambiario.
Según datos de Andrés Reschini, de F2 Soluciones Financieras, durante 2022 el tipo de cambio oficial corrió a un ritmo de 72,39%, lo que implica una tasa mensualizada promedio de 4,64%. Ese mayor ritmo de crawling peg se evidenció especialmente durante el segundo semestre, cuando alcanzó una tasa mensualizada cada 30 días superior al 6%.
Normalización tarifaria
Otro de los puntos que agregó algo de combustible a la inflación, aunque más en el margen, fue el incremento de tarifas convalidado en la última parte del año ante la necesidad del Gobierno de reducir el déficit primario para cumplir con la meta de 2,5% del PBI acordada con el FMI.
Ya en agosto, Economía anticipaba que los aumentos de tarifas con quita de subsidios arrancarían en septiembre. Y solo en el último trimestre del año, informó Infobae, los subsidios a las tarifas de gas y electricidad medidos en dólares se redujeron en un 12%. Esa caída representaría un ahorro cercano a los US$230 millones solo en esos tres meses, ya que el nivel de subsidios pasó de implicar un gasto de US$2.100 millones en ese período de 2021 a US$1.870 millones entre octubre y diciembre del año pasado.