Bloomberg Línea — Cuando participó en un evento promovido por la Federación Brasileña de Bancos (Febraban) en São Paulo hace quince días, Fernando Haddad fue tratado con rango de ministro por los presidentes de los mayores bancos del país e incluso fue llamado como tal por el presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto. No se sabía si fue un descuido o si se refería al periodo en que el invitado estuvo al frente del Ministerio de Educación.
En la ocasión, cada palabra de las declaraciones del también ex alcalde de São Paulo fue seguida y analizada minuciosamente por los banqueros presentes y por los gestores y estrategas del mercado. Y no sólo contó lo que Haddad dijo, sino también lo que no dijo. Las palabras de preocupación por la sostenibilidad de la deuda pública estuvieron ausentes del discurso. Haddad tampoco habló de las consecuencias de esta percepción del riesgo sobre las condiciones financieras, como los tipos de interés a largo plazo.
La propuesta de un nuevo ancla fiscal que sustituya al techo de gasto tampoco fue objeto de comentarios. Y, como ha señalado el nuevo Gobierno con el proyecto de enmienda constitucional par la transición del gobierno, esto debería dejarse para el 2023.
Presentado formalmente el viernes (9) como próximo Ministro de Finanzas de Brasil, Haddad centró su discurso en Febraban en el diagnóstico de la necesidad de una reforma fiscal y del presupuesto, dos cuestiones señaladas por los economistas como cruciales para estimular el crecimiento. Y defendió una tregua política institucional, tras los últimos años de conflicto entre poderes.
Esta señal refleja una ventaja que el presidente electo Lula ve en el nuevo membro del área más importante de su tercer mandato – la económica: con un perfil considerado moderado, Haddad tiene capacidad para escuchar a las alas del Partido de los Trabajadores que claman por el aumento del gasto social, dejando en segundo plano el equilibrio fiscal, al tiempo que mantiene canales abiertos con Faria Lima y el sector privado, ya sean inversores institucionales o grandes empresarios.
Es una característica también presente, en la evaluación de los analistas, en el vicepresidente electo Geraldo Alckmin, ex gobernador de São Paulo, que fue elegido para coordinar el equipo de transición.
Haddad también debe aplicar medidas que forman parte de la agenda económica del presidente electo, como Lula ha subrayado en los últimos días. Se trata de la referencia a medidas criticadas por los inversores, como el aumento de la presencia del Estado en la economía, desde la inversión pública a través de empresas estatales como Petrobras (PETR3, PETR4) hasta la concesión de subsidios para áreas consideradas prioritarias.
Prioridad de la reforma tributaria
En el evento de Febraban, Haddad afirmó que la reforma tributaria es una prioridad y señaló la defensa de propuestas ya en curso en el Congreso, teniendo en cuenta las discusiones ya realizadas y la ganancia de tiempo que esto permitiría para una eventual votación en el primer año de gobierno.
Esta primera etapa, tal como está definida, abarcaría por tanto los impuestos indirectos que gravan productos y servicios. Los especialistas fiscales abogan por la adopción de un impuesto unificado, con un impuesto sobre el valor añadido, siguiendo el modelo utilizado en muchos países, dada la valoración de que simplifica la recaudación y la planificación, y ofrece más transparencia.
Los impuestos directos, que gravan la renta y los beneficios, quedarían para un otro momento, según Haddad.
Al referirse al Presupuesto del gobierno, el ex alcalde de São Paulo defendió genéricamente el aumento de la transparencia, lo que choca con la que tal vez sea la principal bandera del actual Congreso brasileño, el llamado Presupuesto Secreto, que permite la asignación de recursos a través de enmiendas parlamentarias sin identificar al autor. También se hizo referencia a la calidad del gasto público, que en teoría se refiere al objetivo de medir los resultados de los recursos aplicados en busca de una mayor eficiencia.
Objetivos y evaluaciones
Durante sus años en el Ministerio de Educación, primero como secretario ejecutivo (2004 y 2005) y luego como ministro (2005 a 2012), instituyó evaluaciones como el Índice de Desarrollo de la Educación Básica (Ideb) para establecer parámetros y objetivos de evolución de los resultados de la escuela pública.
Como alcalde de São Paulo de 2013 a 2016, Haddad se comprometió con programas que pudieran promover cambios estructurales a medio y largo plazo, como fue el caso del Plano Diretor, que estableció las directrices para la expansión urbana de la mayor ciudad del país hasta 2030
El plan recibió tanto elogios (y premios internacionales, como el de la ONU) como críticas: promovía condiciones para la densificación de la población en barrios céntricos dotados de infraestructuras, como el transporte público, en lugar de favorecer la ocupación de la ciudad hacia regiones más alejadas.
Él también ganó el premio Mayors Challenge de América Latina y el Caribe en 2016, concedido por Bloomberg Philanthropies, por un proyecto para conectar a pequeños agricultores de la periferia de la capital paulista con restaurantes y mercados que demandan alimentos orgánicos.
Pero, por recibir críticas, no logró ser reelegido como alcalde en 2016, en un año marcado por el aumento del rechazo al Partido de los Trabajadores y el impeachment de la entonces presidenta Dilma Rousseff.
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