Buenos Aires — Hernán Casciari le resta importancia a la discusión sobre la proliferación de diferentes formatos de contenidos de ocio. Él cuenta cuentos, y mientras lo haga divirtiéndose, de manera orgánica, está dispuesto a probar nuevas formas de contarlos. Al final de cuentas, esa genuinidad es lo que vende.
Y de eso también se trata la rama más reciente de Orsai, una empresa que fundó –y es rentable– hace más de 10 años como una editorial, pero que lentamente fue evolucionando para convertirse en bastante más.
Orsai Audiovisuales, por lo pronto, incursiona desde hace unos años en el mundo de las películas, series y documentales, y lo hace a través de un sistema de financiamiento particular, que busca prevenir la interferencia de grandes estudios, productoras y plataformas de streaming en decisiones artísticas. Además, busca evitar la dependencia de anunciantes.
El mecanismo consiste en la inversión colectiva de socios anónimos, que luego reciben retornos de acuerdo al rendimiento del contenido. La Uruguaya, el primer proyecto de Orsai que se financió de esta manera, recaudó fondos de 1.937 socios por un total de US$600.000, distribuidos en 6.000 bonos.
Para La uruguaya vendimos los derechos para Latinoamérica a una plataforma internacional, que no puedo decir el nombre todavía, porque dentro del contrato ellos lo quieren anunciar en febrero
Hernán Casciari
La película, que se podrá ver masivamente el año que viene, ganó este mes el premio a mejor directora (Ana García Blaya) en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
“[Los creadores de contenidos] siempre tienen un papá que les dice tomá esto, cuidá esta plantita, y cuando te portés mal no jugás más. Hasta ahora es así. Entonces nosotros dijimos ¿podemos ir por el costado?”, cuenta Casciari en conversación con Bloomberg Línea.
Y ahora, con el “Peretti Project”, película que costará US$1,5 millones, tendrá como protagonista a Diego Peretti y se rodará entre Buenos Aires y Bruselas, Casciari considera que Orsai se terminó de poner los “pantalones largos”.
Escuchá la entrevista completa en el podcast de Bloomberg Línea Argentina: La Estrategia del Día
Esta conversación fue editada por motivos de claridad y extensión.
Escribís libros, hacés presentaciones en teatros, y ahora estás produciendo películas. ¿Qué es lo que te motiva a seguir probando nuevos formatos?
Es que le tengo poco respeto a los formatos. Debe ser eso. Contar cuentos es lo que me motiva y los formatos son obstáculos que tengo que sortear para llegar al otro lado. De repente alguien dice bueno, ahora todo el mundo está atrás de un vidrio. Bueno, voy ahí atrás de un vidrio y les cuento el cuento atrás de un vidrio. Después dicen ahora todo el mundo está escuchando la noche con los ojos cerrados. Bueno, les cuento. Ahora están todos leyendo. Ahora están todos viendo películas. Y en realidad no es un tema nuestro, del generador de contenidos, el formato, es un tema del otro. A dónde van los que consumen. Y vos tenés que ir atrás contando el cuento. Por eso digo que mi trayectoria es contar el cuento. Es todo lo que hago.
Ves un poco cómo evoluciona la tendencia de consumo, y te movés por ahí.
Más que en mi propia audiencia, en mí mismo. Yo soy un gran consumidor de contenido, y a veces descubro que ya no leo más, y que estoy todo el tiempo haciendo otra cosa. Y digo, bueno, estaremos por acá como sociedad. De repente un día dejé de leer y me puse a ver series de televisión en 2004 por ejemplo. Apareció Lost y no paré nunca. Y yo antes de eso leía cuatro, cinco libros por semana. Un día aparecieron las buenas series de televisión, las buenas, las de HBO, las iniciales, Six Feet Under, Sopranos, The Wire, y dejé de leer. Pero no fue una decisión.
¿Te parece que eventualmente va a ser algo muy de nicho leer?
Más que de nicho, es un anacronismo, supongo. Leer te lleva por lo menos tres sentidos enteros. O sea, tenés que concentrarte, no podés leer y al mismo tiempo lavar los platos. Te lleva demasiados sentidos de concentración y no estamos en un mundo en donde tengamos el privilegio de estar tres horas quietos mirando para abajo. Tenemos muchas más actividades que nuestros abuelos o que nuestros bisabuelos que a las seis de la tarde se les apagaba la vela y prendían otra vela para leer porque no tenían otra cosa que hacer realmente. Era eso o la oscuridad. Ahora hay un montón de cosas para hacer, en donde el consumo de una historia es una de ellas, pero no la podés hacer al 100%. Nos ponemos los auriculares y escuchamos la novela gorda mientras hacemos otra cosa y eso sí se puede. Entonces no es que se deja de consumir la historia sino que se deja de utilizar uno de los recursos que eran muy siglo XIX, muy siglo XX. Porque no había otra cosa para hacer. Pero no es que no nos guste más que nos cuenten el camino del héroe, nos va a gustar siempre eso. Nos gusta de otra manera.
Es la vida moderna, ¿no? Que te lleva a consumir más podcasts y audiolibros.
Yo me acuerdo que en 2004 miraba bocha de series de televisión. Interrumpí la lectura porque me resultaba más divertido ver series. Hoy estoy frente a una pantalla todo mi tiempo laboral y cuando llegan las seis, siete de la tarde, y con mi mujer queremos hacer algo, no queremos volver a estar en una pantalla. Estamos utilizando muchísimo la ficción sonora en donde podemos cerrar los ojos y escuchamos una serie en Spotify, de ficción donde las imágenes, gracias a Dios, con los párpados cerrados las imagino. No por nada las grandes empresas empiezan a construir Netflix del oído. No es que sea más cool, es que estamos cansados de los ojos. Pero el cerebro no está cansado de escuchar una historia nueva.
El fenómeno de los podcasts se dio mucho antes en países como Estados Unidos, en Europa. ¿A qué le atribuís esa tardanza en llegar a Argentina?
El anglosajón tiene un concepto de industria de ocio muchísimo más desarrollada. Del mismo modo nosotros llegamos mucho antes que los yanquis a tener un buen repulgue de empanadas, por ejemplo. Hay mucha gente pensando en eso, y al mismo tiempo hay mucho consumidor de ocio ejercitado. Y eso hace que lleguen un poquito antes.
Claramente tenés una inclinación hacia el marketing, con tus descuentos especiales “hasta que vuelva Whatsapp”, por ejemplo. ¿Eso es algo que te sale de manera orgánica o lo trabajaste para potenciarlo?
No, no, es absolutamente orgánico. Absolutamente desorganizado. No tiene una estrategia. A veces no ocurre durante un mes y medio y a veces ocurre tres veces en una semana. No hay una organización en los recursos. Y tampoco es marketing, sino que es puntualmente contar una historia de otra manera, también. O al revés, todo es marketing, incluso el cuento.
¿Te interesa también la parte más del negocio?
Es que ese es el negocio en realidad. En una época, antes de 2010, me di cuenta de que mi secreto, o mi mi recurso inagotable, lo que nunca me iba a salir mal, era divertirme. En el momento que genuinamente el otro se da cuenta que me estoy divirtiendo es negocio. Si en un momento ponía por delante de la diversión otro objetivo iba a perder.
Por ejemplo, ¿la plata?
Por ejemplo, la plata. O sea, si un día yo le digo que sí a algo por plata, no va a salir bien. No va a salir bien. Prefiero saber que mi sistema es genuino.
Contáme del Peretti Project. ¿Cómo nace la idea de financiarlo de este modo?
Nació como la idea de la revista. La revista Orsai nace porque la industria no permite una revista Orsai. No permite que exista un medio de comunicación sin publicidad, o sin subsidios. No podés si no le pedís la contratapa a Coca-Cola, la página central a Aerolíneas [Argentinas]. Y también firmás un contrato que dice, tácito pero dice, cuando las empresas se cansen de vos no podés seguir. Entonces no es una decisión tuya ni de tus consumidores hasta cuándo lo hacés. Siempre es por ausencia de publicidad que algo, que un grupo de creadores tiene que dejar de hacer. Y eso significa que siempre son adolescentes los creadores, siempre tienen un papá que les dice tomá esto, cuidá esta plantita, y cuando te portés mal no jugás más. Hasta ahora es así. Entonces nosotros dijimos ¿podemos ir por el costado? ¿Podemos hacer un medio sin publicidad ni subsidios de 212 páginas muy, muy bien pago a sus autores, y para 6 mil o 7 mil personas que la van a comprar siempre? Bueno, hace 12 años que lo hacemos y somos rentables. En un momento dijimos bueno, ya la estamos haciendo de taquito, medio como que no hay ningún desafío. Ahora sacamos un número cada tres meses y hay muchos, muchísimos más lectores que al principio. Y dijimos bueno, el cine es así. El cine tiene este problema. O sea no podés hacer cine sin un papá. Hola papá, ¿me das plata? Bueno, tomá, te dice el Estado. O si no le pedís a Netflix. Hola, papá nuevo, ¿me das plata? Sí, pero yo te voy a decir lo que tenés que decir.
Los “gatekeepers”, en inglés.
Exacto. O tenés un Estado que te da y achancha al creador, porque eso es lo que hace el INCAA. No es que esté mal el INCAA, el INCAA está bien, pero se forma alrededor del INCAA un grupo de vagos que hacen de eso su trabajo. Fingir que hacen una película. Pasa eso muchísimo. Y si no Netflix, o cualquiera de las otras plataformas, que te indica no, no podés hablar mal de esto. Entonces, ¿Hay una manera de hacer cine sin todos estos condicionamientos? Ahora hay. Vamos por la cuarta película ya. La primera que hicimos, La uruguaya, fue el primer proyecto estaba en un proceso de prueba por el star system. Ganó mejor dirección de un festival internacional. Listo, ya está, entramos al mundo de “Guau, lo hicieron”. Tenemos una miniserie que se está rodando, vamos por la tercera semana de rodaje. Un documental de no ficción. Y el cuarto proyecto es éste que nombraba que es ya con uno de los tres actores argentinos más taquilleros, los únicos tres que son taquilleros por su apellido que son Francella, Darín y Peretti. Uno de esos tres entra a jugar a este sistema. Y eso ya nos pone pantalones largos.
¿Y a Peretti le gustó el guión? ¿Qué fue lo que lo atrajo al proyecto?
No, él vino con una idea. O sea, el guión no es que lo haya escrito él, pero sí la idea del guión es de él. El guión lo escribí yo con mi socio, con Chiri (Christian Basilis). Él vino con la idea y nosotros lo que hicimos fue presentarles el sistema. Y le encantó. Es una peli que se va a filmar en Bruselas en un 70%, un 30% en Buenos Aires, y ya tiene más de 5.000 socios productores. La uruguaya tuvo 1.961. Ésta es más cara, va a costar US$1.500.000 más o menos y estamos alcanzando esa cifra a fin de año.
¿De qué países son los socios inversores?
Te doy la referencia de La uruguaya que lo tengo claro, claro. Es Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Israel, España. Los cinco países que más dinero pusieron.
¿Y Peretti Project principalmente sería desde Argentina?
Por muchísima diferencia.
Generaron una inversión de casi US$1 millón, en este contexto de Argentina
Bueno, Canelones, la que estamos rodando, es un 80% de inversores argentinos y fueron US$1.200.000 en menos de un mes.
¿Cuál es la inversión promedio?
La inversión promedio es la división entre lo que conseguís y la cantidad de inversores. O sea, nosotros estamos en US$1.200.000 con Canelones, dividido 5.500. Son dos bonos y cuarto, cada uno sale 100 dólares.
¿Dónde se ven estos contenidos?
Para La uruguaya vendimos los derechos para Latinoamérica a una plataforma internacional, que no puedo decir el nombre todavía, porque dentro del contrato ellos lo quieren anunciar en febrero. Pero ya la vendimos al precio que nos costó. Entonces los 1.961 socios productores ya recuperaron. Y ahora que ganó la mejor dirección tenemos todavía libres los derechos para España, Estados Unidos y resto del mundo. La vamos a vender en 2023, mucho mejor de lo que pensábamos, y todo el dinero vuelve proporcionalmente a los 1.961 socios. O sea que van a ganar bastante dinero.
¿Y el Peretti Project es una negociación que todavía está pendiente?
No es que esté pendiente, nosotros no aceptamos que nadie nos compre antes de que la película o la miniserie esté terminada. Para que no se puedan meter en lo conceptual. Si vos vendés una película a medias, o sea que está en rodaje por ejemplo, empiezan a decirte no, no, no, la actriz tiene que ser mexicana porque el mercado mexicano. Entonces nosotros lo que tenemos es un sistema en donde no necesitamos a nadie para terminar el proyecto audiovisual. Lo que vendemos es una lata terminada. ¿La querés, no la querés? Siempre alguien la va a querer. Subastamos al mejor postor.
¿Hay una fecha de estreno tentativa para Peretti?
Para La uruguaya entre febrero y marzo va a ir a cines y después va a la plataforma. Peretti está lejos. Se va a hacer Los simuladores en cine con Szifron, que se va a rodar el segundo semestre del año que viene. Nosotros vamos a rodar después.
¿Qué sentís hoy cuando menciono a la Argentina? ¿Cómo te sentís hoy con el país? ¿Cómo lo ves?
Soy un mal árbitro, o un mal crítico, porque tengo un amor desmedido. Entonces no puedo ser ecuánime. Viví mucho tiempo afuera y de ese mucho tiempo la mitad final de ese mucho tiempo no la pasé bien. Pero por cosas mías. Y extrañé mucho. Idealicé un montón, pero sobre todo extrañé mucho. Y todavía no se me va el alivio de estar acá, la alegría. Entonces no puedo hablar desde mi alegría porque voy a decir una barbaridad atrás de la otra. No vas a estar de acuerdo en nada de lo que diga. En nada. Pero es el mejor lugar que existe para mí. Me pasa eso. Pero estoy enamorado, estoy en esa época, qué sé yo. Me pasa eso. No puedo desatender la enorme incomodidad de mucha gente que entiende que en la ausencia de reglas de juego lo que hay es…
¿Caos?
Caos. Por eso siempre me pongo un cartel de que mi cerebro necesita caos. Por eso estoy enamorado de esto. Los cerebros en general no necesitan caos sino todo lo contrario. Entonces paso con mucho cuidado porque lo que no quiero es boquear como que estoy dando consejos a nadie sobre ninguna cosa. Es mi enamoramiento. Es mi tema. Me gusta acá.