Santiago — El cambio climático puede modificar el color, acidez y el grado de alcohol de los vinos chilenos, lo que está haciendo que los productores vitivinícolas estén adoptando nuevas estrategias.
Gerardo Leal, gerente viticultura de la viña Santa Rita-Carmen-Nativa, dice que, con el objetivo de mitigar el impacto de los aumentos de las sequías y de las cada vez más frecuentes heladas, están trabajando en distintos ámbitos. “Nuestras estrategias han ido cambiando. Hemos incorporado más tecnología, tratando de hacer más eficiente el uso del recurso hídrico”.
Con las altas temperaturas, la maduración de la vid se produce antes de tiempo y se adelantan las vendimias. Las olas de calor, sobre todo durante el verano austral, han traído algunos problemas en la calidad de la uva.
Leal, quien lidia continuamente con los efectos de este fenómeno, confirma que los aumentos de temperatura deterioran la coloración de este fruto y, en consecuencia, de los vino. Eso les empujó a manejar las viñas sin deshoje, y mucho más cubiertas que antes.
“Tratamos de mantener una condición de la planta mucho más protegida de la luz y de la radiación solar. Para este mismo objetivo intentamos plantar nuestros viñedos desde el origen, tratando de trabajar en orientaciones distintas”, señala.
Moverse al sur: ¿Una alternativa?
Las regiones con mayor superficie plantada son Maule, con 53.546,12 hectáreas, y O’Higgins, con 45.080,92 hectáreas; seguidas por la Región Metropolitana (11.282,17) y Ñuble (10.422,89), según datos del catastro vitícola realizado por el Servicio Agrícola y Ganadero en 2020. Pero algunos empresarios ahora están viendo atractivos en el sur y la costa chilena por ofrecer buenas temperaturas para el cultivo.
Hasta hace unos años era impensable el cultivo de uvas para vinos en zonas sureñas como Chiloé y Los Ríos. “La exploración es bastante reciente. Hay varios productores pequeños que han puesto una o media hectárea o 1/4 de hectárea para probar. Son proyectos con una antigüedad menor de cinco años”, explica Leal.
En su caso, entre otras maniobras, optaron por un proyecto piloto de producción de uvas para vinos espumantes en la isla de Chiloé hace tres años. Esto significa un movimiento hacia el sur, donde actualmente existe mejor abastecimiento de agua y un menor efecto de la radiación solar.
Entre algunos de los inconvenientes de estas zonas destaca que todavía no cuentan con infraestructura de canales para surtir con agua a los campos.
“Si bien se puede explorar hacia el sur, todavía no hay instalaciones de grandes viñedos como, por ejemplo, bodegas donde también se procese la uva para servir. Las bodegas siguen estando en la zona central”, dijo la bióloga y doctora en Ecología, Olga Barbosa, quien lleva cerca de 13 años a cargo de una iniciativa que busca salvar a los vinos chilenos del aumento de las temperaturas.
Se trata del Programa Vino, Cambio Climático y Biodiversidad, impulsado por el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y la Universidad Austral de Chile, que tiene como objetivo mostrar la compatibilidad entre la conservación de la biodiversidad y el desarrollo del sector vitivinícola chileno. Ello se hace a través de mejores estrategias de adaptación de los vinos a los efectos del calentamiento global.
La prioridad de la iniciativa es la conservación de los bosque esclerófilo –típico de la zona mediterránea de este país– por parte de las viñas. Su propuesta es mejorar el diseño de los viñedos y las prácticas de manejo para minimizar el impacto agrícola sobre la biodiversidad.
Barbosa comenta que, una de las estrategias en un principio, fue que los participantes del programa debían subir en altura, porque así podían conservan la calidad de los vinos. “Los eventos climáticos extremos son cada vez más frecuentes, y eso genera incertidumbre en la producción”, explica.
Mayores oportunidades
La industria del vitivinícola tiene una alta relevancia en Chile. Entre enero y julio de 2022, las exportaciones totales de vinos chilenos llegaron a los 524,7 millones de litros, lo que representa US$ 1.132,9 millones; y a su vez un alza del 3,4% en volumen y del 2% en valor respecto al mismo periodo de 2021, según la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa).
El país es el cuarto exportador de vinos a nivel mundial, siendo solo superado por Francia, España e Italia. Patricio Parra, gerente general del Consorcio I+D Vinos de Chile, dice que, al comparar con otras zonas vitivinícolas a nivel internacional, en la nación sudamericana hay mayores oportunidades por la cantidad de localidades donde se puede cultivar. “Eso nos dará diversidad, pero no veo un desplazamiento de toda la vitivinicultura hacia una zona”, aseguró.
Parra, a diferencia de Leal, indica que la rentabilidad se mantiene en este negocio: “A veces hay que incorporar más tecnología y hacer algunas modificaciones, pero no tenemos estadísticas de una caída abrupta en términos de rentabilidad del sector”. No obstante, reconoce que los efectos inesperados del cambio climático son difícil de controlar, y que las principales perdidas obedecen a eventos de este tipo.
Por la diversidad de esta industria, se hace difícil generalizar. Pero en los últimos años el uso de tecnología ha sido un denominador común. Parra menciona como una clave la información climática, junto al establecimiento de riego tecnificado y otros modelos con los cuales han trabajado y permiten predecir necesidades hídricas y los momentos oportunos para proporcionar agua.
En el Consorcio I+D Vinos de Chile desarrollaron Vitisgeoclima, una plataforma que permite conocer la situación actual de índices vitivinícolas, variables climáticas y atributos geológicos alrededor a una zona geográfica específica con el fin de prepararse en el futuro. “He estado permanentemente monitoreando nuevas cosas, que se ha generado mucho, de vitivinicultura regenerativa”, agrega.