Bloomberg Opinión — Puede que se esté acercando una nueva para la energía atómica. Puede que dividir átomos no sea tan emocionante como fusionarlos, ni tan moderno como los proyectos eólicos y solares. Pero la vieja fisión está a punto de resurgir gracias a nuevos e innovadores diseños de reactores. El mundo será mejor gracias a esta revolución, si los responsables de formular políticas lo permiten.
Mientras la lucha contra el cambio climático gana ritmo, los avances en nuevas energías se hacen patentes por doquier. Las energías renovables variables (eólica y solar) son cada vez más abundantes a medida que mejora la tecnología y fluye la financiación. También se están abaratando: De 2009 a 2021, el costo no subvencionado de la energía eólica se redujo un 72% y el de la energía solar a escala comercial, un 90%. El almacenamiento de energía también es cada vez más asequible.
No obstante, según las tendencias actuales, nada de esto es suficiente. A veces el sol no brilla y el viento no sopla. Esta intermitencia requiere una capacidad de almacenamiento inverosímil o fuentes de energía más fiables. Por el momento, se trata sobre todo de carbón y gas natural, razón por la cual los combustibles fósiles siguen representando alrededor del 80% del suministro mundial de energía primaria.
La energía nuclear es la alternativa obvia. Un reactor de fisión produce energía limpia, fiable, eficiente y abundante, las 24 horas del día, llueva o haga sol. A pesar de la alarma suscitada por accidentes poco frecuentes, como los de Chernóbil y Fukushima, los riesgos de la energía nuclear son extremadamente bajos por unidad de energía producida, y los diseños de reactores más recientes son aún más seguros. Del mismo modo, los peligros que plantean los residuos radiactivos están disminuyendo rápidamente, gracias a mejores herramientas y procesos.
Según la Agencia Internacional de la Energía, para alcanzar los objetivos mundiales en materia de emisiones, la producción nuclear deberá duplicarse de aquí a 2050. Por desgracia, el mundo está retrocediendo en aspectos clave. La cuota de la energía nuclear en la producción mundial de energía se redujo al 10,1% en 2020, frente al 17,5% en 1996. En Estados Unidos, cerca de una docena de reactores han cerrado desde 2013 y otros más están a punto de hacerlo. Según la Administración de Información Energética (EIA), la cuota de la energía nuclear en la generación estadounidense caerá del 19% actual al 11% en 2050, a pesar del aumento de la demanda de electricidad. Aunque las energías renovables compensarán parte de la pérdida, se prevé que los combustibles fósiles predominen durante décadas.
Dados los inminentes riesgos del cambio climático (una “amenaza existencial”, como dice el Presidente Joe Biden), estas tendencias son motivo de alarma. En todo el mundo, los gobiernos tienen que prolongar la vida útil de las centrales nucleares existentes, colaborar con la industria para financiar otras nuevas y redoblar los esfuerzos para mejorar la eliminación de residuos y tranquilizar al público sobre los riesgos potenciales.
Y lo que es más importante, deben promover la innovación nuclear. En los últimos años, los pequeños reactores modulares (conocidos como SMR) se han ido acercando a la realidad comercial. Las empresas están probando docenas de diseños que compiten entre sí. Estos reactores prometen un suministro de energía mucho más seguro, barato y flexible que complemente a la eólica y la solar. Podrían aprovechar las economías de escala gracias a una fabricación estandarizada y, al mismo tiempo, suministrar energía a todo tipo de sectores, desde los hogares hasta las fábricas y el transporte.
Sin embargo, la burocracia se interpone en el camino. En particular, la Comisión Reguladora Nuclear de EE.UU. ha estado obstruyendo nuevos reactores durante décadas, gracias en gran parte a normas de seguridad obsoletas. En 2019, el Congreso ordenó a la comisión que creara un nuevo régimen de licencias para los SMR, con la esperanza de acelerar su desarrollo y comercialización. En lugar de ello, la NRC ha estado muy ocupada inflando su propio reglamento. En el futuro, cualquier aumento del presupuesto de la comisión debería estar condicionado al impulso de la producción nuclear estadounidense; si la NRC no puede adaptarse a este reto, el Congreso debería apartarla y autorizar un nuevo supervisor para los reactores avanzados.
En términos más generales, los legisladores deben revisar todo su enfoque de la regulación nuclear (ideado en una época diferente, con necesidades diferentes) y volver a los primeros principios. Sus objetivos primordiales deben pasar de la evitación total del riesgo a la maximización de la energía nuclear, la aceleración de la innovación y la reducción de las emisiones de carbono con tecnologías antiguas y nuevas.
Afrontar el cambio climático significa reconocer realidades difíciles. El mundo no puede descarbonizarse sin la energía nuclear, y no puede ampliar su producción nuclear sin replantearse las normas. El tiempo apremia.
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