Buenos Aires — El dato puede resultar elocuente: el Gobierno argentino reconoce como válidos 13 diseños distintos para las siete denominaciones de billetes de curso legal. Pero por la espiralización de la inflación, en los últimos dos años solo imprimió los dos de mayor denominación. Es decir, los de $500 y de $1.000.
Así lo reconoció el jefe de Gabinete de ministros, Juan Manzur, en el último Informe de Gestión que presentó ante la Cámara de Senadores de la Nación. En dicho documento puede verse el detalle de las últimas contrataciones realizadas por parte del Banco Central para cada denominación, que reflejan que Casa de la Moneda no imprime billetes menores a los de $500 desde 2020.
La revelación, que puede leerse en respuesta a la pregunta N°412, formulada por el senador Dionisio Scarpin, de la Unión Cívica Radical, cobra especial relevancia si se recuerda que en mayo de este año el Gobierno presentó una nueva familia de billetes con el regreso de los próceres, que pese a los anuncios aún no llega a las calles. Es que, de los cuatro billetes presentados, dos corresponden a denominaciones que las autoridades no requirieron en los últimos dos años.
Según detalla el mencionado informe, el último contrato para imprimir billetes de $200 corresponde al año 2020. Y la impresión tuvo un costo de $9,02 por unidad. Las últimas contrataciones de billetes de $50 y $20, en tanto, son de 2019, con costos respectivos de $6,32 y $4,83 por unidad. Mientras que la última contratación para imprimir billetes de $100 data del año 2018, con un costo de $3 por cada billete impreso. Para los billetes de $500, por último, el contrato más reciente consta de este año y el Estado pagó $16,09 por cada uno.
Ante la consulta de Bloomberg Línea, tanto desde el Banco Central como desde Casa de la Moneda evitaron hacer declaraciones al respecto.
A pérdida con las monedas acuñadas
En el citado Informe de Gestión, el Gobierno de Alberto Fernández también reconoció haber ido a pérdida con la impresión de monedas. Esto, al menos, es lo que ocurrió con los últimos contratos para acuñar monedas de $1 y de $10, cuyos costos por unidad fueron mayores a la denominación que el propio Banco Central les asigna.
Las últimas monedas acuñadas por instrucción del BCRA fueron las de $1 con la figura del Jacarandá; las de $5 con la imagen del Arrayán; y las de $10 con la figura del Caldén. En los tres casos, los últimos contratos datan del año 2020. Y con dos de esas tres monedas, los costos de impresión superan al del valor asignado en la denominación.
Según detalla el reporte, el último precio pagado por millar de monedas de $1 con la figura del Jacarandá fue de $2.081,65. Esto implica que cada una de esas 1.000 monedas de $1 tuvo un costo de $2,08. Lo mismo ocurrió con las de $10, cuyo costo por millar ascendió en 2020 a $12.744,65. Es decir, $12,74 por cada moneda de 10 pesos.
Distinto es el caso del último contrato para acuñar monedas de $5 con la imagen del Arrayán. Allí, el costo por millar de unidades ascendió a $4.838,40, unos $4,83 por cada moneda emitida.
Desde entonces, el Banco Central no volvió a requerirle a Casa de la Moneda que acuñe nuevas monedas. “El Banco Central informa que no está requiriendo acuñación de monedas de curso legal”, puede leerse en el Informe de Gestión que presentó Juan Manzur.
Más allá de lo insólito que puede resultar que el Banco Central haya pagado por las mencionadas monedas un precio mayor al que el propio BCRA dice que valen, Augusto Ardiles, ex director de Casa de la Moneda durante el Gobierno de Mauricio Macri, señala otro detalle no menor. Dice que las monedas de $10 que costaron $12 no son de acero electrodepositado, por lo que pueden fundirse para obtener por ellas el precio del metal.
Ese, dice, es el motivo por el que durante su paso por la Casa de la Moneda las últimas monedas acuñadas se hacían con acero electrodepositado, que en caso de que sean fundidas solo sirven para hacer nuevas monedas, por lo que no tienen valor de fundición.
“Se hicieron previendo que la inflación hiciera que en 15 o 20 años las monedas valieran menos que lo que dicen que valen, para evitar justamente el negocio de la fundición y el mercado de chatarreros. Por eso esas monedas de $1, de $2 y de $5 no tienen valor de fundición”, marca. Y agrega: “Por eso ya tampoco se ven muchas monedas de 5, 10 o 25 centavos, porque las fundieron”.
Para Ardiles, esta situación podría solucionarse actualizando la Ley de redondeo que actualmente rige para los 5 centavos. Propone que si a ese norma se la actualizara a 10 pesos, haciendo que la diferencia quedara a favor del consumidor, un nuevo Gobierno podría prescindir de las monedas de menor denominación, emitir monedas de hasta $100, y que los billetes comenzaran desde los $200 hasta los $20.000.
Nicolás Gadano, ex gerente general del BCRA, agrega que las monedas hechas con acero electrodepositado son mucho más baratas y explica que cuando es más costoso producir una moneda que lo que la misma vale según su denominación, lo que termina ocurrierndo es que esa moneda desaparezca o salga de circulación.
Por último, y consultado respecto a esta decisión del Gobierno de imprimir solo los billetes de mayor denominación, Gadano manifestó que no sorprende dado el contexto de inflación cercana al 100%. Según marca, la logística de imprimir billetes de menor denominación implica menor eficiencia en lo que respecta a abastecer la demanda de pesos.
Subasta y marcha atrás: la explicación del BCRA
Otro de los puntos salientes del Informe de Gestión presentado por Manzur al Senado refirió a la curiosa subasta de monedas que se había dispuesto a realizar el Banco Central a mediados de octubre pasado. Según podía verse en la página de subastas del Banco Ciudad, la autoridad monetaria ofrecía 962 toneladas de monedas por $522 millones. Pero tras la consulta de Bloomberg Línea respecto de la legalidad de ello, el Central dio marcha atrás.
Ante la consulta del senador Pablo Daniel Blanco, de la UCR, respecto de la “necesidad y fundamento técnico que tiene el BCRA para intentar vender como metal, monedas de circulación en el mercado de metales”, el Gobierno contestó: “Debido a un alza en el mercado de los metales - especialmente en el cobre y níquel- que son los principales componentes de las monedas bimetálicas de $2, y ello sumado al costo adicional relativo a la guarda de los tambores de dichas monedas, oportunamente se consideró iniciar un proceso de subasta, lo cual finalmente fue dejado sin efecto”.
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